Siempre es válido escribir de noche, porque hasta el silencio duerme y queda otra cosa inexplicable que le sigue, hay que escribir con humildad para que todos entiendan. Cállate tonto, la escritura debe tener trasfondo y fuerza, sé atrevido, agárrate por lo menos de algo gongoriano. ¿Crees que realmente eres tú? Soy yo mismo, sólo que emulando al pesimista. En vez de escribir estas porquerías deberías fumarte un cigarro, con el frío de allí afuera, que te estimule la imaginación, pues anda dormida, y antes de que vuelvas a poner un punto y seguido, no creas que no me he dado cuenta de que lo usas para hacer el cambio que sugiere el título. Yo no voy a ser el que cambie el párrafo, pero el lector puede encontrar pesado este conglomerado de ideas, el lector es el que completa los huecos.
¿Esto querías? ¿Un simple hueco? Las erratas las borras, no eres genuino, en máquina de escribir se quedaban y ahora con la tecnología de la escritura quieres arreglar todo, que esté perfecto, habías puesto "huevo" en vez de "hueco", si quieren hacer la asociación con cocina y comida déjalos, el lector no importa tanto como crees. Entonces, si no importa, para qué estoy escribiendo todo esto. Pues para ti, llorón, para tus pasatiempos, para tus lecturas futuras. Dispensa mis argumentos si te resultan atrevidos, pero el lector es el que sigue manteniendo la idea viva, la comenta y si quiere la recomienda, esconderla depende de ellos, pero eso le da fuerza al mensaje de texto, las interpretaciones. De todas formas toda esta blasfemia es personal, es como si te encontraran un diario, eso eres, un psicópata literario que no tiene privacidad porque quiere que todos lean las estupideces que te ingenias, y me llevas a mí de por medio, aquí me exhibes.
Si por "estupideces" te refieres a innovaciones, te agradezco el halago, no me detendré por ello, la verdadera estupidez sería guardarse todo esto o escribir símbolos sin coherencia textual. ¡Pamplinas! Haz un poema épico, un soneto, una composición dramática, una prosa digna de mí, elévate literariamente y muestra tu erudición haciendo referencias secretas a autores nobles de los que estudiaste en tu tiempo, eso es escribir con pasión. Lo haré cuando lo crea necesario, utilizaré a Cervantes o a Lope, a Azuela o Darío, Cortázar o García Márquez, según me convenga y los combinaré para mis fines. ¡Estás cometiendo un grave error! Escribir a lo abrupto, así, sin argumentar nada ni fundamentar las ideas, al menos un ensayo, ¡no borres las erratas! ¡Déjalas! ¡No retrocedas tonto, eso hace al texto original! No se trata de escupir nombres de autores, sino de parafrasearlos algo. ¿Me estás retando? El propósito de este texto no es ese que dices, llegará a su tiempo toda esa maquinaria elemental de artes literarias, por ahora no, ahora me siento así, con ganas de comunicar una dicotomía. ¡Imbécil! Se debe ser realmente tonto para escribir primero el título y luego la prosa que lo acompaña.
O verdaderamente inteligente y atrevido, ¿cierto? No a medias, los polos existen, ni siquiera eres la mitad del ego o alter ego que debías ser, más bien tú no eres el genuino, soy yo mismo jugando al pesimista en un texto lúdico de proporciones medianamente justas. Pues hazme genuino con alguna artimaña, hipnosis, lisergidas, qué se yo, déjame salir realmente para hacer de este texto algo insuperable, algo que teja una urdimbre de significados ocultos que tus lectorcillos realmente disfruten. Eso está reservado para otros textos donde se tengan propósitos distintos, esto ahora es un juego, una percepción, y algo combinado para el lector, para que se ría o para que llore, o para que piense algo sea lo que sea. O también para que le importe una pizca de arena y te mande al carajo, ¿crees que les importa? La vida está demasiado apretada con problemas como para estar leyendo cosas como ésta, hay días de prisa, de negocios, de estudios y de investigaciones. Pero tú también estás en un error, crees que todos los textos son morales, también los hay para dar placer intelectual, para entretener, el verdadero error será generar un texto que parezca de autocompasión y luego de autoayuda, pobres los esquizofrénicos, que la psicología los analizará a su tiempo.
No tienes ni una maldita idea de lo que es la esquizofrenia, crees que se puede controlar a voluntad, es una enfermedad mental, es algo que no puedes fingir. Por eso la emulo, para fines prácticos de una noche de silencio donde puedo escribir lo que yo más deseo, ya habrá críticos que gustarán u odiarán la parafernalia del aparato analítico de un texto. No habrás comido, porque este texto me resulta del asco, una mínima parte de los verdaderos conocimientos, no demuestras nada, no señalas nada, no te inclinas por nada más que por una bipolaridad aparente que crees que leerán hasta el final, claro, si es que te dejo que llegues al final de todo este asunto. Mientras las yemas sigan dándole con fuerza a las teclas, seguirás el rumbo del texto, pues para eso justamente estás, para llevarme la contraria, para ofender el texto y yo para defenderlo, ¿si no dónde habría un punto de apoyo? Entonces sí tiene un fin, hay equilibrio.
¿Sabes por qué hago puntos y aparte? Para alejarme de tu materia, para no estar pegado a tus ideas rídiculas, a tus impresiones intelectuales, a tus planes, ojalá se te borre el texto con las implicaciones de la tecnología, para que aprendas la lección, de hecho me da gusto que no estés en máquina de escribir, porque el papel y la tinta se inmortalizan mutuamente. Pues he de imprimirlo algún día no muy lejano, y que mientras viaje por pantallas a miles de lectores para que se cumpla el propósito original, que se rían y que hagan lo que quieran una vez que leyeron todo, que se quiebren la cabeza o que lo digieran rápido.
Me retiro, señor, ya no participaré más de esta tontería que agoniza, y mucho; pondría yo sólo para molestarte la misma palabra una y otra vez y llenar todo así, pero quedaría en ridículo y tengo que cuidar la reputación de alter ego aparente, para que me respeten más que a ti. ¿Y cómo te piensar retirar? ¿Te irás a otra mente, al espacio vacío, te desvanecerás? No te creo, estás pegado a mí y al propósito de esta composición.
Mis últimas palabras: te haré bloqueo del escritor, para que se te vayan las ideas, te abro la válvula de escape de tu inteligencia y creatividad lingüística para que se vayan al desagüe del silencio reflexivo, piensa en lo que has creado, un fragmento sin importancia, una carta, una exposición inadecuada, me voy ahora. No has de amenazarme, aunque un momento, el propósito está conseguido, no duras nada, ni aguantas la ardua tarea de teclear, además te necesito para una novela, maldito demonio, regresa, ya no hay dicotomía si te esfumas, aquí viene el punto y espero que continúes.
Cobarde.
27 letras y la infinita imaginación. Letras que vienen desde algunas profundidades, de otras sinceridades del alma y de curiosidades del espíritu.
Tren Literario

No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn
martes, 31 de agosto de 2010
lunes, 30 de agosto de 2010
Volver a escribir.
Volver a escribir es reinventar las historias del pasado, revivir los recuerdos y configurar las ideas para un nuevo orden (o caos). No todos los escritores se sacan los relatos de la manga, pues tienen memorias y viajes fotográficos que ensalzan con metáforas. Cuando escasean las aventuras reales, se hace uso de la imaginación, aunque el numeroso y reproducible crítico piense que de esa habilidad a la manga hay un corto trecho. No obstante, la imaginación también está empapada del tiempo olvidado.
Volver a escribir es cometer algunos errores que son parte de la obra maestra. No la insultan, la halagan. A escribir no se aprende. Escribir simplemente se ejecuta. Si se piensa demasiado en lo que se desea plasmar, las ideas se van al subi-baja, llegan unas y otras se van. Así pues, el bloqueo del escritor no existe, sólo se aparenta en formas de distracción, de pereza, de cansancio, de vicio, de tedio. Contar una historia no es difícil, pero inventarla y luego contarla es cosa aparte. Y sin darse cuenta, el escritor obtiene el estilo involuntariamente, emitiendo algunas notas parafraseadas de otros estilos. Leyendo y recordando, modificando y apropiando al propio texto para hacerlo ameno.
Volver a escribir es producir deleites y horrores. Las letras, según mi perspectiva, se hicieron para entretener, para ser saboreadas lentamente y luego digeridas con muchas proteínas mentales y vitaminas intelectuales. Letras elegantes y sarcásticas, como se acostumbra ahora, porque el ingenio lo pone además el lector y compite ya con frecuencia contra las sabidurías literarias. Al volver a escribir se vuelve a leer y, en algunos casos, se subleva el texto como con Fernando Savater en el panfleto. En otros, el texto se minimiza, se nos hace porquería, pero ya tuvo su oportunidad de existir.
Volver a escribir es cometer varias tonterías una tras otra. Esto es preferible a estar tras de una bobada literaria todos los días. Por eso no se borran las letras, se quedan por allí. El buen consejo: más vale escribir muchas frases de locura y sin sentido a llevarse largos años de la vida tratando de lograr el armatoste perfecto. Consecuencia: Sin querer, de algo que prometía ser monstruoso de repente se nos pule el diamante. Allí está, sin más, el mejor texto.
Volver a escribir es querer convertir un hilo roto de la camisa en una maravillosa vista microscópica de la construcción y manufactura de ese hilo. Por el contrario, a veces los grandes temas son los peores enanos. Y sin querer, en el texto inofensivo sobre una migaja de pan se halla el sentido del universo literario.
Volver a escribir es cometer algunos errores que son parte de la obra maestra. No la insultan, la halagan. A escribir no se aprende. Escribir simplemente se ejecuta. Si se piensa demasiado en lo que se desea plasmar, las ideas se van al subi-baja, llegan unas y otras se van. Así pues, el bloqueo del escritor no existe, sólo se aparenta en formas de distracción, de pereza, de cansancio, de vicio, de tedio. Contar una historia no es difícil, pero inventarla y luego contarla es cosa aparte. Y sin darse cuenta, el escritor obtiene el estilo involuntariamente, emitiendo algunas notas parafraseadas de otros estilos. Leyendo y recordando, modificando y apropiando al propio texto para hacerlo ameno.
Volver a escribir es producir deleites y horrores. Las letras, según mi perspectiva, se hicieron para entretener, para ser saboreadas lentamente y luego digeridas con muchas proteínas mentales y vitaminas intelectuales. Letras elegantes y sarcásticas, como se acostumbra ahora, porque el ingenio lo pone además el lector y compite ya con frecuencia contra las sabidurías literarias. Al volver a escribir se vuelve a leer y, en algunos casos, se subleva el texto como con Fernando Savater en el panfleto. En otros, el texto se minimiza, se nos hace porquería, pero ya tuvo su oportunidad de existir.
Volver a escribir es cometer varias tonterías una tras otra. Esto es preferible a estar tras de una bobada literaria todos los días. Por eso no se borran las letras, se quedan por allí. El buen consejo: más vale escribir muchas frases de locura y sin sentido a llevarse largos años de la vida tratando de lograr el armatoste perfecto. Consecuencia: Sin querer, de algo que prometía ser monstruoso de repente se nos pule el diamante. Allí está, sin más, el mejor texto.
Volver a escribir es querer convertir un hilo roto de la camisa en una maravillosa vista microscópica de la construcción y manufactura de ese hilo. Por el contrario, a veces los grandes temas son los peores enanos. Y sin querer, en el texto inofensivo sobre una migaja de pan se halla el sentido del universo literario.
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