Ellos,
delgados y veloces, se deslizaban en línea recta sobre sus patines grises.
—
¿No puedes ir más rápido?
—
Es todo lo que aguanto.
—
¡Aprisa, que ya no tenemos tiempo!
Uno
de ellos, al margen de la muerte segura, comenzó a volar antes de llegar al
final de la pista. El otro, por voltear a verlo, cayó del borde del cuaderno.