Dígale a un escritor que no puede escribir sobre alguna cosa y se lo tomará como un reto personal, como un desafío. Incluso funciona con los temas que no le son de tanto agrado. Escribirá en virtud de su operación de ensayo, en la que quiere debatir de ese modo paulatino y haciendo pausas, inyectándole al lector las ideas un paso a la vez para que las procese mejor.
Si es una musa la que le dice al escritor que no puede darle forma y contenido a algo, entonces se vuelve más necesaria que nunca. Hasta hace poco, las musas tenían un rol más pasivo. Solían pasearse por allí envueltas en pocas prendas, provocando las más diversas reacciones poéticas. La demanda era más bien muy inoportuna. El escritor la miraba y retrataba un cuadro literario para ella, como el regalo que hace un comprometido a su amada. Y si le placía, ella se iba dejando algún rastro para que el escritor la buscara.
Ahora es distinto. La musa es el agente necesario para provocar un estallido en la creación de la obra. Simbiosis muy necesaria. Es la musa moderna, en falda o pantalón, adecuada ella para las necesidades actuales. Incluso ella puede subirse a una motocicleta y dejar al escritor con la mente abierta para desafiar los nuevos tiempos y generar textos que rompen cualquier género. Luego se combinan: la poesía invade la prosa, la narrativa seca se impregna de dramaturgia, el ensayo trae un reloj en la mano para fingirse crónica. Mientras él menea los dedos sobre el teclado, ella se da vueltas en una silla de esas de oficina, mirándolo con un juicio interesante, prometiéndole que si el texto es lo suficientemente delectable, lo premiará con una leve caricia, un beso que irrumpe, un tacto que irá inequívocamente a parar a la hoja en forma de literatura transmutada.
Sin darse cuenta, según la evolución de lo escrito, a ella le emergerá de los omóplatos un par de alas bien confeccionadas, un halo o cuernos sobre la cabeza, un escurridizo enramado de flores y árboles diminutos que danzarán en torno al vientre. La musa dejará de ser un lujo y se torna necesaria, imprescindible. A veces impredecible. La sangre de ella, tibia, rápida, es compatible con la tinta que brota del espíritu del escritor.
No es extraño que si él deja mucho tiempo la escritura de lado, se acercará la musa, totalmente necesaria, con papel y pluma en mano, o con una máquina moderna. Y ella, con un tono muy suave y ojos tiernos como los de una fiera salvaje que ha sido conmovida por las letras, se acercará a los oídos del que escribe y le pedirá un texto así, de esa u otra forma. Le dirá que no puede hacerlo y entonces él aceptará cientos de veces más el desafío.
27 letras y la infinita imaginación. Letras que vienen desde algunas profundidades, de otras sinceridades del alma y de curiosidades del espíritu.
Tren Literario

No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn
domingo, 17 de junio de 2018
lunes, 1 de enero de 2018
Diálogos.
Este era un escritor que se tomaba sus diálogos tan en serio, que se salía a las calles a escuchar los diálogos de las personas para poder ser fiel a la realidad. Después se buscaba los escenarios y adaptaba todo a la conversación que había escuchado; aunque más bien eran unas conversaciones bastante aburridas que trataban sobre la carga del tránsito y los nubarrones que se acercaban cada día.
Fue en una de estas ocasiones que fue a ver una obra de teatro, pero al llegar a su casa y reproducir la conversación notó que estaba clonada y plagiada. Era el libreto de la obra. No obstante la obviedad de esta situación había decidido terminar de reescribir toda la obra. Por aquello de no entumirse y de hacer trabajar los dedos.
Entonces optó por ir a escuchar diálogos de niños y comenzaron a suceder cosas interesantes; sólo que las situaciones estaban ligeramente cortadas, porque los niños se daban cuenta de que él los espiaba y confundidos y temerosos se movían a otras partes, o regresaban a sus casas. Además eran bastante erráticos, porque luego gritaban y se hablaban todos al mismo tiempo y eso no se puede poner en un diálogo.
Finalmente se dio cuenta que en realidad eso de que uno habla y el otro escucha no siempre es efectivo; y que todos los autores mienten un poco, porque hacen que sus personajes digan mentiras y sean muy ordenados para hablar. Quiso saber cómo podía hacer para que el lector leyera dos voces distintas al mismo tiempo, así como uno oye dos simultáneamente.
Es así que, tristemente, los ojos no pueden traslapar esas voces y hay que leerlas por separado. A menos, claro está, que alguien lea y se oigan al mismo tiempo.
Fue en una de estas ocasiones que fue a ver una obra de teatro, pero al llegar a su casa y reproducir la conversación notó que estaba clonada y plagiada. Era el libreto de la obra. No obstante la obviedad de esta situación había decidido terminar de reescribir toda la obra. Por aquello de no entumirse y de hacer trabajar los dedos.
Entonces optó por ir a escuchar diálogos de niños y comenzaron a suceder cosas interesantes; sólo que las situaciones estaban ligeramente cortadas, porque los niños se daban cuenta de que él los espiaba y confundidos y temerosos se movían a otras partes, o regresaban a sus casas. Además eran bastante erráticos, porque luego gritaban y se hablaban todos al mismo tiempo y eso no se puede poner en un diálogo.
Finalmente se dio cuenta que en realidad eso de que uno habla y el otro escucha no siempre es efectivo; y que todos los autores mienten un poco, porque hacen que sus personajes digan mentiras y sean muy ordenados para hablar. Quiso saber cómo podía hacer para que el lector leyera dos voces distintas al mismo tiempo, así como uno oye dos simultáneamente.
Es así que, tristemente, los ojos no pueden traslapar esas voces y hay que leerlas por separado. A menos, claro está, que alguien lea y se oigan al mismo tiempo.
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