Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

domingo, 17 de junio de 2018

Musa necesaria.

Dígale a un escritor que no puede escribir sobre alguna cosa y se lo tomará como un reto personal, como un desafío. Incluso funciona con los temas que no le son de tanto agrado. Escribirá en virtud de su operación de ensayo, en la que quiere debatir de ese modo paulatino y haciendo pausas, inyectándole al lector las ideas un paso a la vez para que las procese mejor.

Si es una musa la que le dice al escritor que no puede darle forma y contenido a algo, entonces se vuelve más necesaria que nunca. Hasta hace poco, las musas tenían un rol más pasivo. Solían pasearse por allí envueltas en pocas prendas, provocando las más diversas reacciones poéticas. La demanda era más bien muy inoportuna. El escritor la miraba y retrataba un cuadro literario para ella, como el regalo que hace un comprometido a su amada. Y si le placía, ella se iba dejando algún rastro para que el escritor la buscara.

Ahora es distinto. La musa es el agente necesario para provocar un estallido en la creación de la obra. Simbiosis muy necesaria. Es la musa moderna, en falda o pantalón, adecuada ella para las necesidades actuales. Incluso ella puede subirse a una motocicleta y dejar al escritor con la mente abierta para desafiar los nuevos tiempos y generar textos que rompen cualquier género. Luego se combinan: la poesía invade la prosa, la narrativa seca se impregna de dramaturgia, el ensayo trae un reloj en la mano para fingirse crónica. Mientras él menea los dedos sobre el teclado, ella se da vueltas en una silla de esas de oficina, mirándolo con un juicio interesante, prometiéndole que si el texto es lo suficientemente delectable, lo premiará con una leve caricia, un beso que irrumpe, un tacto que irá inequívocamente a parar a la hoja en forma de literatura transmutada.

Sin darse cuenta, según la evolución de lo escrito, a ella le emergerá de los omóplatos un par de alas bien confeccionadas, un halo o cuernos sobre la cabeza, un escurridizo enramado de flores y árboles diminutos que danzarán en torno al vientre. La musa dejará de ser un lujo y se torna necesaria, imprescindible. A veces impredecible. La sangre de ella, tibia, rápida, es compatible con la tinta que brota del espíritu del escritor.

No es extraño que si él deja mucho tiempo la escritura de lado, se acercará la musa, totalmente necesaria, con papel y pluma en mano, o con una máquina moderna. Y ella, con un tono muy suave y ojos tiernos como los de una fiera salvaje que ha sido conmovida por las letras, se acercará a los oídos del que escribe y le pedirá un texto así, de esa u otra forma. Le dirá que no puede hacerlo y entonces él aceptará cientos de veces más el desafío.