Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

lunes, 30 de agosto de 2010

Volver a escribir.

Volver a escribir es reinventar las historias del pasado, revivir los recuerdos y configurar las ideas para un nuevo orden (o caos). No todos los escritores se sacan los relatos de la manga, pues tienen memorias y viajes fotográficos que ensalzan con metáforas. Cuando escasean las aventuras reales, se hace uso de la imaginación, aunque el numeroso y reproducible crítico piense que de esa habilidad a la manga hay un corto trecho. No obstante, la imaginación también está empapada del tiempo olvidado.

Volver a escribir es cometer algunos errores que son parte de la obra maestra. No la insultan, la halagan. A escribir no se aprende. Escribir simplemente se ejecuta. Si se piensa demasiado en lo que se desea plasmar, las ideas se van al subi-baja, llegan unas y otras se van. Así pues, el bloqueo del escritor no existe, sólo se aparenta en formas de distracción, de pereza, de cansancio, de vicio, de tedio. Contar una historia no es difícil, pero inventarla y luego contarla es cosa aparte. Y sin darse cuenta, el escritor obtiene el estilo involuntariamente, emitiendo algunas notas parafraseadas de otros estilos. Leyendo y recordando, modificando y apropiando al propio texto para hacerlo ameno.

Volver a escribir es producir deleites y horrores. Las letras, según mi perspectiva, se hicieron para entretener, para ser saboreadas lentamente y luego digeridas con muchas proteínas mentales y vitaminas intelectuales. Letras elegantes y sarcásticas, como se acostumbra ahora, porque el ingenio lo pone además el lector y compite ya con frecuencia contra las sabidurías literarias. Al volver a escribir se vuelve a leer y, en algunos casos, se subleva el texto como con Fernando Savater en el panfleto. En otros, el texto se minimiza, se nos hace porquería, pero ya tuvo su oportunidad de existir.

Volver a escribir es cometer varias tonterías una tras otra. Esto es preferible a estar tras de una bobada literaria todos los días. Por eso no se borran las letras, se quedan por allí. El buen consejo: más vale escribir muchas frases de locura y sin sentido a llevarse largos años de la vida tratando de lograr el armatoste perfecto. Consecuencia: Sin querer, de algo que prometía ser monstruoso de repente se nos pule el diamante. Allí está, sin más, el mejor texto.

Volver a escribir es querer convertir un hilo roto de la camisa en una maravillosa vista microscópica de la construcción y manufactura de ese hilo. Por el contrario, a veces los grandes temas son los peores enanos. Y sin querer, en el texto inofensivo sobre una migaja de pan se halla el sentido del universo literario.

1 comentario:

  1. Hablamos de escribir y escribimos sobre la labor de hacerlo algunos cuantos que tal vez no encontramos tema, pero andamos en busca de. Y no hablo del hecho lúdico o del pasatiempo, porque para pasatiempos, mejor una máquina del tiempo de elaboración casera, una resortera con capacidad para lanzar sandías o recordar tiempos mozos jugando unas cebollitas con la vecina de mejores bigotes más cercana, lástima que no encuentre una con quién hacerlo. Indagar el hecho del porqué vienen las letras y saber por dónde agarrarlas para que nos lleven siempre será más placentero y más productivo. Alinear la mente y tratar de resolver mediante, ya sea la prosa o el verso y después sin intentar poner género, una forma de adentrarse en la jungla de nuestro inconsciente que dictará hacia donde el ethos librará su pelea de gallos con el pathos. Creo que una pelea de pathos sería más interesante. Más debastadora, sacaría más chispas. El hecho es que para quienes dos tres creen que poseen un don, el afán de escribir es un reclamo y una función fisiológica que debe ser satisfecha y ejercitada a diario. Ser dragón que no se puede quedar con gases de combustión dentro, ser Magdalena que si se traga sus lágrimas se muere. No existe el bloqueo del escritor, existe el bloqueo en las intensiones de vivir. Habría que preguntarnos porqué llegamos a tal punto, porqué nos dejamos morir de esa forma, porqué andamos de quinceañeras existenciales. Hasta eso es tema. Me invito a reclamarme a diario, en cada palabra no destinada a mis palabras personales, morderme la lengua, por dejar pasar a la musa, por dejarla ser el objeto de mi indiferencia. Me invito a escribirme elegías por ser indiferente al aire que me da vida, al suelo que me da pasos, a los ojos que me regalan visiones, al cerebro que no termino de quitarle el celofán.

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