Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

domingo, 24 de abril de 2011

No es otra poesía del tiempo.


El tiempo tiene colgados en una de sus infinitas paredes, como trofeos de su inmortal viaje, los cráneos de millones de personas. Les ha devorado los ojos en sopa de sangre y los nervios se añaden al gran caldero de la sabiduría. Esto prueba que el tiempo sí perdona, porque ya no corre ni apresura a los dueños de las vidas que ya no existen.

            Si el tiempo se personalizara tendría los cabellos más largos del universo, dando vuelta a dos que tres galaxias y metiéndose por agujeros negros, pero no es humano el tiempo. Es la conciencia de los condenados a vivir. Vive de muertes, de historia, de cataclismos, de destrucciones. ¿O acaso se le registra de igual modo en una escena que no cambia durante diez años? Es un asesino progresivo, dichoso y altivo. Te clava la vejez sin que te des cuenta hasta que la llevas en el tuétano.

            “No tengo tiempo”, dice uno. ¡Qué estúpido es! Si no lo tuviera estaría muerto, enterrado a miles de décadas en el pasado. Alejarse de la mano del tiempo es olvidarse. Es un collar benigno que se marchita día con día. Es una pulsera maligna que te amenaza noche tras noche. Es un préstamo alterno. Nadie posee el tiempo y éste los posee a todos. Ingenuos.

            “Voy a matar el tiempo”, dice otro. ¡Semejante osadía, llena de falta de inteligencia! No puede quebrar lo abstracto, siendo abstracta ya la misma mente que piensa en lo abstracto primigenio. Edúcate, inculto, dirás mejor: “Voy a darle vida al tiempo”, asesinándote con permiso en cada actividad que realizas.

            Nunca les hables del tiempo a los niños, porque en ese momento comienzan a cronometrar su existencia. Los adultos envejecerán más rápido porque han contraído la infección viral del ciclón de Crono.

La furia se revela, el tiempo se enojó porque ni los cráneos trofeos resistieron el giro del planeta y el paso de los días. Y así el tiempo te colecciona la vida, luego la muerte y ve a saber qué cosa después…

sábado, 2 de abril de 2011

Absurdos con sentido. Desde la leche hasta la búsqueda de tesoros.


El chorro blanco cae sobre el vaso espiral y durante ese lapso mis ojos ya clavaron la vista en el jarabe de chocolate. Se viene corriendo la cuchara para aventarse un clavado y se arroja de cabeza hasta ahogarse dentro del remolino lácteo. Si tuviera boca ya se estaría bebiendo desde el fondo el dulce licor cremoso. Después de zarandearla como se debe, la vuelco de nuevo con sus hermanas metálicas y el sonido me recuerda a viejas casas donde se lavan los trastes.

            El sorbo me transforma los labios en sonrisa. Me quedo viendo el vaso por si acaso surge de allí dentro un pulpo de gomita. Es buen remedio para los males de ausencia de imaginación, así que la próxima vez que tenga invitados les ofreceré esta bebida prodigiosa. Pulpos con leche. Leche de pulpos. Pulpos en su leche y de leche los pulpos. ¿Qué trauma tiene el escritor éste con los octópodos? Pareciera que los idolatrara. Es que si se los mira bien, los pulpos son como los perros, te lamen, te abrazan, se esconden, son fieles cuando los has conocido.

            En las casas de muchos sobra el arte. Surrealismos y demás. ¿Quién iba a pensar que decoraría mi propia vivienda con cuadros de leche y de pulpos haciendo cosas raras? Fotos y pinturas de mi propia autoría. Y luego el colmo de la exposición: un pulpo sorbiendo leche con humanos de gomita.

            Una vez que he terminado de saborear este líquido blanco alucinante, me dirijo a la habitación y se me extravían las pupilas ahora en cuanta cosa pueden. Allá los libros, acá los juguetes, acullá las colecciones de trivialidades. Es como una búsqueda de tesoros en un territorio conocido, pero polvoriento. Y abro una caja y surgen cosas que había olvidado. Abro otra y parece rellena de basura. Me pregunto entonces cómo es que no tengo entre los tesoros un pulpo recortado de una revista. Ellos coleccionan tesoros.