No hallo peor preocupación literaria que los desatinos involuntarios, aquellos que se cometen con la torpeza, la ingenuidad y la falta de sustancia gramatical. Aquellos errores que ignorantes rozan el idioma barnizando la cultura con popularidad actual. Aquellos agujeros en este lenguaje que comienzan por ser desgracia, pero después bendición porque sería aburrido transitar siempre por oraciones perfectas. Sin embargo, se mueven. Salto entre las fallas con la tentación de corregirlas, conteniéndome siempre para respetar el susceptible dedo del novato.
Me llegan las malas ortografías como pinchazos a la musa contenida. Y después la musa sopla al oído que es arte en bruto, que debe permanecer intacto. Si no, ¿dónde quedaría la originalidad del texto? Y es entonces cuando me vuelvo al lado malévolo y perforo con taladros estos enunciados, con trabajo forzado, envileciendo la gramática adrede, para ver qué se siente. Y despedazo la ortografía. Y abandono la puntuación. Y no keda más remedio ke liberar a loz fonemaz y meter intruzoz pinchándome mazakrando el teksto en kada ezkritura.
RIP a un texto que se envileció por arte.
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