Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

martes, 22 de diciembre de 2015

El pájaro que no podía volar.

Cuando leí el título de esta historia, cruzó por mi cabeza la idea de que el pájaro iba a sortear toda una serie de incomodidades, aprendizajes y retos para que al final saliera volando como si nada, en un heroísmo autónomo. No me equivoqué, pues así lo relata el siguiente cuento, fiel y claro.

El ave cayó de su nido como plomo. Pese a los intentos de su madre por hallarlo, la espesura de las hierbas imposibilitó la tarea hasta darse por vencida. En otra historia cruel aquí hubiéramos colocado el punto final, sin más que decir. No obstante, vemos que los gusanos que cruzaban por allí llamaron la atención del crío. Con un poco de suerte, un niño que enterraba tesoros en la tierra de su jardín dio con el ave y la llevó a su casa para cuidarla.

Todas las mañanas se alimentaba de cereal y de papillas de fruta que el niño quitaba de su propia porción. Pronto todo comenzó a fluir como en familia, adaptándose al ritmo apresurado de la ciudad. Personalmente creo que debemos quitar este párrafo, pero lo dejaremos para que entretenga un poco y nos imaginemos cómo el pájaro se zambulle en el plato de leche. ¿Lo pueden ver? El plato es más o menos hondo.

Está de más mencionar al gato de la familia, que en este caso es el némesis del ave. Tranquilos. Sus características: leer el periódico todas las mañanas, beber leche al lado del ave, echarse en el sofá y jugar al buscapalabras. Más que seguir el cliché de los gatos por capturar diminutos objetos en movimiento, el felino se convirtió en el maestro zen del pájaro. Lo fue guiando, le mostró anatomía básica, le habló de los vientos, del clima y de la física. Todo, para preparar al ave hacia su destino final.

Cuando estuvo listo, el padre de familia se llevó al ave para su examen de vuelo, que aprobó con honores. Así, con gran regocijo, hoy el ave es piloto de un avión comercial. Sobra decir que el traje de piloto aviador le sienta de maravilla.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Rimas.

Las rimas son por lo general presentadas como unas doncellas bien vestidas, sincronizadas, esperando nuevos pretendientes para casarse. Cuesta trabajo reconocer a aquellas que están divorciadas, pues aunque podrían ir bien con otras palabras siempre les parece que deben esperar a una mejor. Entretanto, se divierten con algunas en lo que llega el vocablo indicado.

De tanto tiempo que pasa, las doncellas comienzan a aburrirse. No envejecen ellas. Dons. Siempre se mantienen perfectas al final de la oración preparante, en un muestrario de dulzura, candor y alegre vivarachez. Ellas prefieren los poemas cortos, con pocas estrofas y versos reducidos, para poder lucirse en la pasarela que precede a los puntos.

Nos parece que las rimas no saben de razón. Sus casas están hechas entre nubes de imaginería y latires imparables de corazones jóvenes de los poetas que las diseñan. Ellas son siempre. Siempre son. Dons. Las dueñas de un futuro que nunca llegó o que pisa los talones del poemario pero que aún no se asoma. A ellas no les importa el vestuario disonante, ni asonante. Ni cons.

Es más bien cómo se arreglan entre ellas para darle una categoría a la hoja. Véaseles patinando al final del renglón, solitarias, construyendo un poema pequeño al general, que es sólo para ellas. Dons.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Imperdonable.

Estimado Juan:

Las actividades evolucionan y los días cambian. Los proyectos van evolucionando a buen ritmo y nuestros clientes están satisfechos. Nuestro índice de ventas se ve como la espuma de una cerveza: va para arriba. En fin, todo ha ido viento en popa y habíamos considerado aumentarle el sueldo en un 10% por su excelente desempeño. Sólo que hay algo que aún no entendemos. Algo que ha cambiado el rumbo de su salario. Algo que nos mantiene al margen.

Charlamos con el comité y nos hemos enterado de los errores menores o imprevistos, que por supuesto hemos pasado por alto. Podemos perdonarle su falta de higiene, su presentación un tanto descuidada, su habitual impuntualidad que se lleva siempre de tajo unos 20 o 25 minutos, su descuido con algunos libros que llena de grasa, su falta de atención con los clientes, sus estornudos estrepitosos que interrumpen a algunos lectores en la sala, el olor tan agudo del cloro que no diluye, la música que trae demasiado volumen en su dispositivo móvil y su voz no hecha para el canto. Todo ello se opaca un poco con la limpieza que usted se encarga de dar a los anaqueles.

Lo que no vamos a perdonarle nunca es que entre tantos libros, personas que charlan con usted, capacitaciones y talleres de cuentos, haya tenido el descaro de corregir un libro nuevo, sustituyendo la palabra "paciencia" con "pasiensia". Corregir lo correcto no lo hace más correcto.

Hemos decidido disminuirle el sueldo en un 10%. O bien, si lo prefiere, puede presentar su renuncia.

Atte.:

Dalia.