Las rimas son por lo general presentadas como unas doncellas bien vestidas, sincronizadas, esperando nuevos pretendientes para casarse. Cuesta trabajo reconocer a aquellas que están divorciadas, pues aunque podrían ir bien con otras palabras siempre les parece que deben esperar a una mejor. Entretanto, se divierten con algunas en lo que llega el vocablo indicado.
De tanto tiempo que pasa, las doncellas comienzan a aburrirse. No envejecen ellas. Dons. Siempre se mantienen perfectas al final de la oración preparante, en un muestrario de dulzura, candor y alegre vivarachez. Ellas prefieren los poemas cortos, con pocas estrofas y versos reducidos, para poder lucirse en la pasarela que precede a los puntos.
Nos parece que las rimas no saben de razón. Sus casas están hechas entre nubes de imaginería y latires imparables de corazones jóvenes de los poetas que las diseñan. Ellas son siempre. Siempre son. Dons. Las dueñas de un futuro que nunca llegó o que pisa los talones del poemario pero que aún no se asoma. A ellas no les importa el vestuario disonante, ni asonante. Ni cons.
Es más bien cómo se arreglan entre ellas para darle una categoría a la hoja. Véaseles patinando al final del renglón, solitarias, construyendo un poema pequeño al general, que es sólo para ellas. Dons.
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