Reservé dos asientos para el Boulevard de la Luz. Los precios son caros pero la comida es de una calidad insuperable. Tienen estilo, visión, sabor y especias traídas del otro lado del mundo. Suele escucharse música suave de jazz o bossanova. Los asientos están divididos visualmente por macetas con arbustos rojos y verdes.
Sobra decir que todo el personal brinda un trato de excelencia. No interrumpen ni molestan a menos que se presione el botón de llamado para pedir otro platillo.
Hoy estoy de pie cerca de la entrada, esperando a Mercedes. Ella llega puntual, con un vestido negro escotado. Sus zapatillas hacen que el conjunto que lleva puesto parezca de aparador. Sus manos dejan ver un esmalte de uñas recién hecho, como de muñeca de escaparate. Pronto la tomo cuidadosamente y la llevo a nuestra mesa.
Después de unos aperitivos, disfrutamos la comida y ella sabe perfectamente qué utensilio usar en qué momento. No importa que nos hayan adornado la mesa con doce o trece instrumentos metálicos. Nuestro mesero se comporta gentilmente. Bebemos café y ella está a punto de terminar los últimos trozos de carne de su langosta.
En ese momento se aparece Meche y lo estropea todo. Lleva los platos corriendo a la cocina. Todos la miran, todos la critican. Entra directo a los fregaderos y comienza a tallar su plato con vehemencia. Se quita los zapatos. Con protocolo, algunos meseros y jefes de cocina le piden que abandone el lugar y regrese a la mesa.
A mí sólo se me viene mi suegra a la cabeza. La detesto y la odiaré el resto de mi vida por haberle enseñado a mi Mercedes a convertirse en Meche. Por hacer ley de un simple: "la gente que tiene educación lava sus trastes".
27 letras y la infinita imaginación. Letras que vienen desde algunas profundidades, de otras sinceridades del alma y de curiosidades del espíritu.
Tren Literario

No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn
martes, 14 de junio de 2016
lunes, 13 de junio de 2016
Eterna luz u oscuridad.
La eterna luz: aquella propiciada por dos o tres soles de mediana intensidad que siempre dan vueltas alrededor del planeta. Aún así, se crearían grupos de rebeldes para disfrutar de la oscuridad subterránea.
La eterna oscuridad: aquella donde no hay ninguna fuente de iluminación excepto algunas estrellas lejanas. El calor se genera por medio de un núcleo del planeta pequeño, que mantiene tibia toda la superficie. Los rebeldes tendrían salones iluminados para (según sus creencias) absorber energía.
Ahora, si lo anterior no es un poema, hay que entregarle la dicotomía a un niño que conozca ambos mundos para que se convierta en dios de su creación en binomio: la luzcuridad.
La eterna oscuridad: aquella donde no hay ninguna fuente de iluminación excepto algunas estrellas lejanas. El calor se genera por medio de un núcleo del planeta pequeño, que mantiene tibia toda la superficie. Los rebeldes tendrían salones iluminados para (según sus creencias) absorber energía.
Ahora, si lo anterior no es un poema, hay que entregarle la dicotomía a un niño que conozca ambos mundos para que se convierta en dios de su creación en binomio: la luzcuridad.
lunes, 6 de junio de 2016
Poesía visual.
Él me llevó por un sendero con los ojos vendados. Mientras caminaba de su mano pude oler el perfume de mis flores favoritas. Caminé con cuidado hasta que me dijo que me quitara las zapatillas. Allí, con algo de miedo, sentí el pasto como una alfombra que acariciaba mis pies. Entonces me desató la venda y me quedé mirando algo en el suelo.
Había una piedra con una flor encima que tenía los pétalos a la mitad. Alrededor había montones de arena donde estaban plantadas pequeñas ramas. Pude contar como cinco o seis cuenquitos repletos de agua.
Él tomó una zarza y me pinchó un poco el pie. Las gotas de sangre cayeron en la flor. Luego se sentó y dijo que era digno de admirarse.
Había una piedra con una flor encima que tenía los pétalos a la mitad. Alrededor había montones de arena donde estaban plantadas pequeñas ramas. Pude contar como cinco o seis cuenquitos repletos de agua.
Él tomó una zarza y me pinchó un poco el pie. Las gotas de sangre cayeron en la flor. Luego se sentó y dijo que era digno de admirarse.
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