Tren Literario

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No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

martes, 14 de junio de 2016

Meche.

Reservé dos asientos para el Boulevard de la Luz. Los precios son caros pero la comida es de una calidad insuperable. Tienen estilo, visión, sabor y especias traídas del otro lado del mundo. Suele escucharse música suave de jazz o bossanova. Los asientos están divididos visualmente por macetas con arbustos rojos y verdes.

Sobra decir que todo el personal brinda un trato de excelencia. No interrumpen ni molestan a menos que se presione el botón de llamado para pedir otro platillo.

Hoy estoy de pie cerca de la entrada, esperando a Mercedes. Ella llega puntual, con un vestido negro escotado. Sus zapatillas hacen que el conjunto que lleva puesto parezca de aparador. Sus manos dejan ver un esmalte de uñas recién hecho, como de muñeca de escaparate. Pronto la tomo cuidadosamente y la llevo a nuestra mesa.

Después de unos aperitivos, disfrutamos la comida y ella sabe perfectamente qué utensilio usar en qué momento. No importa que nos hayan adornado la mesa con doce o trece instrumentos metálicos. Nuestro mesero se comporta gentilmente. Bebemos café y ella está a punto de terminar los últimos trozos de carne de su langosta.

En ese momento se aparece Meche y lo estropea todo. Lleva los platos corriendo a la cocina. Todos la miran, todos la critican. Entra directo a los fregaderos y comienza a tallar su plato con vehemencia. Se quita los zapatos. Con protocolo, algunos meseros y jefes de cocina le piden que abandone el lugar y regrese a la mesa.

A mí sólo se me viene mi suegra a la cabeza. La detesto y la odiaré el resto de mi vida por haberle enseñado a mi Mercedes a convertirse en Meche. Por hacer ley de un simple: "la gente que tiene educación lava sus trastes".

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