El otro día llovieron unos versos.
De esos pesados, de hierro.
Destruyeron los tejados
e hicieron añicos los carros diversos.
Se abrieron las nubes,
así nada más.
Los escribió un dios
para presumir sus rimas
y destruir las tarimas
como diciendo adiós.
En una gran estrofa,
que era un tsunami
la playa devoró a todos.
Para el dios que se mofa,
no es más que una poesía
que hasta la rima pierde
con tal de ver fragmentos volando
de cosas, de vidas, de caos.
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