El público está conformado principalmente por niños, porque a ellos les fascina ver cómo nace la literatura. La explicación más lógica de por qué la pluma flota es excepcionalmente simple: ha pertenecido a un ave y guarda en la memoria los recuerdos del vuelo. Tantos viajes que rememorar. Ellos creen que la pluma debe viajar mucho para reconocer los rostros del mundo; pero se pierde en algún punto y añora después el ave que la ha dejado caer, así que debe regresar a su origen.
Es obvio que la pluma no habla; pero dibuja. Y en esas ilustraciones temporales que se desvanecen después de algunos segundos está su historia. Allí aparecen, en ese primer acto de su función, algunas caras y personas. Luego aparece el ave, pero los niños no pueden distinguir si es un cisne o un ganso, porque las formas son difusas.
Los niños desean un espectáculo completo. Así que el telón también debe cerrarse, con todos los protocolos. La pluma comenzará a convertirse en un ídolo: se acercarán todos a solicitar el autógrafo de ese artilugio flotante y cambiante. Se irán a sus casas con la promesa de que la pluma hará un segundo acto, el día de mañana.
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