Los repartieron hace milenios. La gente no sabe. Los volcanes son respiraderos, porque a veces encienden sus hogueras majestuosas para recordar el sueño de miles de años atrás. Juegan repentinamente con la humanidad, la vaporizan como muñecos de plástico durante una ola intempestiva. Un incendio como la boca del infierno. Una erosión como la mente sin recuerdos.
Permanecen dormidos, pero se mueven. El día que despierten, ese día, se termina el mundo. Ya no hay héroes místicos que los enfrenten, sólo un puñado de masas que no sabe a dónde se dirige.
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