Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

miércoles, 27 de agosto de 2014

Páginas.

Ella. Sin nombre. Sólo ella. Cándida, constituida de mezcla de sangre de varios colores. Lo que la hace diferente es que trae una estrella enredada en el cabello. Un cometa que nunca acaba de caer al cual siempre me refiero como su mascota. Tras servirse un postre cierra la puerta de la cocina y escapa a su habitación siempre iluminada. Allí se pone a leer a las personas: ésta es así, ésa es grande, aquélla azul, el otro es un maldito, esos son grises, él es encantador.

Todo lo tiene en un reducido espacio: cocina, sala, comedor, jardín y estudio. Salta entre las páginas, diseña todo con letras. Se asoma entre las hojas para mirar la biblioteca. Duerme boca abajo y se funde con el papel. La cama flota, ella sueña que es de madera de sauce bajo una lluvia generosa de agosto.

La interrumpen. Ella es invisible en la página 76. Las oraciones subordinadas, los verbos, las puntuaciones y los párrafos la disfrazan. Ella mira directamente al lector, pretende amarlo, le grita. "Cosa bella son los ojos", dice en otra página. Él la ignora, no la ve, sólo se fija en las vísceras morfosintácticas. Se levanta entonces una atmósfera de tristeza, grande como el volumen del libro.

Ella le muestra sus cosas, su ropa, sus utensilios, sus sueños, las maravillas del mundo, los discursos prohibidos, una luna vacía, incluso se desnuda, pero él continúa ignorándola.

Tras correr con desesperación, ella consigue un cura para que los case mientras dure la vista del apuesto lector en la página 125. Todo es tan rápido y tan lento. Felices para siempre, hasta que otro libro los separe. Ella sabe que al final morirá cuando la cuarta de forros la rebase. Y se muere de angustia cada vez que sus ojos siguen los de él línea tras línea.

El temido punto final. La conclusión de la segunda reimpresión. En la biblioteca todos engañan a todos. Y ella, sin nombre, tan cándida, tan sutil, con la tristeza del tamaño de Júpiter, se deja caer al vacío esperando que un incendio o una inundación la borre de las páginas para siempre.

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