Velocidad es igual a líneas paralelas que se tocan en el último fondo de la perspectiva. Al menos, eso es para Beatrice. Modelo delgada, edad suficiente, atrevida, entusiasta, colecciona pistas.
Beatrice no es capaz de sólo ver una autopista hacia el infinito donde las montañas comienzan a aparecer. A ella le gusta ir cada vez más rápido sobre el punto de fuga. "Mientras todo sea recto...", dice. Primero comienza con un zig zag estupendo, dejando ver todo su esplendor. Danza un poco y comienza a elevar la velocidad hasta que siente que flota. Quiere alcanzar en poco tiempo las prometedoras montañas para comprobar que no es un simple tapiz que la engaña. Porque eso hacen las autopistas luego: la perspectiva miente y lo que parecía ser un castillo con muros imponentes se vuelve ruinas cuando cambia el ángulo. "A lo lejos casi todo es mentira...", dice.
Hoy por la mañana la tomé de la mano y me invitó a ir con ella. Me prometió que resistiría cualquier velocidad que ella alcanzara y que no me desintegraría en el intento. Por si las dudas no desayuné para evitar accidentes. Todo comenzó como un juego y en el fondo, al final donde las líneas paralelas de la autopista se unen, se veía el cielo despejado. Ella comenzó a danzar y después elevó la velocidad. En realidad estábamos flotando. No recuerdo en qué momento dejé de sentir el suelo y veía como las líneas-guía se acercaban, igual que cuando uno ve las luces-láser de los túneles de un tren subterráneo.
De pronto se nos terminó la pista y Beatrice seguía flotando hacia el cielo. Su velocidad le daba alas. No me importó seguirla hasta donde tuviera que llegar. En pleno vuelo dejé de escuchar el viento. Comencé a observarla con detalle: los cristalinos y filosos patines que envolvían sus delicados pies, su vestido plateado con lentejuelas que parpadeaban al sol, su determinación para seguir adelante y su rostro perfecto con los ojos cerrados. Su cabello revoloteando atrás y dejando un rastro de tinta. De pronto me soltó la mano y caí sobre otra hoja de papel, no sin dar cientos de vueltas antes de detenerme por completo.
A los pocos minutos llegó Carlotte. Me ayudó a levantarme y me dio la mano. Sus patines eran azules y su vestido parecía una flor invertida. Aún me faltaban muchas travesías.
Las letras convertidas en modelos.
Las plumas vueltas patines.
Las pistas hechas páginas de libros perdidos.
Nunca es tarde para danzar otros fragmentos.
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