II
Románticos aliados se suponen los astros
inyectando inspiración diáfana y divina,
cuídate poeta, no sea tu luna asesina,
añicos tus versos de cuarzo y alabastro.
Nube negra y geografía su diosa,
alitérate palabra, lluvia la pluvia fluye,
sin olvidar el estallido un ogro celeste.
Corre huye del agua desastrosa
porque tu tinta pronto se diluye.
En la colina el escritor callado,
ostentando un falso estar de sapiente.
No le muevas al molino de la mente
si tus poemas ya se han esfumado.
Bosque verde, verde y espeso,
buen escondrijo para el creador inocente
con enamoramiento arrebolado.
¿Cómo te atreves, intruso insolente
a entrar así de ideas tieso?
Oro en plata y sueños de amatista,
desperdicio es para regalo de amorío.
A buena avaricia porque sólo en mí confío
y de gemas, orgullo coleccionista.
Uy, se quedan los cuerpos pegados.
Ya murieron de cruel agotamiento.
Muerte y vida nueva,
en cada sacudida y movimiento
los amantes de placer acribillados.
Una flor para esa alma corrupta:
rosa, lo de siempre y tulipán.
El hambre se cura con grande pan
y una cena de caricia abrupta.
Es futuro este tiempo y sugiere
que la amada ya está harta de palabra.
Lo que quiere, mire entre líneas
es un baile impetuoso que le abra
el deleite húmedo y desespere.
Luego el hielo y frágil escarcha.
Dos siluetas pletóricas de paz.
Por la ventana entra de luz el haz
y mira qué risa: ella se marcha.
Se consume la dicha lumbre
entre nieves y suspiros de helado,
toma tu verdad poeta,
muerto en vida estás tirado
en tu cama y sueño de costumbre.
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