Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

lunes, 13 de agosto de 2012

Elucubración.

Los buenos escritores, los malos escritores. Me quedé pensando en esta dicotomía y no doy de manera precisa con la respuesta. No hay respuesta, porque también pienso en los buenos y malos lectores. Unos dicen que hay que escribir para provocar, de manera sencilla y amena. Y voy recuperando poquitos consejos de aquí y de allá, sin llegar a una receta magnífica.

En México les gusta, por ejemplo, enmarcar y ensalzar la oscura realidad de las transgresiones del país y las peores condiciones. Que lo hacen para provocar y crear conciencia, dicen. Es la realidad aumentada con la lupa del que escribe: una violación, la personalidad de un asesino, las drogas y la interminable guerra que siempre está en repetición y "loops". La sangre, la muerte, el sexo, la traición y las mentiras. Y al mexicano le gusta, le llega, lo analiza y critica. Por allí saldrá alguno que diga: "yo conocí a un dealer como el de esta novela".

Además la mayoría disfruta de esa representación de realidad aumentada. Odian el escape hacia los mundos mágicos de otros escritores. Aquí se vive al día, con las noticias de la mañana oliendo a morbo, a grosería y a otra estúpida muerte. Si alguien escribe un análogo de "Alicia en el país de las Maravillas" es porque seguramente ya se metió marihuana o alguna otra cosa que lo zarandeé más fuerte. Y de repente la fantasía es literatura para enfermos mentales, porque nos obligan a quedarnos con un México lleno de gusanos putrefactos. ¡Qué bien! Una novela que me habla de la corrupción (ya es cliché, desgraciadamente) en esta política, como si no fuera suficiente vivirla día con día. Lo malo no es la novela, sino su copiosa insistencia en otras muchas de lo mismo, que ya ni provocan ni nada porque eso es lo normal.

De niños nos enseñan los mejores cuentos con finales felices, la magia y el deseo, la posibilidad de un sueño hecho realidad. Y de pronto, al crecer, nos guillotinan de tajo para rellenarnos con más muerte, drogas, dinero robado; de allí podemos sacar muchos temas a las novelas de hoy en día. Todos nos alimentamos, en mayor o menor medida y sin querer, de una escena con sangre que ya salió en la portada del periódico.

Creo que nos hemos hecho pesimistas. Nos han metido en la cabeza que conociendo muchos ejemplos de lo que sucede vamos a crear conciencia. A base de golpes de morbo. Quizá he sido mal lector y no he sabido apreciar esas realidades, porque me he quedado con un mal sabor de boca. Tal vez he sido mal escritor y no lo sé, ha habido pocos que me han hecho críticas.

Recuerdo que solía escribir con muchas redundancias, con palabras pomposas y adornadas, como si eso fuera a sorprender a los lectores. Y luego el abuso de eufemismos, porque me sonaban obscenas las palabras como puta, chingada, sangre. Ya olía el líquido rojo nada más de leerlo, y era fétido, pesado, asqueroso. Quizá he sido mal escritor por no provocar, por refugiarme como un egoísta dentro de los temas que me enseñaron de niño.

Ahora me parece que a los niños se les construye un mundo ficticio: una isla, unas alas, unas casas en el árbol, magia en los corazones. Por otro lado es de adultos amar, sufrir, matar, mentir, disparar una pistola, fumarse un venenoso cigarro y tratar a todos como perros. Y algunos mexicanos gozan de esta parafernalia. ¿Por qué el personaje va a tener un final feliz si todos tienen una vida de mierda, insatisfecha? Si ademas así es el amor, una falsedad que siempre termina mal, dicen. Dales sueños a los niños y luego arráncaselos cuando vean dónde y cómo se vive.

No voy en contra de estar al pendiente de la situación del país y de confrontar las malas realidades, pero sí me doy cuenta que cada cual tiene su escape: la tele, el fútbol, las revistas, los amigos, los libros, la escritura, el arte. Y en cuanto a los libros, me parece que efectivamente no logran disfrazar ni amenguar la realidad. Por ello salieron esas diatribas contra los de autoayuda, por sonar ridículos en este paradigma de la sociedad maldita, los esquemas contrastantes entre pobreza y buena vida, hambre y diputados con cortes de pelo de diez mil billetes. "Sea feliz", dicen, en un mundo donde todos te arrojan excremento.

Y me surgen en la cabeza temas como los de los escritores que no maduraron porque se pusieron a redactar historias para niños. El sueño perdido, la ilusión inexistente, dicen.

Y me pongo a pensar que los escritores no son moneditas de oro, ni de plata, ni de estaño ni nada. Y ser bueno o ser malo es, entre otras cosas, condición en identificar cómo se sienten algunos lectores cuando lo leen. Algunos se van hacia ese escape: los personajes que le dicen que sea feliz, para olvidar que por la mañana apareció un colgado del puente porque era un soplón que reveló que llevaban una camioneta llena de cocaína. Porque sí, porque casi siempre la realidad apesta. Porque en el mundo hay "bullying" de adultos y hay gente que te sigue chingando como puede. O será que a algunos mexicanos les gusta ver cómo se joden otros.

Quizá hay que escribir para olvidar que, efectivamente, la realidad apesta a sangre, muerte y corrupción. Y si algunos escriben sobre eso, para no olvidar ser precavido ante lo deplorable de la decadencia y peor condición humana.

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