Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

domingo, 31 de marzo de 2013

No saber morir.

El corazón, protagonista de múltiples desengaños, no sabe morir.

Podrán envenenarlo hasta el cansancio con filosas palabras. Llenar hasta el borde sus ventrículos con cizaña. Clavar en sus movimientos ardientes: malignas y desdeñosas miradas. Cortarle muchas venas y pretender desangrarlo.

Cegarlo con celos destructivos y cataclísmicos. Perforarlo con finas dagas diplomáticas. Comerlo desde el interior, incinerándolo parcialmente. Estrujarlo y hacer vibrar todo el pecho, las costillas, sacarlo por los ojos en cristales líquidos. Hacer nudos en sus arterias para asfixiarlo de desamor.

Lo han teñido de negrura. Trastornado y vuelto malévolo. Cruje. Con cada herida se retuerce y luego forma un gigantesco callo que todo lo protege. Se envuelve en sus capas de refugio.

Pero sigue latiendo...

El día que se detiene no ha muerto del todo. Se resiste. El paro cardíaco es sólo una pausa en la que reflexiona. El cerebro lo da por muerto. Minutos después está en otro cuerpo nuevo, llenando de vida todos los túneles del nervio humano.

Después del trasplante continúa latiendo, porque el corazón no sabe morir, aunque el cerebro se empeñe en engañarlo y convencerlo de que también la sangre se oxida.



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