El sr. Buffa se levanta todas las mañanas bajo un sol de trigos, justo allá en el horizonte, pintando una odisea con nubes y aves borrosas.
Sirve el café. En la única calle ruedan casi por azar algunos autos. Buffa ha llegado a contar hasta 25 en un día con mucha actividad. Salen los niños. La pelota intercambia manos infantiles. El sr. Buffa se estira, bosteza y abre luego una puerta abajo de su casa. Esta conduce a un taller de relojería con múltiples repisas, instrumentos y sueños de otros en manecillas congeladas.
Después de reparar diez o quince, va al comedor a devorar peperoncini farciti al Tonno, junto con botellas de vino fuerte y otras creaciones deliciosas. Celebra con su esposa el día. Cada vez que acerca su copa a la de ella dice "chin chin". Ríe a carcajadas. Termina.
Se asoma por la ventana, mira las montañas y se deja hundir en un sillón de jardín, donde los próximos cuarenta y tantos minutos roncará como si hubiera competencia.
Si alguien lo mirase desde lejos notaría que no es él quien ama su hogar. La Toscana lo ama a él. Con su brillo particular en los ojos, con su sonrisa inagotable y unos días que parecen salidos de un cuento. Con su noche estrellada y la promesa de que el siguiente sol será idéntico al anterior: tranquilo, largo, único. Pero también diferente: más sonrojado.
Suena el teléfono.
Del otro lado, de una ciudad de América, se escucha el flujo de bocinas atragantándose entre motores. Una conversación de negocios. Se apresura. Justo en ese momento, el sr. Buffa añora regresar a la Toscana. A su hogar.
Sólo le basta colgar y asomarse por la ventana para olvidar aquel infierno donde ya no caben los coches. Y se pregunta cómo es que algunas personas pueden vivir sin vino, sin sol de trigos, sin peperoncini.
Una semana.
Un turista pinta desde lejos un retrato del hogar del sr. Buffa. Luego se le agotan las vacaciones, se lleva su cuadro y se regresa a Nueva York. Se expone la galería.
Mientras algunos críticos de arte observan la pintura donde el sr. Buffa aparece, otros creen que ese cuadro tiene vida y que en cualquier momento se pondrá el sol de óleo al mismo tiempo que anochece en Nueva York que nunca duerme.
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