Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

domingo, 15 de junio de 2014

Antiguos Yis Ir.

Iletrado, decían los antiguos Yis Ir, no es aquél que arraigándose en su analfabetismo desconoce las maravillas escritas. Más bien será aquél que conociendo al pie de la precisión los símbolos, uno por uno, los desprecie y olvide.

Si por fuerza mayor de un golpe en la cabeza, un miembro de la civilización olvidaba lo aprendido, quedaba desletrado. Se sometía a recuperación de los símbolos o bien a nueva adquisición de ellos.

Por gusto y voluntad resultaba difícil que uno olvidase toda la sabiduría registrada, pero no lo exentaba de despreciar obras de nueva creación.

Iletrado era, en sentido estricto de significado, aquél que se separaba voluntariamente de los registros, de la historia, de los libros y toda creación literaria.

Por omisión, los que aún no eran aptos para comprender el conjunto de símbolos eran más bien (y mejor dicho) ignoradores innatos de la riqueza escrita. A éstos se les perdonaba la falta, puesto que todavía tenían que conseguir la herramienta para fabricar el tejido del conocimiento.

Finalmente, los desletrados por castigo de consejo, los peores, tenían terminantemente prohibido acceder a cualquier fuente de información, en consecuencia de algún acto destructivo previo. Si atentaban con mirar a escondidas algún libro se les quemaban los ojos. Los oídos eran incinerados si escuchaban alguna historia importante y la boca cosida si compartían información a los ignoradores innatos.

El castigo más cruel era el de las manos. Si los desletrados osaban escribir algo nuevo, éstas eran separadas de sus cuerpos originales y servían de exposición en museos horrorizantes donde se contaba la historia del perpetrador y por qué había terminado una parte de él allí.

Alguna placa mostraba: Desletrado por destrucción de libro. Intentó escribirlo de nuevo.

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