Dormir los panes y arroparlos en la mesa para después tomarse un sueño.
Cantar a las frutas para que crezcan más rápido y alimentarse con óperas de cámara.
Dibujarse un niño en la entrada e instruir pinturas para que se comporten como deben y que nunca abandonen sus cuadros.
¿Cuáles sino éstas, incoherencias de la poesía, nos llevan más ventaja que una prosa tristemente narrada?
Entenderemos, musa, las letras como efectivos dardos y las palabras como el veneno que lentamente nos transforman en criaturas bellas y oscuras del lenguaje.
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