Un "smoking" caminando dentro de un edificio y un vestido que entra sigilosamente en el ascensor. Las voces se desvanecen, cada vez más transparentes, más diáfanas, menos presentes. Pronto los maniquíes de los centros comerciales cobran vida y caminan sin hablarse, sólo buscando fundirse con los envoltorios de la tienda. Los rostros realmente están desdibujados y uno sabe que alguien sonríe porque los músculos contornean los maxilares y los pómulos. No hay ojos para ojos ni voces para oídos.
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