Tan natural es el enemigo, tan conocido, blando, casi transparente, lo conoces mejor que nadie, te ha hecho sangrar los pulgares por puro deleite.
Has tenido muchas ganas de estrujarlo hasta que pierda la forma, que no se le pueda leer el rostro, que de tan feo lo tengas que enviar a la tumba para siempre.
Hay enemigos que no puedes transformar. Son vacíos, no razonan ni quieren hacerlo, se quedan estancados carcomiéndote la vida de letras. La pluma de cisne en vez de tinta: sangre. Luego hacen que te golpees la cabeza, quieren contagiarte su enfermedad de vacuidad.
Cuídate de las hojas en blanco. Son los peores.
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