Las palabras son volátiles como un barril de pólvora. Llega un buen hombre y las carga y las almacena. Cuando tiene un arma literaria las dispara con gentileza. Todo funciona de maravilla.
Sin embargo, también puede llegar un mal hombre y las carga y las acumula de mal modo, con mala fama y con muy mala costumbre. Las mancha, las embrutece, las ridiculiza, las destruye y las deforma. Luego tenemos mucho monstruo deambulando por ahí, que en realidad no son tan malos, si tienen conocimiento de causa.
Bien por arte y por ego, un conocedor puede mover sus palabras sin hacerlas explotar. Va y adopta algunos monstruos para embellecerlos, con gracia y estilo. Para que no se sientan solos, hace obra de caridad y construye uno que le brota de su alma, así, tuerto de acentos y mutilado de ortografías, para que haga compañía sana y con el tiempo cure a los demás de sus males.
27 letras y la infinita imaginación. Letras que vienen desde algunas profundidades, de otras sinceridades del alma y de curiosidades del espíritu.
Tren Literario

No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn
lunes, 16 de noviembre de 2015
sábado, 14 de noviembre de 2015
Teatro sencillo.
En todas las funciones él se sentía incómodo. Pocas veces fue a los ensayos porque sentía que no estaba dando el máximo. Ángel le dejó tarea varias veces:
— Debes estudiar a tu personaje, sentirte un rato él. Como en casa, allí tranquilamente, ¿qué hace tu personaje? ¿Cómo se siente?
La chica con la que trabajaba no le hablaba, ni en la función ni en los vestidores. Todos intentaban meterse en sus personajes y para cuando terminaba la función ella ya estaba hablando con alguien más.
El director había dicho que eso de no dejar nunca el personaje entre telones era para dar mayor dinámica a la obra. Todo fluía más rápido. No había mucho que acomodar ni tantos cambios que hacer.
El día de la función más importante él se desmoronó. Arrojó todo por la borda, sus horas de preparación, sus estudios, su personaje. Todo se fue a la basura. Tras desmoronarse, se levantó libre de su disfraz, harto de ser pisoteado durante 2 horas. Los espectadores, atónitos, sólo escucharon una frase fuera de libreto:
"¡Ya no soporto ser un maldito puente de utilería!"
viernes, 13 de noviembre de 2015
Ideas.
Casi nadie sabe que al cruzar el espejo, mientras se vacila entre dormirse y despertarse, se hallan las ideas pensadas, no escritas y olvidadas. Una vez en ese punto, del otro lado idéntico de la habitación, cruzando el reflejo, hay que tomar la medida de un pescador de viento y sacar una red para capturar en el aire todas las ideas sueltas.
Si se les corretea, la corriente aumenta y sólo provocamos la huida. Si se les espera, no caerá nada en la red. La mejor instrucción consiste en moverse completamente como una idea propia, intentando hacerse frase con las otras ideas, haciendo uso de esas luciérnagas que son en realidad conjunciones.
Puesto que las ideas olvidadas evolucionan de distinta forma que las que aún nos quedan, pronto creeremos que no son nuestras. Son, materialmente dicho, como huevos de los cuales pueden surgir distintas aves salvajes que no van a hacernos caso, nos picotearán y aletearán. En este punto nosotros debemos adaptarnos a la idea salvaje y no al revés. Hay que preguntarse cuántas ideas huevo andan quebrándose por ahí y cuántas aves horrendas acechan. Otras quedan al abandono.
Ante estas circunstancias invasivas, lo mejor es volver del otro lado del espejo y apurarse a despertar, tomar una pluma y ver si las ideas recapturadas no se han fugado de nuevo.
Si se les corretea, la corriente aumenta y sólo provocamos la huida. Si se les espera, no caerá nada en la red. La mejor instrucción consiste en moverse completamente como una idea propia, intentando hacerse frase con las otras ideas, haciendo uso de esas luciérnagas que son en realidad conjunciones.
Puesto que las ideas olvidadas evolucionan de distinta forma que las que aún nos quedan, pronto creeremos que no son nuestras. Son, materialmente dicho, como huevos de los cuales pueden surgir distintas aves salvajes que no van a hacernos caso, nos picotearán y aletearán. En este punto nosotros debemos adaptarnos a la idea salvaje y no al revés. Hay que preguntarse cuántas ideas huevo andan quebrándose por ahí y cuántas aves horrendas acechan. Otras quedan al abandono.
Ante estas circunstancias invasivas, lo mejor es volver del otro lado del espejo y apurarse a despertar, tomar una pluma y ver si las ideas recapturadas no se han fugado de nuevo.
jueves, 12 de noviembre de 2015
Ya no más.
Como si cualquier pretexto fuera suficiente, como se sirve una sopa del día así sin más, así de nuevo llegaste tarde. Siempre tienes entre manos o asomándose por el borde de la manga un plan para explicarlo todo: un desastre, el trillado embotellamiento, una ambulancia, una falla mecánica, los relojes... todo, excepto una mala organización de tus planes.
Así que, naturalmente, tal cual como te lo había dicho varias citas atrás, yo nunca te voy a esperar. Siempre te espío para calcular el tiempo y la distancia, en una ecuación casi perfecta, con tal de llegar justo en el momento, sincronizados. Al menos siempre llegas, y por una compatible decisión, cuando has decidido cancelar ya lo sé y por tanto me evito la pena de ir. Cro-nó-me-tro. No sería mala idea regalarte uno ahora para Navidad.
¿Tienes una idea de a cuánta gente le has quedado mal? ¿Cuántos corazones inocentes has zarandeado? ¿Cuántas comidas te has perdido? ¿Cuántos malos humores has hecho nacer de las entrañas del estómago de los que te esperan? ¿Has reflexionado en que una vez que lo hiciste aseguran que lo volverás a repetir? ¿Te acuerdas cuántas veces he tenido que tirarte de las orejas cuando debemos asistir juntos a un evento? Te he tenido que abofetear dos o tres veces para que entres en razón de que jugar con el tiempo de los otros es sin duda una memorable falta de respeto.
Ya hemos charlado de esto. No eres tú, soy yo. Y me doy demasiada importancia como para seguir jugando a que un día sin más no llegarás y yo me quedaré esperando para siempre. Es todo. No volverás a llegar nunca tarde en tu vida. Te lo prometo.
Una pistola. Cargada. Un disparo. Un espejo hecho pedazos. Un alivio.
Así que, naturalmente, tal cual como te lo había dicho varias citas atrás, yo nunca te voy a esperar. Siempre te espío para calcular el tiempo y la distancia, en una ecuación casi perfecta, con tal de llegar justo en el momento, sincronizados. Al menos siempre llegas, y por una compatible decisión, cuando has decidido cancelar ya lo sé y por tanto me evito la pena de ir. Cro-nó-me-tro. No sería mala idea regalarte uno ahora para Navidad.
¿Tienes una idea de a cuánta gente le has quedado mal? ¿Cuántos corazones inocentes has zarandeado? ¿Cuántas comidas te has perdido? ¿Cuántos malos humores has hecho nacer de las entrañas del estómago de los que te esperan? ¿Has reflexionado en que una vez que lo hiciste aseguran que lo volverás a repetir? ¿Te acuerdas cuántas veces he tenido que tirarte de las orejas cuando debemos asistir juntos a un evento? Te he tenido que abofetear dos o tres veces para que entres en razón de que jugar con el tiempo de los otros es sin duda una memorable falta de respeto.
Ya hemos charlado de esto. No eres tú, soy yo. Y me doy demasiada importancia como para seguir jugando a que un día sin más no llegarás y yo me quedaré esperando para siempre. Es todo. No volverás a llegar nunca tarde en tu vida. Te lo prometo.
Una pistola. Cargada. Un disparo. Un espejo hecho pedazos. Un alivio.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)