Tren Literario

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No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

jueves, 10 de enero de 2013

Jugar con ellas - I

Tanto poeta que anda suelto por allí, con el corazón hecho palabras románticas. Tanto cuentista tejiendo de la madeja silábica. Ah, y además otro tanto de novelistas respirando con fuerza las consonantes y haciendo reír las vocales. Y todo por jugar con ellas.

Estarán en los libreros, y los libros con una palabra entera como lengua de fuera. Y en la sopa, caliente de letras. Humeando de las fábricas las negras F y nadando en los mares muchas recicladas palabras perdidas. Un niño que saca a pasear a su mayúscula predilecta, con una correa hecha de poesías pequeñas. Y todo por jugar con ellas.

Se pelean unas con otras en cada página y llega el maestro lector, con anteojos grandes, cuyos ojos casi se salen por el cristal, y allí se contienen las palabras como niñas regañadas, ordenando sus letras claras. Cuelgan aburridas en los letreros de las tiendas, en los avisos escritos con pluma fea y bailarina caligrafía, en los puestos de comida y una que otra rata trae vocales arrastrando por las alcantarillas. Y todo por jugar con ellas.

Los niños jugando, soltando los "ayayays" y los "jajajás". Algunas veces los "jejejé" y otras los "lalalás". Flotando en el cielo las nubes que absorben palabras como lluvia. Cuelgan de los árboles unas M fantásticas y maduras, o las P del racimo más alto de las palmeras. Casi descalabra la C al nativo que ya hace proeza para esquivar. Se deshilachan las ropas en estrofas sin sentido. Y todo por jugar con ellas.

Se las bebe medio mundo en jarras todos los días y se salen en bocanadas con dichosas carcajadas. Al dormir flotan las que sobraron del día y uno que otro gato se pone a perseguirlas. Y esas que vienen en cartas, ¡qué bien que agradan! Si la noticia es buena venga una ensalada de palabras. Y largos trenes de lenguaje que forman esculturas, majestuosas ellas, como el quiquiriquí o el abracadabra. Y todo por jugar con ellas.

Y en vez de amarrar las agujetas están los viejos sabios atando cabos de fragmentos. Llega una palabra mordida y remendada, otra torcida para el escultor, una descolorada para el pintante y una no domesticada para el ejecutor. Sin embargo dice el señor chef que todas tienen lo suyo, un aroma y otras un amargo sabor. Palabras para todos, qué ricas sumergidas en un noble licor. Y todo por jugar con ellas.

No se aburren las condenadas, salen como del molino que canta con el aire en el viejo sembradío. Juegan siempre, saltan, se esconden, se omiten y luego reaparecen. Aquellos autores de poca paciencia ya azotan los puños en la mesa por haber perdido unas hermosas, otras misteriosas y unas añejas, tan grandes como valiosas. Y todo por jugar con ellas.

Se arrastran luego por encontrar escritor que las aprecie, serpentean y llega algún amo y señor de las narrativas para ordenarlas entre murallas parrafísticas. ¡A alinearse, a distribuirse, a entenderse! Otras estallan contra la cara de los despistados, bofetadas verbales, sanas también para sacudir el sosegado juicio. Otras se estrellan cual pájaro en los papeles, como arte posmoderno de letras. Brincan de copa en copa como monos, se avientan y algún ilustre lector las pone como llavero en su bolsillo. Y todo por jugar con ellas.

La luna ya no puede con tanta carga emotiva de ellas. Los cráteres tienen más cráteres y ha comenzado a esparcirse el polvo con letras. Quizá por eso estornude algún desocupado campesino cuando mira por las noches el cielo nocturno, así, redundante, negro como la noche misma, estrellado con cometas, noctámbulo el granjero como pocos, bien negro el manto nocturno, casi se repite con líneas por el firmamento. Y todo por jugar con ellas.

El mundo engorda a diario con palabras. El sol, si es que asume el rol de padre, lo alimenta con millones. Billones y trillones de palabras que diario se escriben, se pronuncian, sobrepoblado el planeta de ellas. Letras que te hacen tropezar cuando menos lo esperas, caes en un torbellino de frases sin sentido, que luego lees de corrido porque te las has aprendido. Así, las ladran los perros en onomatopeyas, las maúllan los gatos y el universo se voltea y las aves las echan por la borda como delfín y las ballenas te hablan de una biblioteca submarina. Y todo por jugar con ellas.

Cuando llegue el fin del mundo, el holocausto, la vorágine arrasadora, engullirá libros enteros, palabras sueltas, racimos de oraciones y lenguajes imperfectos. Se salvarán muchos más, porque ellas no quieren morir, aunque haya momias en los museos de dialectos olvidados. Una palabra diosa, una sola, que al ser pronunciada haga implosión y todo regrese al principio, donde no haya lenguaje, sino sonidos guturales. El big bang del habla, del texto, del código y el escrito manifiesto. Pero no es una, sino muchas palabras diosas, desconocidas. Y todo por jugar con ellas.

1 comentario:

  1. Inspiración después de ver un recorrido por la vida de Dr. Seuss. :)

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