27 letras y la infinita imaginación. Letras que vienen desde algunas profundidades, de otras sinceridades del alma y de curiosidades del espíritu.
Tren Literario

No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn
martes, 26 de febrero de 2013
Sueño profundo.
Permítaseme caer vencido de sueño
en las aguas mansas
que dócil mecen mi figura.
No hay tormenta que me despierte
ni movimiento que me hunda.
Si pasa el monje en la barca
que me empuje con el remo
hacia una isla solitaria
donde seguiré dormido, me temo
pues el sueño todo abarca.
Si acaso se descuelga de arriba un coco
en dura y tenaz velocidad
a poco quedaré medio loco,
pero ¿despertar? ¡eso sería atrocidad!
De sueño profundo no despierta
ni el más avispado guerrero.
Es del sabio quedarse dormido
en abandonada isla desierta
donde nadie oye decir: muero.
lunes, 25 de febrero de 2013
Suntuosidad vacía y trivialidad hermosa.
Un poeta se encuentra con un niño.
— Dígame un poema — le chilla.
"Magnífico palacio,
cromado de ilustre sapiencia.
El yugo de la verdad relativa,
metáfora de lujurias.
Subsuelo trastornado
de intimidad recóndita".
En la cara del niño un enigma infinito.
— ¡Qué cosa tan desconocida! —dice el crío— Todo está mal. Son palabras que no conozco. ¿Me lo explica?
— Por supuesto que no. La poesía se siente, no se explica. ¿Quién te ha enseñado eso?
— Es que no puedo sentirla, de verdad. ¿Hace cosquillas?
— Por supuesto que no. Sentir poesía es algo que no todos pueden.
— Es que algo anda mal entonces porque no entiendo nada.
— No está mal. No hay que entender la poesía. Por eso mismo es tan bueno este poema. ¿No ves lo hermoso que suena? ¡Qué sabe un niño de poesía!
— ¿Me lo escribe para llevármelo de recuerdo?
— ¿Aunque no lo entiendas? Bueno, qué más da...
El niño hace un gemido de inconformidad. Recibe el fragmento y se retira a la biblioteca. Haciendo uso de diccionarios, manuales y sugerencias de libros comienza a estudiarlo.
Acto seguido, pluma en mano, el niño corrige todo el poema:
Grandísimo palacio. Magnífico.
Alto, fuerte, como gigante de piedras: indestructible.
Bien plantado en el suelo. Inamovible como la montaña.
Bañado en metal brillante. Tan magnífico es que se le ve de lejos.
Es como un espejo en pleno desierto.
Adentro contiene sabidurías de distinguido origen.
Lo habitaron los sabios, los magos, los libros.
¡Qué inmortal conocimiento!
Templo inteligente que invita a todos adentro.
Y en la sala principal todos brillan,
porque saben ahora lo que contiene.
Algunos libros mienten.
Como si ataran la mente de los grandes.
Hay oraciones que deben ser obedecidas.
Y esos libros también habitan el palacio.
¿Será que algunos libros vuelven locos a los lectores?
Se creen todo. Mucho. Muy grande cambian el sentido de las cosas.
Y tanto lo cambian, que luego nada entienden.
Enterrados, creo, están esos libros disparatados.
Confundidos, revueltos, cabeza abajo.
Abajo del suelo no deberían estar las bibliotecas del palacio.
Ese secreto guarda el palacio. Hay libros ocultos. ¡Gran tesoro!
Escritos para una sola persona.
Diarios llenos de historias.
Para entenderlos hay que estar loco,
porque hay quien a pesar de todo, busca desenterrarlos.
--- --- ---
Una vez terminado el poema, comenzó a escribir también instrucciones para hacerlos y leerlos, pues considera que abundan en este mundo los poemas y los poetas, pero pocas personas que realmente los sientan.
1) El poema debe ser una historia apachurrada que quepa en una hoja de papel.
2) El poema debe explicarse por sí mismo, para que entendido, pueda sentirse.
3) Es necesario conocer todas las palabras del poema. Si no se conocen, estudiarlas en un diccionario. Si no existen, el poema no necesita ser entendido de todas formas.
4) Un poema que nadie entiende de ninguna forma es un poema egoísta.
5) Dibujar el poema puede ayudar a entender muchas cosas.
6) Un poeta no debe explicar su poema a nadie, porque el poema explica más bien al poeta que lo hizo.
7) Para hacer un poema sólo hacen falta tres juguetes: una historia, palabras y entusiasmo.
8) Un poema no es bueno ni malo. Es sólo un poema. Lo que los demás hagan con él ya es otra cosa.
9) Un mismo poema puede hacer sentir diferentes emociones a alguien. Si no se siente nada, no pasa nada.
10) El día que alguien logre que un poema le haga cosquillas, escríbame una carta.
Tiempo después el niño se encuentra de nuevo con el poeta.
— Señor poeta, señor poeta. ¡Ya sentí su poema!
— ¿En serio? ¡Qué maravilla!
— Sentí deseos de aprender más sobre los libros del palacio.
En la cara del poeta: un gesto de incertidumbre.
— ¿Libros del palacio? —contesta— ¿qué libros y qué palacio?
Se retira el niño sin decir nada. En su cara inocente un poema hecho sonrisa.
— Dígame un poema — le chilla.
"Magnífico palacio,
cromado de ilustre sapiencia.
El yugo de la verdad relativa,
metáfora de lujurias.
Subsuelo trastornado
de intimidad recóndita".
En la cara del niño un enigma infinito.
— ¡Qué cosa tan desconocida! —dice el crío— Todo está mal. Son palabras que no conozco. ¿Me lo explica?
— Por supuesto que no. La poesía se siente, no se explica. ¿Quién te ha enseñado eso?
— Es que no puedo sentirla, de verdad. ¿Hace cosquillas?
— Por supuesto que no. Sentir poesía es algo que no todos pueden.
— Es que algo anda mal entonces porque no entiendo nada.
— No está mal. No hay que entender la poesía. Por eso mismo es tan bueno este poema. ¿No ves lo hermoso que suena? ¡Qué sabe un niño de poesía!
— ¿Me lo escribe para llevármelo de recuerdo?
— ¿Aunque no lo entiendas? Bueno, qué más da...
El niño hace un gemido de inconformidad. Recibe el fragmento y se retira a la biblioteca. Haciendo uso de diccionarios, manuales y sugerencias de libros comienza a estudiarlo.
Acto seguido, pluma en mano, el niño corrige todo el poema:
Grandísimo palacio. Magnífico.
Alto, fuerte, como gigante de piedras: indestructible.
Bien plantado en el suelo. Inamovible como la montaña.
Bañado en metal brillante. Tan magnífico es que se le ve de lejos.
Es como un espejo en pleno desierto.
Adentro contiene sabidurías de distinguido origen.
Lo habitaron los sabios, los magos, los libros.
¡Qué inmortal conocimiento!
Templo inteligente que invita a todos adentro.
Y en la sala principal todos brillan,
porque saben ahora lo que contiene.
Algunos libros mienten.
Como si ataran la mente de los grandes.
Hay oraciones que deben ser obedecidas.
Y esos libros también habitan el palacio.
¿Será que algunos libros vuelven locos a los lectores?
Se creen todo. Mucho. Muy grande cambian el sentido de las cosas.
Y tanto lo cambian, que luego nada entienden.
Enterrados, creo, están esos libros disparatados.
Confundidos, revueltos, cabeza abajo.
Abajo del suelo no deberían estar las bibliotecas del palacio.
Ese secreto guarda el palacio. Hay libros ocultos. ¡Gran tesoro!
Escritos para una sola persona.
Diarios llenos de historias.
Para entenderlos hay que estar loco,
porque hay quien a pesar de todo, busca desenterrarlos.
--- --- ---
Una vez terminado el poema, comenzó a escribir también instrucciones para hacerlos y leerlos, pues considera que abundan en este mundo los poemas y los poetas, pero pocas personas que realmente los sientan.
1) El poema debe ser una historia apachurrada que quepa en una hoja de papel.
2) El poema debe explicarse por sí mismo, para que entendido, pueda sentirse.
3) Es necesario conocer todas las palabras del poema. Si no se conocen, estudiarlas en un diccionario. Si no existen, el poema no necesita ser entendido de todas formas.
4) Un poema que nadie entiende de ninguna forma es un poema egoísta.
5) Dibujar el poema puede ayudar a entender muchas cosas.
6) Un poeta no debe explicar su poema a nadie, porque el poema explica más bien al poeta que lo hizo.
7) Para hacer un poema sólo hacen falta tres juguetes: una historia, palabras y entusiasmo.
8) Un poema no es bueno ni malo. Es sólo un poema. Lo que los demás hagan con él ya es otra cosa.
9) Un mismo poema puede hacer sentir diferentes emociones a alguien. Si no se siente nada, no pasa nada.
10) El día que alguien logre que un poema le haga cosquillas, escríbame una carta.
Tiempo después el niño se encuentra de nuevo con el poeta.
— Señor poeta, señor poeta. ¡Ya sentí su poema!
— ¿En serio? ¡Qué maravilla!
— Sentí deseos de aprender más sobre los libros del palacio.
En la cara del poeta: un gesto de incertidumbre.
— ¿Libros del palacio? —contesta— ¿qué libros y qué palacio?
Se retira el niño sin decir nada. En su cara inocente un poema hecho sonrisa.
domingo, 24 de febrero de 2013
Diatriba para el fuego de la estufa.
Tú, falso genio del mal que devoras mis alimentos.
Les quitas el alma, se les evapora la esencia.
Imitador de genuinas hogueras antiguas.
Quieres apantallarme con tu control de poder.
Alimentado de artificios.
Mal amigo de los hambrientos, pues te esfumas en el momento menos indicado.
No obstante...
Quemas.
Les quitas el alma, se les evapora la esencia.
Imitador de genuinas hogueras antiguas.
Quieres apantallarme con tu control de poder.
Alimentado de artificios.
Mal amigo de los hambrientos, pues te esfumas en el momento menos indicado.
No obstante...
Quemas.
jueves, 21 de febrero de 2013
Instrucciones para hacer un poema.
"Todos creen tener un poema en casa. Lo que no saben es que ya se les escapó hace mucho al jardín".
- Roldán de Ridere.
Primero hay que tener en cuenta qué tipo de poema se desea construir. De este modo se tendrá preparado el lugar donde habitará. Los poemas sin hogar son rescatados por muchos artistas, los adoptan y no regresan nunca. Por ello es bueno cerciorarse de que se le ha designado un espacio armónico.
A menos claro, que esté uno pensando en regalar el poema, para lo cual se deberá preparar el empaque, la dirección y el motivo (este es de vital importancia) dos días después de que se ha terminado de construir.
En ambos casos, sépase que un poema crece rápidamente una vez que se le ha dado cuerda. Si llegara a descontrolarse y crecer desproporcionalmente, podría tener graves consecuencias para el dueño, pues cuando intenta cortarlo de tajo pierde el sentido (el poema). Sin embargo, podría resultar también que se volviese una belleza y decore la casa el resto de los días. Lo ideal es pensar nuevamente en la razón de su existencia, para que adopte un tamaño de acuerdo a las necesidades y no estorbe posteriormente.
Se comienza primero limpiando la mesa donde se prepara. Se tiran todas aquellas palabras técnicas que inflen por demás al poema. Hay que desechar principalmente esas palabras de todos los días, esas que abundan en el transporte público, en el congestionamiento de tránsito, en las compraventas y las que flotan por allí entre las masas.
Es conveniente rescatar los absurdos de algunos niños, las canciones que se inventan y tener a la mano una bolsita actualizada de metáforas. También sirven los saquitos de figuras retóricas de hace muchos años, siempre y cuando se hayan conservado en lugar fresco y seco.
Por último, debe uno poner enfrente un collage de fotografías del mundo y de muchas situaciones desconocidas. Si ya se ha pensado en el modelo, se elegirán dibujos del tema que llevará el poema en el rostro (flores, por ejemplo).
No es necesario tener un recipiente con sustantivos, pues con lo volátiles que son, es mejor cerrar los ojos y esperar a que aparezcan algunos en la mesa como por arte de magia. Si no se tiene credibilidad en ese tipo de hechizos, la segunda opción es pedir a un buen libro que nos haga regalo de algunas docenas.
Una vez que está todo dispuesto se toman unos sustantivos y se cosen delicadamente con una metáfora selecta. Es muy importante no dejar abierto el saco de esos recursos porque se pueden contaminar de ego y el poema se infla demasiado. Ha pasado que cuando se hornea, termina hecho un desastre y todo está sucio de arrogancia. Usar de preferencia unas pinzas para sellar la bolsa. Si se es principiante, es mejor no usar metáforas del todo y sustituirlas con los absurdos infantiles que rescatamos antes.
Se continúa el proceso de cosido, hasta que tengamos buena ración generosa de palabras enganchadas. Luego se colocan en la charola limpia y se meten al horno a una temperatura ambiente. Hay que esperar varios minutos a que madure y luego se saca del molde y se rompe (el molde) para que no caiga en malas manos. Se revisa cuidadosamente y si existen errores se le pasa por encima una edición desechable.
Las más de las veces, como siempre ocurre, el poema buscará una salida inmediata del hogar. Es muy importante no obstruir su escape, pues mantenerlo a la fuerza sólo provocará su destrucción, putrefacción o amargura.
Si por el contrario, se ha logrado estabilizar y aun con las ventanas abiertas no se va, se ha conseguido un perfecto poema para convivir en el hogar. Una vez que está tranquilo, se toma al poema por las estrofas y se colocan en el sitio que le designamos, verso por verso e incluso palabra por palabra, cuidadosamente, evitando desarmarlo accidentalmente.
Allí se deja reposar durante varias horas, sin molestarlo.
Después se procede a lo siguiente, según sea el caso:
Si se ideó con el propósito de regalarlo, se envuelve perfectamente, se le rocía con un motivo principal y se envía sin más preámbulos.
Si ha sido diseñado para quedarse en casa, se le regalan de dos a tres declamaciones (pueden ser en voz baja) al día para mantenerlo sano.
Advertencia final: está terminantemente prohibido, por seguridad propia y ajena, clonar la misma receta. Cada poema es único. Repetir al pie de la letra la misma receta puede ser muy perjudicial para la salud, con severos daños de locura redactora, metaforitis, pérdida de la identidad y desimaginación crónica aguda.
miércoles, 20 de febrero de 2013
Reciclando.
Hubo poeta homenajeado
que a toda damita halagaba.
A todas consentía, sí
con una poesía de maravilla.
Tanto amor escrito,
mucha labia bien dirigida.
Verbosidad excesiva
y amor prometido.
Hablarles con gracia
y delicia.
Pero un día el holocausto,
de la presencia multiplicada.
Ellas quemaron las cartas
y las flores a la deriva.
Un poema vigente hoy en día
que se repetía.
Para ayer, mañana y hoy servía.
Mal día, sí
pues el poeta descubierto
era de vil utilería.
que a toda damita halagaba.
A todas consentía, sí
con una poesía de maravilla.
Tanto amor escrito,
mucha labia bien dirigida.
Verbosidad excesiva
y amor prometido.
Hablarles con gracia
y delicia.
Pero un día el holocausto,
de la presencia multiplicada.
Ellas quemaron las cartas
y las flores a la deriva.
Un poema vigente hoy en día
que se repetía.
Para ayer, mañana y hoy servía.
Mal día, sí
pues el poeta descubierto
era de vil utilería.
domingo, 17 de febrero de 2013
Carta a la musa que se está tomando vacaciones.
Mira musa, que te hablo y no vienes. No acudes al llamado. Te guardas la inspiración en una botellita de cristal y no me has dejado reservas. Te embriagas sola en el mar y allá te quedas. Desdichada alma escritora mía, que en pos de recibir una migaja de inspiración divina, se humilla escribiéndote. Mira musa, que se pierde el correo, se confabulan gracias y desgracias, así no sé ni dónde deambulas.
Cuánto estarás acariciando los hilos del mar, tejiendo sueños para marineros, burlando romances y atando locuras, enredando corduras y perdiéndote entre la negrura del cielo. ¿A dónde te habrás llevado la caja de Pandora? Paseándola y ocultándola en un bosque tropical. Te disfrazas el nombre y cualquier rastro mortal para que no se formen los poemas ni se cultiven las flores: tesoro de inspiraciones.
Has dejado hechizo en los elementos, en la natura. Necia, te dan amor y te tomas romance con holgura. No compartes nada, ni fuego ni danza, tampoco magias. Malditos poetas que en vano te buscan, pues donde creen hallarte sólo ven siluetas y energías fantasmales. ¿Qué tesoro escondes bajo el nombre de tus creadores? Harta musa, que te llamo y me ignoras.
Mira musa, no son simples conjeturas. Tú ya has desaparecido antes y te esfumas ahora. No dejaste aviso ni canto, ni sueño ni tinta, sólo una nostálgica amargura. En vano es preguntar al árbol, porque no revela palabra. Y así has dejado dicho con rocas, ríos, nubes y toda clase de textura. ¿Cuántos días de vacaciones te otorgas? Debiste al menos, acordarte, dejar sobre la mesa unas gotas de bella y hermosa como tú: literatura.
No culpes al pintor que no te mira, ni al arquitecto de tus fantasías. Condenas a poco, al escritor a buscarte. Ya he revisado trescientas miradas, catorce sonrisas y dos besos. Por allí no te has detenido en demasía. ¿Cuánto tiempo menester sería concederte antes de celarte? Si no con el hada del viento, tal vez con ella de las largas travesías? Mira musa, que tentado estoy, así sin remedio provoco llamarte.
Así la pluma recoges y te pones a pinchar más agujeros en la bóveda, que confundes a los astros. Ni pista dejas en los cielos, ni huellas en la arena, sólo queda que el mensaje navegue en su botella a ver si de considerar tentaciones, regresas. Y ya de vuelta, explicar con un poema que era necesidad de compañía tuya, nunca jamás regañarte.
Cuánto estarás acariciando los hilos del mar, tejiendo sueños para marineros, burlando romances y atando locuras, enredando corduras y perdiéndote entre la negrura del cielo. ¿A dónde te habrás llevado la caja de Pandora? Paseándola y ocultándola en un bosque tropical. Te disfrazas el nombre y cualquier rastro mortal para que no se formen los poemas ni se cultiven las flores: tesoro de inspiraciones.
Has dejado hechizo en los elementos, en la natura. Necia, te dan amor y te tomas romance con holgura. No compartes nada, ni fuego ni danza, tampoco magias. Malditos poetas que en vano te buscan, pues donde creen hallarte sólo ven siluetas y energías fantasmales. ¿Qué tesoro escondes bajo el nombre de tus creadores? Harta musa, que te llamo y me ignoras.
Mira musa, no son simples conjeturas. Tú ya has desaparecido antes y te esfumas ahora. No dejaste aviso ni canto, ni sueño ni tinta, sólo una nostálgica amargura. En vano es preguntar al árbol, porque no revela palabra. Y así has dejado dicho con rocas, ríos, nubes y toda clase de textura. ¿Cuántos días de vacaciones te otorgas? Debiste al menos, acordarte, dejar sobre la mesa unas gotas de bella y hermosa como tú: literatura.
No culpes al pintor que no te mira, ni al arquitecto de tus fantasías. Condenas a poco, al escritor a buscarte. Ya he revisado trescientas miradas, catorce sonrisas y dos besos. Por allí no te has detenido en demasía. ¿Cuánto tiempo menester sería concederte antes de celarte? Si no con el hada del viento, tal vez con ella de las largas travesías? Mira musa, que tentado estoy, así sin remedio provoco llamarte.
Así la pluma recoges y te pones a pinchar más agujeros en la bóveda, que confundes a los astros. Ni pista dejas en los cielos, ni huellas en la arena, sólo queda que el mensaje navegue en su botella a ver si de considerar tentaciones, regresas. Y ya de vuelta, explicar con un poema que era necesidad de compañía tuya, nunca jamás regañarte.
sábado, 16 de febrero de 2013
El mar sin cables.
Olvidarse de ese tercer paradigma metido en las redes.
Quitar los cables e irse incomunicado.
Descubrir el olor de la aventura y rastrearlo.
Y queda sólo el mar, con su insistente ola de secretos.
Nada más la arena con cristales y huellas de historias.
El cielo nocturno, que no es el mismo.
Allí en el horizonte donde poco se define la línea,
también están las maravillas.
Por las mañanas ver cómo nace el rojo.
El pescador con leyendas.
Los niños que juegan con cocos.
Lagartos y tortugas bajo el cuarto menguante.
Los perros se adueñan de las callejuelas con polvo.
Todos duermen temprano.
El trabajo y la casa quedan allí mismo: en el agua salada.
Los cangrejos salen de aventura.
Una gloria es una hamaca cerca de la laguna.
Otra victoria una fruta fresca en la mano.
Que al poco rato se va el feo zumbido
y queda para siempre el canto de esas olas.
La complicidad de un bocado compartido
entre agua, mar y brisa.
Y por momentos una soledad callada.
Luego se vuelve grande amistad.
Ver cómo caen las tarrayas en círculos perfectos.
Reírse del que no sabe aventarla
porque otros pescadores dicen
"vas a descalabrar a los peces".
Comer con más que con la boca.
Llenar los ojos de escenario.
Gula por atardeceres con sabor a playa.
Arrullarse con el eco rompeolas.
La alharaca de los niños y sus chistes groseros.
La siesta cuyo guardián es el sol de mediodía.
Hormigas que hicieron un camino en la madera.
Una que otra concha extraviada.
Sangrar la piel con las agujas de insectos.
Descubrir migajas de arena en los bolsillos.
Y no tener más que eso para comprarle al universo un trozo de pan recién horneado en el pueblo.
Quitar los cables e irse incomunicado.
Descubrir el olor de la aventura y rastrearlo.
Y queda sólo el mar, con su insistente ola de secretos.
Nada más la arena con cristales y huellas de historias.
El cielo nocturno, que no es el mismo.
Allí en el horizonte donde poco se define la línea,
también están las maravillas.
Por las mañanas ver cómo nace el rojo.
El pescador con leyendas.
Los niños que juegan con cocos.
Lagartos y tortugas bajo el cuarto menguante.
Los perros se adueñan de las callejuelas con polvo.
Todos duermen temprano.
El trabajo y la casa quedan allí mismo: en el agua salada.
Los cangrejos salen de aventura.
Una gloria es una hamaca cerca de la laguna.
Otra victoria una fruta fresca en la mano.
Que al poco rato se va el feo zumbido
y queda para siempre el canto de esas olas.
La complicidad de un bocado compartido
entre agua, mar y brisa.
Y por momentos una soledad callada.
Luego se vuelve grande amistad.
Ver cómo caen las tarrayas en círculos perfectos.
Reírse del que no sabe aventarla
porque otros pescadores dicen
"vas a descalabrar a los peces".
Comer con más que con la boca.
Llenar los ojos de escenario.
Gula por atardeceres con sabor a playa.
Arrullarse con el eco rompeolas.
La alharaca de los niños y sus chistes groseros.
La siesta cuyo guardián es el sol de mediodía.
Hormigas que hicieron un camino en la madera.
Una que otra concha extraviada.
Sangrar la piel con las agujas de insectos.
Descubrir migajas de arena en los bolsillos.
Y no tener más que eso para comprarle al universo un trozo de pan recién horneado en el pueblo.
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