Para deshacerse de ella, hay que transmitirla a distintos medios.
Un poeta que la escribe para dejarla.
Un músico que la toca para hacerla flotar por el mundo.
Un pintor que sumerge la pintura en el lienzo.
De esa forma, el mundo carga con toda la melancolía vuelta arte, nos ayuda. Lo que pesaba, pongamos por caso, una tonelada para un individuo, mil personas cargan un kilogramo cada una. Así, entre más ayudantes que soporten nuestra melancolía tengamos, más la vemos flotar, hasta que la olvidamos por completo.
Todo consiste en repartir la melancolía por el mundo, matizada de mil formas distintas.
27 letras y la infinita imaginación. Letras que vienen desde algunas profundidades, de otras sinceridades del alma y de curiosidades del espíritu.
Tren Literario

No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn
martes, 31 de diciembre de 2019
jueves, 26 de diciembre de 2019
Libro contra audiovisual.
Vivimos en la época de las imágenes, los sonidos, los impactos audiovisuales. A pesar de la gran competencia que el libro tiene, sigue sobreviviendo. ¿Qué es primero, el libro o la película? Aquí, contrario al contraste entre el huevo o la gallina, podemos asegurar que el libro se lleva el premio. Aunque no haya salido el libro de cierta película, se tuvo que escribir la historia y el guión previamente. Me parece que ambos formatos no están confrontados del todo, no enfrentan ninguna batalla, por así decirlo.
Habrá que cuestionarse si, acostumbrados a la ráfaga de información de pleno año 2020, todavía nos intriga un libro que surgió después de la película. Y aunque no me atrevería a asegurar que dependiendo de la historia, libros son mejores que filmes o viceversa, sí hago invitación a hacer un contraste de formatos con pleno conocimiento de ambos. Para poder comparar una historia, es requisito haber visto tanto la película como leído el libro (si es que existe la historia en ambos formatos). Sólo entonces podremos resaltar las ventajas y señalar las carencias. Entenderemos por qué un libro no cabe en una película y por qué ciertas escenas son muy lentas en una lectura.
Y además, el proceso de imaginación en la lectura emerge de un modo distinto al proceso emocional que se activa con catalizadores visuales, musicales y auditivos. Para un espectador avezado, la comparanza entre libro y filme resulta interesante, pero no juiciosa. Acaso servirá para el enriquecimiento propio. No basta entonces decir que tal o cual película es mejor que el libro, sino que es necesario explicar por qué es así y cómo es que influye esa decisión en la propia experiencia del que asevera tal cosa.
Habrá que cuestionarse si, acostumbrados a la ráfaga de información de pleno año 2020, todavía nos intriga un libro que surgió después de la película. Y aunque no me atrevería a asegurar que dependiendo de la historia, libros son mejores que filmes o viceversa, sí hago invitación a hacer un contraste de formatos con pleno conocimiento de ambos. Para poder comparar una historia, es requisito haber visto tanto la película como leído el libro (si es que existe la historia en ambos formatos). Sólo entonces podremos resaltar las ventajas y señalar las carencias. Entenderemos por qué un libro no cabe en una película y por qué ciertas escenas son muy lentas en una lectura.
Y además, el proceso de imaginación en la lectura emerge de un modo distinto al proceso emocional que se activa con catalizadores visuales, musicales y auditivos. Para un espectador avezado, la comparanza entre libro y filme resulta interesante, pero no juiciosa. Acaso servirá para el enriquecimiento propio. No basta entonces decir que tal o cual película es mejor que el libro, sino que es necesario explicar por qué es así y cómo es que influye esa decisión en la propia experiencia del que asevera tal cosa.
jueves, 12 de diciembre de 2019
La coma en coma.
Breve charla entre dos guardianes de la puntuación, al borde de una hoja que aparecía como un inmenso e interminable infinito hacia el vacío existencial:
—Los tiempos han cambiado, joven A. Mucho. ¿Sabía usted que la coma está en coma? Está en un estado agonizante, casi ya nadie la usa. Me preocupa bastante. Vea usted este vacío en la hoja. Parece que la tinta se estaba extinguiendo. ¿De dónde dice que vienen los textos de ahora?
—De más allá de las hojas y los libros: de la nube. Lo he visto, querido Z. Las comas deambulan pobremente por el ciberespacio, flotan buscando alguna oración donde puedan pertenecer. Están perdidas e inevitablemente terminan en un estado de hibernación escalofriante. Antes estaban seguras dentro de las frases, rodeadas de letras, frenando el impulso de la precipitación. Ahora casi puedo jurar que uno respira de vez en vez una coma que se ha metido por la nariz, como si fuera un virus. En el ciberespacio se estornudan comas y algunos otros signos.
—¿Lo ves? Es una desgracia, A, es el fin. Hay que asirse a lo que queda impreso, a los textos sagrados. Aquí por lo menos hay comas legendarias, de esas que hicieron historia. Se presentaron en numerosos libros y fueron pronunciadas por elocuentes oradores. No se diga el punto y lo demás, pero la coma ha tenido un lugar muy especial. Se fabricaron monumentos en su honor. Tal vez creas que estás en un museo ahora mismo.
—No, genuino Z, no pierdas la esperanza. Vine a reparar el enorme daño del abandono de los signos. Es verdad que en la nube ahora todo pasa a gran velocidad, sin filtros ni guardianes. Mi abuelo me habló de este lugar, de este enorme vacío después de la hoja y de las horas que pasaba sentado aquí al borde de la página, mirando desfilar los signos una y otra vez. Pero no todo en la nube es malo, estamos los guardianes actualizados, como yo. La verdadera desgracia es hallar textos y textos en ruinas. Sin comas, ni puntos, ni espacios, con abreviaturas vergonzosas y mal empleadas. Aquí es como un jardín zen para recuperarse del vertiginoso ciberespacio.
—Joven A, eso me da tanto alivio. Descendiente además de tu abuelo, el Alpha Máximus. Jamás se salía un texto de control, todo lo regulaba él. Tenía en perfecto estado a los signos "patrón". ¿Has venido a ver a la coma en coma, verdad?
—Sí, me temo que no quisiera verla en este pobre estado, pero no hay otra solución. Si este signo "patrón" se muere, todas las comas del universo se desvanecerían inevitablemente. ¿Hace cuánto tiempo que está en coma?
—No recuerdo muy bien, pero ahora parece que desde que las letras flotan. ¿Qué hay en ese maletín, joven A? ¿Alguna medicina?
—¿Esto? Ah, sí. Es la cura. Espero que la coma mejore con esto. Consiste en una serie de frases nucleares extraídas de los mejores libros escritos en el planeta. Allí hay comas invaluables que quizá devuelvan la energía a la coma patrón que agoniza. No soportaría estar en un mundo sin comas.
—No. Sería un apocalipsis signopuntual. Además, eso sería sólo el principio. Después se vendrían abajo los puntos, los interrogativos, los espacios y finalmente las oraciones volverían a su protoalineación. Veríamos un descarrilamiento completo de la vida misma, de los discursos y el lenguaje colapsaría.
—Menos mal que llegué a tiempo. Me gustaría ver a la coma nuclear. ¿Qué esperamos?
—Me temo que no es tan sencillo, joven A. Tu abuelo, el noble Alpha Máximus selló las puertas con oraciones llave. Todo lo vemos a a través de unas páginas transparentes, pero desde que nadie escribe en este desolado libro, no se avanza. Mirad nada más el vacío... Caerse sería tan inapropiado y tan alarmante.
—Bueno, no es para menos. Entonces extraeré el teclado incorporado en este maletín y teclearé algunas sentencias para abrir las puertas. ¿Vamos bien? Una vez abiertas colocaré las frases en su lugar y si todo va viento en popa entonces deberemos ver despertar a la gran coma sagrada de su largo y profundo sueño mortal.
—Bien dicho, joven A. Prosiga. Prosigue. Adelante.
Pero no funcionó. A pesar de escribir en el teclado, las palabras no aparecieron en la gran hoja sobre la que estaban parados los guardianes.
—No entiendo, Z. No aparece ni jota. ¿Cómo avanzar?
—Claro, claro. Debí suponerlo. Es que la nube no funciona aquí. Estamos en un libro antiguo. ¿No traerás en el maletín una pluma con tintero, un bolígrafo, lápiz?
—Nada de eso, Z. ¡Qué barbaridad!
—¿Y así te dices guardián?
—¿Yo qué iba a saber que aquí no funciona la nube?
—Impulsivo como tu abuelo. ¿Nunca ha fallado la nube? ¿Se han caído las letras?
—Sí, paciente Z. Funciona con energía eléctrica e intelectual. A varios se les ha escapado la luz a medio escribir y también colapsan los signos. Se vuelven signos fantasmales. He llegado a ver comas sin cola, puntos partidos por la mitad, interrogantes sin cabeza. Acentos poniéndose sobre consonantes, ¡imagínese el horror! Qué tonto fui, a sabiendas de eso debí traer un carbón de grafito al menos.
—Bueno, bueno, no más pánico, guardián A. Alguna vez Alpha Máximus guardó cajas con letras. Seguro que hay una por allí en páginas anteriores del libro. Entonces nada más las pegas en el orden correcto, armas tus oraciones, abres las cámaras de la coma sagrada y listo.
—Z, eres un genio decimonónico.
Se hizo así. Con letras de otras páginas se armó una nueva. A escribió con ansiedad. Echó algunas frases en latín, otras en español. La página dio vuelta y los guardianes esperaron, por supuesto, al pie de la misma, tomando notas. Aparecieron las puertas.
—¡Mira hijo, lograste acercarnos! (Oigan, admirativos, "úshcale", "úshcale", a volar, yo no exclamé con tanto ahínco) A, retírame a estos admirativos por favor. Mira hijo, lograste acercarnos a las puertas. Sí, lo he dicho mejor. Creo que los admirativos son plaga ahora, por culpa de muchos malos mecanismos de la nube.
—Z, estas puertas están casi derrumbándose. Veo a la coma magistral en coma. Agoniza, pero ya no más.
!!!!
—Atrás, plagas. Reordénense ya mismo, no pueden estar deambulando así nada más. Esto es caótico, joven A. Abrid las puertas lo más pronto posible, antes de que vengan más signos raros sin oraciones.
—Sí, Z, en eso estoy. Pausa. Pausa. Pausa, no tan larga. Eso es. Oración bien definida con pausa intermedia, luego otra; pausa larga establecida, punto final para definir.
Finalmente la puerta donde yacía la coma sagrada en estado comatoso. Una gran bóveda, como las de las catedrales. Acostada y quebradiza, la gran coma legendaria apenas respiraba. Sus ojos amoratados y su color negro ya vuelto gris delataban el malísimo estado de salud.
—Bien hecho, joven A. Al fin. Rápido, las frases genuinas. Curemos de una vez por todas esta vorágine de malas puntuaciones y barbarismos ortográficos.
—Aquí van las frases nucleares. Una en cada esquina. Asi. Asi. ¿Y los acentos, Z?
—Otro colapso, A. Acaban de salir volando los acentos. Vamos, apresurate antes de que nosotros tambien colapsemos. Que mortificacion no tener acentos.
A fue veloz. Frase nuclear lista.
"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme..."
La simple coma después de "Mancha", tan fielmente respetada por tantos siglos, devolvió vida nueva a la Gran Coma Sagrada, finalmente.
—Joven A, ahora sí te reconozco como guardián de los signos. Buen trabajo.
—Ahora que la coma no está en coma, todo en la nube debería funcionar mucho mejor. Z, un placer charlar contigo. Sigue con este libro, no lo desperdicies. Te puedo dejar un teclado, si te parece.
—No, no. Soy de la vieja usanza. Seguiré a mano, con pluma y tinta. Dime anticuado, pero no soportaría que las letras salieran volando.
—Z: si ves un signo sospechoso, llámame, ¿sí?
—Alpha Máximus estaría orgulloso de ti. Y tú, nada más por si las dudas, cárgate siempre con un bolígrafo, no sea que te traicione la nube. Debes estar preparado para lidiar con las ideas en los momentos menos esperados. Así fluye el lenguaje, tan complejo, tan vasto, tan caprichoso y ocurrente...
Y la página dio vuelta.
—Los tiempos han cambiado, joven A. Mucho. ¿Sabía usted que la coma está en coma? Está en un estado agonizante, casi ya nadie la usa. Me preocupa bastante. Vea usted este vacío en la hoja. Parece que la tinta se estaba extinguiendo. ¿De dónde dice que vienen los textos de ahora?
—De más allá de las hojas y los libros: de la nube. Lo he visto, querido Z. Las comas deambulan pobremente por el ciberespacio, flotan buscando alguna oración donde puedan pertenecer. Están perdidas e inevitablemente terminan en un estado de hibernación escalofriante. Antes estaban seguras dentro de las frases, rodeadas de letras, frenando el impulso de la precipitación. Ahora casi puedo jurar que uno respira de vez en vez una coma que se ha metido por la nariz, como si fuera un virus. En el ciberespacio se estornudan comas y algunos otros signos.
—¿Lo ves? Es una desgracia, A, es el fin. Hay que asirse a lo que queda impreso, a los textos sagrados. Aquí por lo menos hay comas legendarias, de esas que hicieron historia. Se presentaron en numerosos libros y fueron pronunciadas por elocuentes oradores. No se diga el punto y lo demás, pero la coma ha tenido un lugar muy especial. Se fabricaron monumentos en su honor. Tal vez creas que estás en un museo ahora mismo.
—No, genuino Z, no pierdas la esperanza. Vine a reparar el enorme daño del abandono de los signos. Es verdad que en la nube ahora todo pasa a gran velocidad, sin filtros ni guardianes. Mi abuelo me habló de este lugar, de este enorme vacío después de la hoja y de las horas que pasaba sentado aquí al borde de la página, mirando desfilar los signos una y otra vez. Pero no todo en la nube es malo, estamos los guardianes actualizados, como yo. La verdadera desgracia es hallar textos y textos en ruinas. Sin comas, ni puntos, ni espacios, con abreviaturas vergonzosas y mal empleadas. Aquí es como un jardín zen para recuperarse del vertiginoso ciberespacio.
—Joven A, eso me da tanto alivio. Descendiente además de tu abuelo, el Alpha Máximus. Jamás se salía un texto de control, todo lo regulaba él. Tenía en perfecto estado a los signos "patrón". ¿Has venido a ver a la coma en coma, verdad?
—Sí, me temo que no quisiera verla en este pobre estado, pero no hay otra solución. Si este signo "patrón" se muere, todas las comas del universo se desvanecerían inevitablemente. ¿Hace cuánto tiempo que está en coma?
—No recuerdo muy bien, pero ahora parece que desde que las letras flotan. ¿Qué hay en ese maletín, joven A? ¿Alguna medicina?
—¿Esto? Ah, sí. Es la cura. Espero que la coma mejore con esto. Consiste en una serie de frases nucleares extraídas de los mejores libros escritos en el planeta. Allí hay comas invaluables que quizá devuelvan la energía a la coma patrón que agoniza. No soportaría estar en un mundo sin comas.
—No. Sería un apocalipsis signopuntual. Además, eso sería sólo el principio. Después se vendrían abajo los puntos, los interrogativos, los espacios y finalmente las oraciones volverían a su protoalineación. Veríamos un descarrilamiento completo de la vida misma, de los discursos y el lenguaje colapsaría.
—Menos mal que llegué a tiempo. Me gustaría ver a la coma nuclear. ¿Qué esperamos?
—Me temo que no es tan sencillo, joven A. Tu abuelo, el noble Alpha Máximus selló las puertas con oraciones llave. Todo lo vemos a a través de unas páginas transparentes, pero desde que nadie escribe en este desolado libro, no se avanza. Mirad nada más el vacío... Caerse sería tan inapropiado y tan alarmante.
—Bueno, no es para menos. Entonces extraeré el teclado incorporado en este maletín y teclearé algunas sentencias para abrir las puertas. ¿Vamos bien? Una vez abiertas colocaré las frases en su lugar y si todo va viento en popa entonces deberemos ver despertar a la gran coma sagrada de su largo y profundo sueño mortal.
—Bien dicho, joven A. Prosiga. Prosigue. Adelante.
Pero no funcionó. A pesar de escribir en el teclado, las palabras no aparecieron en la gran hoja sobre la que estaban parados los guardianes.
—No entiendo, Z. No aparece ni jota. ¿Cómo avanzar?
—Claro, claro. Debí suponerlo. Es que la nube no funciona aquí. Estamos en un libro antiguo. ¿No traerás en el maletín una pluma con tintero, un bolígrafo, lápiz?
—Nada de eso, Z. ¡Qué barbaridad!
—¿Y así te dices guardián?
—¿Yo qué iba a saber que aquí no funciona la nube?
—Impulsivo como tu abuelo. ¿Nunca ha fallado la nube? ¿Se han caído las letras?
—Sí, paciente Z. Funciona con energía eléctrica e intelectual. A varios se les ha escapado la luz a medio escribir y también colapsan los signos. Se vuelven signos fantasmales. He llegado a ver comas sin cola, puntos partidos por la mitad, interrogantes sin cabeza. Acentos poniéndose sobre consonantes, ¡imagínese el horror! Qué tonto fui, a sabiendas de eso debí traer un carbón de grafito al menos.
—Bueno, bueno, no más pánico, guardián A. Alguna vez Alpha Máximus guardó cajas con letras. Seguro que hay una por allí en páginas anteriores del libro. Entonces nada más las pegas en el orden correcto, armas tus oraciones, abres las cámaras de la coma sagrada y listo.
—Z, eres un genio decimonónico.
Se hizo así. Con letras de otras páginas se armó una nueva. A escribió con ansiedad. Echó algunas frases en latín, otras en español. La página dio vuelta y los guardianes esperaron, por supuesto, al pie de la misma, tomando notas. Aparecieron las puertas.
—¡Mira hijo, lograste acercarnos! (Oigan, admirativos, "úshcale", "úshcale", a volar, yo no exclamé con tanto ahínco) A, retírame a estos admirativos por favor. Mira hijo, lograste acercarnos a las puertas. Sí, lo he dicho mejor. Creo que los admirativos son plaga ahora, por culpa de muchos malos mecanismos de la nube.
—Z, estas puertas están casi derrumbándose. Veo a la coma magistral en coma. Agoniza, pero ya no más.
!!!!
—Atrás, plagas. Reordénense ya mismo, no pueden estar deambulando así nada más. Esto es caótico, joven A. Abrid las puertas lo más pronto posible, antes de que vengan más signos raros sin oraciones.
—Sí, Z, en eso estoy. Pausa. Pausa. Pausa, no tan larga. Eso es. Oración bien definida con pausa intermedia, luego otra; pausa larga establecida, punto final para definir.
Finalmente la puerta donde yacía la coma sagrada en estado comatoso. Una gran bóveda, como las de las catedrales. Acostada y quebradiza, la gran coma legendaria apenas respiraba. Sus ojos amoratados y su color negro ya vuelto gris delataban el malísimo estado de salud.
—Bien hecho, joven A. Al fin. Rápido, las frases genuinas. Curemos de una vez por todas esta vorágine de malas puntuaciones y barbarismos ortográficos.
—Aquí van las frases nucleares. Una en cada esquina. Asi. Asi. ¿Y los acentos, Z?
—Otro colapso, A. Acaban de salir volando los acentos. Vamos, apresurate antes de que nosotros tambien colapsemos. Que mortificacion no tener acentos.
A fue veloz. Frase nuclear lista.
"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme..."
La simple coma después de "Mancha", tan fielmente respetada por tantos siglos, devolvió vida nueva a la Gran Coma Sagrada, finalmente.
—Joven A, ahora sí te reconozco como guardián de los signos. Buen trabajo.
—Ahora que la coma no está en coma, todo en la nube debería funcionar mucho mejor. Z, un placer charlar contigo. Sigue con este libro, no lo desperdicies. Te puedo dejar un teclado, si te parece.
—No, no. Soy de la vieja usanza. Seguiré a mano, con pluma y tinta. Dime anticuado, pero no soportaría que las letras salieran volando.
—Z: si ves un signo sospechoso, llámame, ¿sí?
—Alpha Máximus estaría orgulloso de ti. Y tú, nada más por si las dudas, cárgate siempre con un bolígrafo, no sea que te traicione la nube. Debes estar preparado para lidiar con las ideas en los momentos menos esperados. Así fluye el lenguaje, tan complejo, tan vasto, tan caprichoso y ocurrente...
Y la página dio vuelta.
lunes, 2 de diciembre de 2019
¿Cuándo naciste, coma? ¿Cuándo, punto?
Esa coma que nos parece tan natural ahora, que divide los pensamientos escritos, como ésta, y ésta otra, no siempre estuvo allí. Todo debe remontarse a un origen. Las reglas de puntuación que con tanta elegancia usamos ahora tuvieron un punto de partida, una creación, un primer uso y una invención.
Tal parece que los griegos vaciaban sus ideas de forma continua, sin espacios ni signos. Sinespaciosnisignos. Antes, como lectores avezados, debíamos descubrir dónde terminaba una palabra y dónde comenzaba la otra. Ahora una expresión como la de arriba parece constituirse como una sola palabra monstruosa. Curiosamente nadie podía comprender un libro a la primera, como si los libros fueran disléxicos en su escritura, con palabras y sentencias serpentinescas.
Vale la pena recordar aquella anécdota del escritor Aulo Gelio (siglo II d.C.), en la que debía leer un documento desconocido en voz alta. El escritor se negó a leer, puesto que no lo había estudiado y seguramente encararía el texto sin espacios ni signos de puntuación lo llevaría a una complejísima y lenta lectura. Argumentó que el contenido sería destrozado por una mala lectura, que las palabras no serían enfatizadas de forma adecuada. Tal parece que un atrevido espectador se ofreció para leer, pero el texto terminó justo en la catástrofe.
Recordemos que las lecturas de aquel siglo debían hacerse en voz alta; todo era una perfección del discurso oral. Se atribuye a Aristófanes la invención de los primeros signos de puntuación, que consistían en simples puntos colocados arriba, en medio o abajo de cada línea. La función de dichos puntos, aparte de separar el flujo de palabras, era indicar la entonación adecuada para la frase que se iba a pronunciar. Qué gentileza para la futura prosodia.
No todos siguieron estas pautas. Aristófanes fue ignorado varias veces. No obstante, los cristianos, quienes escribían salmos y evangelios, comenzaron a incluir en los libros letras con adornos y signos de párrafo. Pero fue Isidoro de Sevilla en el siglo VII quien retomó el trabajo de Aristófanes. Propuso que los puntos indicaran la duración de una pausa. Aquí parece que tenemos los primeros orígenes de la coma, como un punto bajo al que le fue saliendo una coletilla. El punto alto, que hasta entonces indicaba una entonación más alta, sugeriría ahora una pausa más prolongada (como el final de esta frase).
Recordemos que los monjes eran escribanos encargados de transcribir textos. Quizá la reforma de los signos de puntuación llegó con ellos, pues seguramente se topaban con esas monstruosas oraciones sin espacios ni signos. Sinespaciosnisignosninada. Hay que ver lo aberrante que nos parece ahora la carencia de signos de puntuación. Hay otra versión que sugiere que el rey Carlomagno ordenó a un monje idear un alfabeto unificado, con el fin de que los textos fueran leídos y apreciados por otras tierras lejanas. Así surgieron las primeras letras minúsculas, también.
No es de sorprender que la música y la escritura estén íntimamente relacionadas. Los monjes solían practicar sus cantos gregorianos, donde algunas notas aparecen como el punto y coma de la actualidad. Allí eran más comprensibles las pausas. El punto y coma medieval surgía como punctus versus, mientras que el punctus elevatus (como un punto y coma a la inversa) aparece hoy como los dos puntos, así: (favor de no esperar aquí una oración subsecuente de los dos puntos, sólo aparecen demostrativamente).
El tiempo se encargó de ir modificando lo que conocemos hoy como el punto y la coma actuales. Al principio aparecía como el punto de cambio de tono, pero ahora se coloca abajo. Fue durante el Renacimiento cuando los signos de puntuación eran menos inestables. Allí convergían los puntos de entonación griegos, los puntos derivados medievales, y las barras y guiones propuestas por el escritor italiano Boncompagno da Signa (extraña coincidencia la de su apellido). Sólo faltaba la llegada de la imprenta para que los signos se congelaran en el tiempo. La pregunta es, ¿volverán a evolucionar? ¿Algún escritor atrevido forjará algún signo? Al menos, con el paso del tiempo, la barra que propuso Boncompagno se acortó y curvó, justo para convertirse en la "sagrada coma moderna".
Pero hay un nuevo parteaguas: las computadoras y la tecnología. La imprenta hizo lo que pudo hace algunos años, sólo que ahora las cosas cambian de nuevo. ¿No nos está haciendo falta un nuevo signo ahora? Con toda la modernidad y la velocidad de información, seguro que nos topamos con otro problema pronto. Lo más peligroso es que se está abandonando el buen uso de la coma. Sería injusto anular así por así tantos años de afianzamiento por la historia. Sería una ofensa contra la coma, contra los puntos y los signos. Y no hablemos por ejemplo, de los emoticonos, que confundirían a algún lector sin la referencia moderna:
:) :( ;)
Es imperante retomar las virtudes de cada signo y saber darle su lugar; para no caer en los vicios del retroceso o en monstruoscarentesdepuntuaciónyespacio. La buena noticia es que aún quedan muchas personas comprometidas con el buen uso de los signos, y hasta una academia ha sido creada.
Fuentes:
Houston, Keith.
Shady Characters, The Secret Life of Punctuation, Symbols
& Other Typographical Marks. W. W. Norton & Company.
domingo, 1 de diciembre de 2019
Voz guardada y revelada.
¿No es también la literatura un conjunto de ideas que se guardan bajo la protección de un libro privado y que podrían causar un pensamiento distinto algunos años después? Con esta pregunta surgen algunas inquietudes sobre el destino de algunas frases que pertenecen a diarios íntimos de algún escritor y que, presumiblemente, nunca se les planteó como posibilidades para ser voces reveladas al mundo. Esto sucede después, cuando el autor del diario ha fallecido y es algún amigo suyo quien lo encuentra. Entonces le atribuye una cualidad significativa para que sea difundido.
Desde una perspectiva estrictamente literaria, de reflexión crítica y con ese objetivo de manipulación de las palabras para forjar una capacidad estética del lenguaje, no todo lo que se escribe en un diario tiene el merecimiento de publicarse ante un número significativo de lectores. Por lo menos, no sin haber pasado por el filtro de selección y edición. Entre algunas verdades y mentiras que se cuenten allí, encontraremos alguna oración valiosa que desencadene uno o varios momentos de lucidez reflexiva; casi como si fuera un golpe literario al consciente.
En una utopía intelectual sería una heroicidad que cada sapiens tuviera un diario privado y que diera a conocer algunas partes posteriormente. Que contribuyera con un conjunto de ideas al paradigma de conocimiento mundial. Claro, dicho conjunto estaría revisado, sería criticado, podría revelarse con la salvaguardia de que no contiene intenciones de mala fe. Y si las contiene, que éstas forman parte de un subtexto llamado posible novela, donde la ficción se encarga de absorber y neutralizar todas las ideas.
En los diarios persiste escondida la posibilidad novelística. Es una voz guardada y secreta que espera ser revelada algún día, aunque no sea intención del autor revelar lo que allí está escrito.
Desde una perspectiva estrictamente literaria, de reflexión crítica y con ese objetivo de manipulación de las palabras para forjar una capacidad estética del lenguaje, no todo lo que se escribe en un diario tiene el merecimiento de publicarse ante un número significativo de lectores. Por lo menos, no sin haber pasado por el filtro de selección y edición. Entre algunas verdades y mentiras que se cuenten allí, encontraremos alguna oración valiosa que desencadene uno o varios momentos de lucidez reflexiva; casi como si fuera un golpe literario al consciente.
En una utopía intelectual sería una heroicidad que cada sapiens tuviera un diario privado y que diera a conocer algunas partes posteriormente. Que contribuyera con un conjunto de ideas al paradigma de conocimiento mundial. Claro, dicho conjunto estaría revisado, sería criticado, podría revelarse con la salvaguardia de que no contiene intenciones de mala fe. Y si las contiene, que éstas forman parte de un subtexto llamado posible novela, donde la ficción se encarga de absorber y neutralizar todas las ideas.
En los diarios persiste escondida la posibilidad novelística. Es una voz guardada y secreta que espera ser revelada algún día, aunque no sea intención del autor revelar lo que allí está escrito.
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