Breve charla entre dos guardianes de la puntuación, al borde de una hoja que aparecía como un inmenso e interminable infinito hacia el vacío existencial:
—Los tiempos han cambiado, joven A. Mucho. ¿Sabía usted que la coma está en coma? Está en un estado agonizante, casi ya nadie la usa. Me preocupa bastante. Vea usted este vacío en la hoja. Parece que la tinta se estaba extinguiendo. ¿De dónde dice que vienen los textos de ahora?
—De más allá de las hojas y los libros: de la nube. Lo he visto, querido Z. Las comas deambulan pobremente por el ciberespacio, flotan buscando alguna oración donde puedan pertenecer. Están perdidas e inevitablemente terminan en un estado de hibernación escalofriante. Antes estaban seguras dentro de las frases, rodeadas de letras, frenando el impulso de la precipitación. Ahora casi puedo jurar que uno respira de vez en vez una coma que se ha metido por la nariz, como si fuera un virus. En el ciberespacio se estornudan comas y algunos otros signos.
—¿Lo ves? Es una desgracia, A, es el fin. Hay que asirse a lo que queda impreso, a los textos sagrados. Aquí por lo menos hay comas legendarias, de esas que hicieron historia. Se presentaron en numerosos libros y fueron pronunciadas por elocuentes oradores. No se diga el punto y lo demás, pero la coma ha tenido un lugar muy especial. Se fabricaron monumentos en su honor. Tal vez creas que estás en un museo ahora mismo.
—No, genuino Z, no pierdas la esperanza. Vine a reparar el enorme daño del abandono de los signos. Es verdad que en la nube ahora todo pasa a gran velocidad, sin filtros ni guardianes. Mi abuelo me habló de este lugar, de este enorme vacío después de la hoja y de las horas que pasaba sentado aquí al borde de la página, mirando desfilar los signos una y otra vez. Pero no todo en la nube es malo, estamos los guardianes actualizados, como yo. La verdadera desgracia es hallar textos y textos en ruinas. Sin comas, ni puntos, ni espacios, con abreviaturas vergonzosas y mal empleadas. Aquí es como un jardín zen para recuperarse del vertiginoso ciberespacio.
—Joven A, eso me da tanto alivio. Descendiente además de tu abuelo, el Alpha Máximus. Jamás se salía un texto de control, todo lo regulaba él. Tenía en perfecto estado a los signos "patrón". ¿Has venido a ver a la coma en coma, verdad?
—Sí, me temo que no quisiera verla en este pobre estado, pero no hay otra solución. Si este signo "patrón" se muere, todas las comas del universo se desvanecerían inevitablemente. ¿Hace cuánto tiempo que está en coma?
—No recuerdo muy bien, pero ahora parece que desde que las letras flotan. ¿Qué hay en ese maletín, joven A? ¿Alguna medicina?
—¿Esto? Ah, sí. Es la cura. Espero que la coma mejore con esto. Consiste en una serie de frases nucleares extraídas de los mejores libros escritos en el planeta. Allí hay comas invaluables que quizá devuelvan la energía a la coma patrón que agoniza. No soportaría estar en un mundo sin comas.
—No. Sería un apocalipsis signopuntual. Además, eso sería sólo el principio. Después se vendrían abajo los puntos, los interrogativos, los espacios y finalmente las oraciones volverían a su protoalineación. Veríamos un descarrilamiento completo de la vida misma, de los discursos y el lenguaje colapsaría.
—Menos mal que llegué a tiempo. Me gustaría ver a la coma nuclear. ¿Qué esperamos?
—Me temo que no es tan sencillo, joven A. Tu abuelo, el noble Alpha Máximus selló las puertas con oraciones llave. Todo lo vemos a a través de unas páginas transparentes, pero desde que nadie escribe en este desolado libro, no se avanza. Mirad nada más el vacío... Caerse sería tan inapropiado y tan alarmante.
—Bueno, no es para menos. Entonces extraeré el teclado incorporado en este maletín y teclearé algunas sentencias para abrir las puertas. ¿Vamos bien? Una vez abiertas colocaré las frases en su lugar y si todo va viento en popa entonces deberemos ver despertar a la gran coma sagrada de su largo y profundo sueño mortal.
—Bien dicho, joven A. Prosiga. Prosigue. Adelante.
Pero no funcionó. A pesar de escribir en el teclado, las palabras no aparecieron en la gran hoja sobre la que estaban parados los guardianes.
—No entiendo, Z. No aparece ni jota. ¿Cómo avanzar?
—Claro, claro. Debí suponerlo. Es que la nube no funciona aquí. Estamos en un libro antiguo. ¿No traerás en el maletín una pluma con tintero, un bolígrafo, lápiz?
—Nada de eso, Z. ¡Qué barbaridad!
—¿Y así te dices guardián?
—¿Yo qué iba a saber que aquí no funciona la nube?
—Impulsivo como tu abuelo. ¿Nunca ha fallado la nube? ¿Se han caído las letras?
—Sí, paciente Z. Funciona con energía eléctrica e intelectual. A varios se les ha escapado la luz a medio escribir y también colapsan los signos. Se vuelven signos fantasmales. He llegado a ver comas sin cola, puntos partidos por la mitad, interrogantes sin cabeza. Acentos poniéndose sobre consonantes, ¡imagínese el horror! Qué tonto fui, a sabiendas de eso debí traer un carbón de grafito al menos.
—Bueno, bueno, no más pánico, guardián A. Alguna vez Alpha Máximus guardó cajas con letras. Seguro que hay una por allí en páginas anteriores del libro. Entonces nada más las pegas en el orden correcto, armas tus oraciones, abres las cámaras de la coma sagrada y listo.
—Z, eres un genio decimonónico.
Se hizo así. Con letras de otras páginas se armó una nueva. A escribió con ansiedad. Echó algunas frases en latín, otras en español. La página dio vuelta y los guardianes esperaron, por supuesto, al pie de la misma, tomando notas. Aparecieron las puertas.
—¡Mira hijo, lograste acercarnos! (Oigan, admirativos, "úshcale", "úshcale", a volar, yo no exclamé con tanto ahínco) A, retírame a estos admirativos por favor. Mira hijo, lograste acercarnos a las puertas. Sí, lo he dicho mejor. Creo que los admirativos son plaga ahora, por culpa de muchos malos mecanismos de la nube.
—Z, estas puertas están casi derrumbándose. Veo a la coma magistral en coma. Agoniza, pero ya no más.
!!!!
—Atrás, plagas. Reordénense ya mismo, no pueden estar deambulando así nada más. Esto es caótico, joven A. Abrid las puertas lo más pronto posible, antes de que vengan más signos raros sin oraciones.
—Sí, Z, en eso estoy. Pausa. Pausa. Pausa, no tan larga. Eso es. Oración bien definida con pausa intermedia, luego otra; pausa larga establecida, punto final para definir.
Finalmente la puerta donde yacía la coma sagrada en estado comatoso. Una gran bóveda, como las de las catedrales. Acostada y quebradiza, la gran coma legendaria apenas respiraba. Sus ojos amoratados y su color negro ya vuelto gris delataban el malísimo estado de salud.
—Bien hecho, joven A. Al fin. Rápido, las frases genuinas. Curemos de una vez por todas esta vorágine de malas puntuaciones y barbarismos ortográficos.
—Aquí van las frases nucleares. Una en cada esquina. Asi. Asi. ¿Y los acentos, Z?
—Otro colapso, A. Acaban de salir volando los acentos. Vamos, apresurate antes de que nosotros tambien colapsemos. Que mortificacion no tener acentos.
A fue veloz. Frase nuclear lista.
"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme..."
La simple coma después de "Mancha", tan fielmente respetada por tantos siglos, devolvió vida nueva a la Gran Coma Sagrada, finalmente.
—Joven A, ahora sí te reconozco como guardián de los signos. Buen trabajo.
—Ahora que la coma no está en coma, todo en la nube debería funcionar mucho mejor. Z, un placer charlar contigo. Sigue con este libro, no lo desperdicies. Te puedo dejar un teclado, si te parece.
—No, no. Soy de la vieja usanza. Seguiré a mano, con pluma y tinta. Dime anticuado, pero no soportaría que las letras salieran volando.
—Z: si ves un signo sospechoso, llámame, ¿sí?
—Alpha Máximus estaría orgulloso de ti. Y tú, nada más por si las dudas, cárgate siempre con un bolígrafo, no sea que te traicione la nube. Debes estar preparado para lidiar con las ideas en los momentos menos esperados. Así fluye el lenguaje, tan complejo, tan vasto, tan caprichoso y ocurrente...
Y la página dio vuelta.
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