¿No es también la literatura un conjunto de ideas que se guardan bajo la protección de un libro privado y que podrían causar un pensamiento distinto algunos años después? Con esta pregunta surgen algunas inquietudes sobre el destino de algunas frases que pertenecen a diarios íntimos de algún escritor y que, presumiblemente, nunca se les planteó como posibilidades para ser voces reveladas al mundo. Esto sucede después, cuando el autor del diario ha fallecido y es algún amigo suyo quien lo encuentra. Entonces le atribuye una cualidad significativa para que sea difundido.
Desde una perspectiva estrictamente literaria, de reflexión crítica y con ese objetivo de manipulación de las palabras para forjar una capacidad estética del lenguaje, no todo lo que se escribe en un diario tiene el merecimiento de publicarse ante un número significativo de lectores. Por lo menos, no sin haber pasado por el filtro de selección y edición. Entre algunas verdades y mentiras que se cuenten allí, encontraremos alguna oración valiosa que desencadene uno o varios momentos de lucidez reflexiva; casi como si fuera un golpe literario al consciente.
En una utopía intelectual sería una heroicidad que cada sapiens tuviera un diario privado y que diera a conocer algunas partes posteriormente. Que contribuyera con un conjunto de ideas al paradigma de conocimiento mundial. Claro, dicho conjunto estaría revisado, sería criticado, podría revelarse con la salvaguardia de que no contiene intenciones de mala fe. Y si las contiene, que éstas forman parte de un subtexto llamado posible novela, donde la ficción se encarga de absorber y neutralizar todas las ideas.
En los diarios persiste escondida la posibilidad novelística. Es una voz guardada y secreta que espera ser revelada algún día, aunque no sea intención del autor revelar lo que allí está escrito.
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