Vivimos en la época de las imágenes, los sonidos, los impactos audiovisuales. A pesar de la gran competencia que el libro tiene, sigue sobreviviendo. ¿Qué es primero, el libro o la película? Aquí, contrario al contraste entre el huevo o la gallina, podemos asegurar que el libro se lleva el premio. Aunque no haya salido el libro de cierta película, se tuvo que escribir la historia y el guión previamente. Me parece que ambos formatos no están confrontados del todo, no enfrentan ninguna batalla, por así decirlo.
Habrá que cuestionarse si, acostumbrados a la ráfaga de información de pleno año 2020, todavía nos intriga un libro que surgió después de la película. Y aunque no me atrevería a asegurar que dependiendo de la historia, libros son mejores que filmes o viceversa, sí hago invitación a hacer un contraste de formatos con pleno conocimiento de ambos. Para poder comparar una historia, es requisito haber visto tanto la película como leído el libro (si es que existe la historia en ambos formatos). Sólo entonces podremos resaltar las ventajas y señalar las carencias. Entenderemos por qué un libro no cabe en una película y por qué ciertas escenas son muy lentas en una lectura.
Y además, el proceso de imaginación en la lectura emerge de un modo distinto al proceso emocional que se activa con catalizadores visuales, musicales y auditivos. Para un espectador avezado, la comparanza entre libro y filme resulta interesante, pero no juiciosa. Acaso servirá para el enriquecimiento propio. No basta entonces decir que tal o cual película es mejor que el libro, sino que es necesario explicar por qué es así y cómo es que influye esa decisión en la propia experiencia del que asevera tal cosa.
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