Si quieres renacer no basta con morir y aparecer súbitamente con cara fresca. Así, fingiendo que tu alma está lavada. Sin más, tal cual describe ese cliché de dar vuelta a la hoja.
Reciclarás los fragmentos de tu destrucción, harás hoguera de tus hojas y respirarás el humo para descontaminarte. No hay modo de abandonar para siempre esas figuras quemadas que viste en el espejo, sino que ahora se comprimen para crear una mejor y más grandiosa obra.
En la destrucción de tu "YO" inerte también hay creación. Todos tus muertos te cohabitan y vivirán en sus sarcófagos, latentes, hasta que una emoción los haga estallar en un pergamino con tinta negra o un hilo de sangre atrás de la cabeza, a modo de marco en la pared.
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