El otro día por mi casa, un paso delante del otro, vueltas como si la alfombra al fin vieja. El cerebro y las dendritas en mi cabeza, conexiones vibrantes, provocación de pensamientos. Aún en mi casa, los sillones vacíos y el suelo muy ocupado. La imaginación lejana, en los confines del universo. Momento del dios embrionario de mi posesión. Dibujos y letras, letras y oraciones, argumentos adecuados para la convicción. Ojos en los libros y de vuelta al pensamiento. Ojos en mi sombra. El día más oscuro que antes dos horas.
Timbre. Puerta, a un lado: posición desplegada. Una persona olvidada. "Adelante". El refrigerador luego en posición desplegada con pays de queso, confiterías, frutas diversas, sabores lechescos y cremosos. Piso dos: pollos preparados en recetas exquisitas. Piso tres: bebidas de dulces texturas. "Adelante". Mi invitado y su boca y su silencio. Su mandíbula y la comida. Yo con mis propias preocupaciones. Música de piano en el fondo, lejana cual ecos de un poema.
Observación detallada de mis ojos sobre mi invitado. No persona. Sí reptiliano. Evolución a partir de un anfibio. Mandíbulas pronunciadas. Y el refrigerador de nuevo en posición desplegada. "Adelante". Buen apetito. Los pisos interiores repletos de recetas y de olores bastante agradables. Ates, quesos, vegetales, merengues, ensaladas, leguminosas, churrerías, manjares pequeños y grandes, alimentos exóticos, caramelos derretidos, carnes tostadas; adentro: universo inagotable de banquetes. Mi amigo reptiliano: garganta profunda. Satisfecho al fin. Ahora la siesta. Los sillones: ocupados. Las barrigas: sin vacante.
El sueño y su victoria. Viajes astrales sobre la selva. Sueños sobre escritura sin verbos. Flujo unimembre y vórtex de dificultad apreciable. Agujeros negros en el cielo amenazantes. Nubes y succión. Y el refrigerador necio: desplegado otra vez. Agujero negro invertido el contenedor de alimentos, al fin y al cabo. Teoría: el fin del hambre. De este refrigerador: suficiente para el mundo. En internet: posible la publicación de esta noticia. Invitados con hambre adelante. Hasta la saciedad, hasta la barriga llena y el ser lleno de dicha.
Hora de la vigilia. Los ronquidos del reptiliano. Súbita vuelta a la realidad. La boca abierta y la lengua azul. Yo de pie, mi invitado recostado. Hora de inicio del proceso de escritura. Omisión de algo: los verbos. La computadora encendida, con la pantalla desplegada. El papel tapiz: una fotografía de un refrigerador con las puertas desplegadas. ¿Otra vez? Su creencia: el dueño sin llenadera. Y la escritura fluída. Los ojos abiertos del reptiliano. Sus ojos en el monitor. Próxima la pregunta. Próxima. Próxima. Inevitable. Colisiona.
— ¿Qué hora es? —voz del reptiliano.
Y este texto: muerto por culpa de un verbo con voz de anfibio.
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