Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

viernes, 21 de octubre de 2011

Reflexión urbana.

Cuando transitas por la interminable e incallable ciudad, se te ocurre que quizá hay algo más que simples cabezas. Tal vez todos tienen un candado en su personalidad que sólo ciertas palabras abren con la ayuda de algún buen gesto facial. Se te ocurre que en el simple acto de transportarte junto a un montón de desconocidos es como entrar en una irónica prisión de la cual te liberan cuando llegas a tu destino.

Eso es la vida urbana, una cárcel enorme donde está prohibido relacionarse más allá de las predecibles frases que todos conocemos: buen día, qué tal, la hora, aquí por favor, queda en esa dirección, allá venden tortas. Allá va un pobre tipo entre dos guardias, porque se le ocurrió que podía decir: me gusta la gelatina.

Afortunadamente se te ocurre que no siempre te están vigilando, que algún escapista estará buscando una salida y te vendrá con un interesante cuento sobre los prodigios de una paleta de chocolate en la simplicidad de un parque, en un caluroso día.

Y sí, te darás cuenta que la gran prisión tiene fallas y agujeros por todas partes, aunque cueste encontrarlos.

jueves, 20 de octubre de 2011

Apocalipsis.


La yema de un solo dedo es capaz de destruir una ciudad entera: la de los ácaros que fue fundada por allá de 1999. Hoy llegó el fin del mundo, una masa gigantesca de fibras entrelazadas, un líquido asfixiante, la pulcritud aniquiladora. Puentes, monumentos, históricas ciudades de polvo y células recicladas desaparecieron de su universo.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Carta.

Estimados vivos:

Descendí desde los espacios más lejanos para festejar con ustedes el tan mencionado día de los muertos. Las mesas que ustedes decoran en su dimensión recrean unas similares que reflejan la realidad en la que ustedes deambulan. Así, seguramente y como ya lo he comprobado antes, todos los panes y frutas que ustedes colocan tan devotamente en una ofrenda, dan origen a panes y frutas en la dimensión desde la cual les escribo.

Todo es muy rico pero creo que les falta variedad. No he hallado frituras, ni platos de pasta, ni gelatinas, ni el banquete que me prometieron. No sólo comemos pan y fruta. Bien podrían dejarme una suculenta sopa, una ensalada, un filete, algo que sacie mi apetito. Aquí también tenemos cuerpos y deben ser alimentados con cosas deliciosas, con un deleite de variedad. Dulces, caramelos, chocolates, alguna película para recordar lo que sucedía en esa dimensión, mismo mundo.

Así, cuando aquí festejamos el día de los vivos, dejaremos también cosa buena para que ustedes disfruten. En caso contrario, volveré a mover las llaves. Creo que podemos convivir, siempre y cuando ustedes pongan empeño en sus actividades.

No es venganza, es petición.

Sinceramente: vuestro fantasma goloso.

martes, 18 de octubre de 2011

Diálogo sin palabras.

¿Será posible hacer un diálogo sin hablar? No de manera escrita, ¿cierto? Es lo único que no puede plasmarse en el texto, las gesticulaciones, movimientos y muecas de los interlocutores. Sólo se pueden imaginar. Diálogo entre los ojos de los enamorados, entre los labios de los amantes, entre los cuerpos entrelazados y entre un hombre que escribe para dialogar con 3 cosas: el texto, su mente y la mente de los que lo leen.

lunes, 17 de octubre de 2011

Extremo tecnológico.

Nunca la tecnología había alcanzado a la realidad tan drásticamente. El otro día abrí un libro de hojas de papel, de esos que uno agarra con las manos y sin enchufes, exactamente por donde le dejé el separador. Mi sorpresa se disparó cuando encontré una página pixelada porque no había cargado bien. Para colmo, algunas páginas no tenían el contenido de siempre, sino que mostraban un error de que no se habían encontrado las letras.

Mi libro, desgraciadamente, estaba corrupto por la tecnología. Incluso cambiaron la tipografía y las fuentes.

viernes, 14 de octubre de 2011

Carencia.

No había ninguna vez ningún personaje para aparecer en un texto, y por lo tanto no se podían generar buenos argumentos ni aventuras ni peripecias ni pérdidas ni romances ni historias. Sólo estaba el escenario vacío, pero los castillos no se podían mover para que un escritor hablara sobre ellos. Únicamente se podían hacer algunas descripciones: los muros altos, los bloques grandes, las callejuelas y plazas vacías. Ni siquiera fantasmas había. No corría el viento ni anochecía ni amanecía. Era un cuento seco, sin actividad.

Y de algo así se no se puede narrar. Bueno, sí se puede crear también una historia, donde el reto será alargar las páginas con contenidos interesantes, puesto que el único personaje que realmente se ha ido a parar por allí es el omnisciente.

jueves, 13 de octubre de 2011

Desfiguros intencionales de joyas lingüísticas.

Tanto y tanto hacen las composiciones de verso libre por los temas, que se desfiguran las figuras retóricas, se dispara el poema en un proyectil hacia una composición casi onírica, sin sentido, sin que se pueda comprender pensándola. Se debe sentir y soñar, más bien. Así, despierto:

Sea una piedra preciosa, un jade maravilloso, crepúsculo de las anomalías tangibles, pieza de diatribas para las fealdades, construcción semifonética de paralelismos existenciales, paradigma de una realidad convergente, contracción del planeta, conjuro efímero de largas secuencias y ocupación temporal diáfana.

Eso es un trastorno, un desfiguro, allá arriba en ese párrafo no se dice grande cosa, pero ¡qué bonito suena! ¿O no? Y todas las palabras empleadas existen. O más bien se dice poca cosa con grandes ademanes y rimbombantes expresiones que lo hacen sentir a uno bien, importante.

Sea una gemita que brilla mucho y deslumbra.

Tan poca cosa y con tanto sentido. Tan pocas palabras. Tantas retóricas que hacer. Qué lenguaje tan de juguete, tan lúdico y prepotente.

Fina esmeralda.

Y me pongo a soñar en verde.

Cristalino zafiro.

Y viajo a un azul profundo.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Conjuro.

No, musa. No sólo implantes en mí la semilla de la inspiración para continuar escribiendo. No sólo siembres tu hermoso embrión creativo para que dé vida a cosas maravillosas. No sólo mandes espíritus para que susurren al oído los secretos de composición poética. Todo ello es bienvenido, pero sería perfecto que te quedaras a mi lado mientras escribo, para que edites y el estilo corrijas en caso necesario.

Perfecto sería que todo se fuera escribiendo mientras desaparecemos de la vista de los entrometidos.

martes, 11 de octubre de 2011

Corte innecesario.

Cada árbol representa un cabello del planeta. Calvo se está quedando, como la cabeza del leñador sin escrúpulos al que los ácaros le tumban, día con día, cada uno de sus rancios cabellos. La pregunta es: ¿quién cortará los cabellos de los ácaros?

lunes, 10 de octubre de 2011

¿Qué es poesía?

¿Qué es, me preguntan mis niños? Me ofrecen sus pupilas curiosas, jugando a que se les sale una lágrima, ríen luego y se olvidan del mundo en una carcajada. Hacen angelitos en el pasto, hacen volar los dientes de león, miran las nubes y descubren una mascota. Salpica el cielo sus caritas inofensivas, una gota directo al iris, parpadean y ríen de nuevo. ¿Qué es, me preguntan mis niños? Miran desde sus camas la noche, no pueden dormir porque el día da para más, se obligan a sí mismos a entrar en el onírico portal.

A la mañana siguiente recogen un grillo que ha entrado por la ventana. Lo ven de ojos a ojos, próximo, tan pequeño y tan monstruoso. Diminuta criatura cuyos dioses son lúcidos y curiosos captores. Oyen el chirrido, lo emulan. Se olvidan en poco tiempo del prisionero porque cae una tormenta afuera. ¿Qué es, me preguntan mis niños? Se inclinan unos árboles del jardín, escurren cascadas diminutas entre las rocas. Se oscurecen los interiores, se mojan los arbustos, gritan las nubes. Disfrutan el sonido mientras me preguntan mis niños: ¿qué es poesía?

“No sé, ¿lo sabes tú? ¿lo sabes tú?”

viernes, 7 de octubre de 2011

Amor grotesco.

Nunca un beso fue tan desagradable como cuando se lo ve en el movimiento urbano, en el transporte, entre dos despistados que cercaron su alrededor con una barrera invisible. Truena, es imagen desagradable porque debió reservarse para la privacidad de un hogar. No es tierno, es entre dos adultos con cinismo. Es guiado por la inercia del camión cuando frena. Es un beso complicado que quisiera tener otro órgano aparte de la lengua para repulsivizarse más.

Ella que lo permite y él que se descara. Él que no respeta su intimidad y ella que no tiene remedio. Ella que no pone un alto y él que se inunda más con el impulso incontrolable. Mis ojos vieron esa muestra de amor grotesco por error. Un instante, una dirección errónea. Nunca un beso ajeno fue tan desagradable. Para esconderlo, para escribir sobre el evento, para dedicarle lo contrario a una oda. Un denuesto que denigra el texto, pero que debe saberse.

Ni entre el barullo de la gente que se transporta se apaga el desagradable sonido de succión. Con ganas de echarles una manta encima, noquearlos con un ademán de asco. No tuviera nada de malo si no existiera en ese momento esa muestra de amor grotesco. ¿Y a mí qué me importa? Nada, pero no tenía por qué verlo, ni por accidente ni por descuido.

A una "ella" que me invento en ese momento le dedicaré lo contrario a aquella muestra horrenda de cariño de los bajos fondos cotidianos. Le haré sólo un altar para besarla, sin producir sonido, en silencio trascendental, en armonía con el viento, sin miradas del monstruo urbano, con un poema de por medio, con labios sagrados y bañados en agua bendita de manantial. Será un beso de fotografía, romántico, ideal para emularse en las condiciones adecuadas. Un beso contrario a las vergüenzas que mis ojos vieron en un día corriente.

Quizá "ella" no desee tanto por una minuciosa muestra de cariño. Como no existe, la reinvento, hago que lo desee. Allí está el pequeño templo del beso, sólo lo sabe el cielo y el infierno, el presente inocuo, el desgastado incienso, la lluvia que se escucha afuera y el clima inmerso.

Tal vez aquellos enamorados inocentes tenían ganas de demostrarle al mundo un inofensivo fragmento de amor grotesco. Lástima que mis ojos lo vieron.

jueves, 6 de octubre de 2011

Ojos.

Son los ojos un par de agujeros negros, el centro del universo, un cúmulo de estrellas, un abismo espiritista, unas puertas para naves microscópicas. Dos lunas propias que heredamos.

Por allí no se sale el alma, son lentes de aumento para territorios inexplorados. Hacia adentro. Son los ojos un par de planetas olvidados cuya chispa yace en el interior.

Y se inundan de sal, pero ni por efecto de desbordamiento se salen las luces desde adentro. Son los ojos tesoro abstracto, porque no se pueden regalar a nadie. Si tomaran fotografías cada parpadeo, un álbum de una vida entero.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Cualidad.

Con el tiempo y las historias contadas en cientos y miles de épocas me he preguntado si el humanoide reúne múltiples cualidades de otros seres. “Inhumano” o “humano” son palabras que no pueden definirse sin hacer la comparación con los paradigmas correspondientes, pues todo humano tiene, en ocasiones, perfiles de bestia, pero no necesariamente al revés. Expresiones tales como “eso que ha hecho es inhumano”, significan por lo tanto que ha dejado de contener la simultaneidad de lo que le rodea para especificarse. Así, el inhumano podrá volverse cualquier cosa: fiera, espíritu, alma, animal, planta. Sin irnos a etimologías, desde esta posición, el humano no será sólo actos de bondad y altruismo, como tampoco será frialdades y comportamientos hostiles.

Es bestia porque en ataques de ira deja por un lado el raciocinio. Es ángel cuando procura a los cercanos y sombra cuando planea venganzas. Es planta cuando duerme con los ojos abiertos, soñando despierto. Es roca cuando ninguna palabra le puede penetrar en el sistema nervioso y es alma cuando descansa consciente en una cama. Es volátil. Es todo y nada. Se integra y desintegra todos los instantes que los segundos no dejan ver. Es tendencia a dios. Es multiplicación de ideas y proyección de pensamientos. Es trascendencia cuando realmente quiere.

Si es inhumano habrá que buscarle la parte que sobresale de todas las demás.

Humanoide: con forma o características similares a las del ser humano. Y sí, el humanoide no precisamente está vivo, aunque pueda moverse y mentirle al mundo.

martes, 4 de octubre de 2011

Fuego para escribir.

Mira Gafís, ¿ves cómo se menea el fuego? Es su danza de místicos elementales, en todo tiempo, en toda era, es materia creadora y destructora. Desde los remotos días que vieron nacer a numerosos hombres y guerreros, ha sido un feroz y pacífico acompañante, un rival y un aliado, un refugio en el temple de la noche. Ha invertido un tiempo de rubí, un celoso tiempo histórico que guarda las aventuras. Un topacio tranquilo, solitario, con corazón que arde.

Ha estado iracundo, soberbio, imparable. Lo has visto cuando se le subestima, cuando se le demuestra burla. Tiene la capacidad de comerse el espíritu de las cosas, por menos de herirlo. Se multiplican sus corazones, se vuelve un infierno andante, un devorador de almas de casas. Tú lo has visto Gafís, tan rojo de fuerza, sin ganas de contenerse, pellizcando los elementos y masticando el oxígeno del aire. Es guerrero desastroso y guiado por fuerzas ajenas, se le termina su voluntad cuando se ha salido de control. Sus múltiples amarillas personalidades lo vuelven un manojo de caos.

Tendrás que verlo nacer Gafís, si quieres asombrarte. Las puntas ígneas de la violencia que lo generan. Tendrás que darle la vida si quieres consagrarte. Será subdios de tu dios interno. No deberás confundir sus cualidades, pues es excéntrica combinación de batalla, paciencia, amor y energía. Crece y come a velocidad del universo, se alimenta de tus curiosidades hechas madera. Míralo cuando lo encuentres, tu mano a rápidas tientas, verás la doble dualidad de este núcleo arrogante: o te cura o te mata.

No hablemos de los horrores que desgarra en gritos del bosque. Es de malas manos volverlo tu esclavo para que se atragante. Habrás visto cómo es a través de engaños, herramienta para la catástrofe. No te consumas con su venganza, Gafís. Es de sabios respetarle. Inocente es cuando es grande, porque ha perdido el control de su clase. Este elemento, dicen los druidas, no es de fiarse, traiciona. Huye cuando veas al iridiscente gigante. Tampoco le temas. Es una ligera y buena diferencia que sabrás darle. No es que no tenga corazón el luminoso ente, es que le creció demasiado.

Notarás algún día en tus senderos que quieren apagarlo a tiros de ballesta, todo le traspasa como tu dedo el aire. En el humo de lo que trastorna se van las almas de los pobres demonios en los carbonizados materiales. O bien los arqueros defenderán su posición, arrojarán corazones de fuego ensartados en largas saetas flotantes. Y verás Gafís, cómo de un corazón nace otro gigante cuando aterriza presto en algo seco. Así de rápida es su reproducción alarmante. Este elemento maravilla a los mismos dioses por sus inexplicables obras de arte.

No temas, pues cuando se le sabe domar es luz del escritor viajero. Si no tienes una protección en el oscuro y sinuoso laberinto de la montaña, él será tu mejor acompañante. Escucha, escucha: sólo deberás darle de comer a su edad y mantenerlo a tu alcance. Es dosis de maestros dominar que no se desproporcione, que no se desfigure aceleradamente o se apague. Ni todo el amor, ni todo el odio al fuego. Varios le han encerrado en un cristal para tenerlo de guía. Harás lo mismo cuando aprendas el primer oficio de encender uno.

No adelantes conjuros, Gafís. Podría jurar que en tus ojos nace la chispa de esta maravilla. No mal entiendas. Sé por dónde van tus intenciones de poeta. Te respondo que sólo unos pocos hechiceros han amaestrado la piromanía viva y en condiciones de anacoreta. Se te granjeará, cuidado, después de una década de contemplar un millón de hogueras. No lo desees con ambición ni obsesionado, sino más bien esperando tú darle más al fuego que él a ti.

Es como un niño, como una criatura de juglares, Gafís. Se divierte, se ríe, quema. Habrás visto o llegarás a saber de los atrevidos que tienen un número bien estudiado. Flamas que danzan para el bien de los contempladores. Su secreto han de tener, pues no lastiman al domador de dichas llamas. Es como un niño, verás. Al aire le van bien sus rojos y naranjas, amarillos que destilan de los gitanos las gracias.

Lo habrás comido sin saber. ¿Cómo? Cuando tus alimentos crudos van de fuego impregnados. Has sentido luego cómo tu corazón arde o se apaga. Es causa de absorber sus propiedades a través de tu pan y carne. Pero late, sin duda late. Sólo que no lo detectarás con sencillez, porque es celoso y juega como niño, te lo he dicho, cuando intentan mirarle. Se esconde en la distancia como mozo del tiempo protegido, pues habrás de ir en su busca y sólo hallarás que se vino el día, cayó la tarde. Lo verás de nuevo en la lejanía para desaparecer en otro instante.

Habrás de saber, para tu fortuna o desamparo, que siendo casi dios guarda entre sus átomos una frágil conciencia. Verás en algún momento su hora de muerte, cuando las nubes descarguen su llanto sobre él. En ese instante sale su espíritu para fundirse con el entorno. Coloca en la punta de tu pluma una partícula viva antes de que se desvanezca por completo. Y luego escribe.

Ahora ve, leal aprendiz, y del fuego una obra escribe. Contagia ese fuego del pecho y dale a un libro un poco de poesía que arde. Mas no seas ingrato y no te pases de listo, no abuses de las metáforas porque si consume tus obras de verdad podrías en la penumbra y la desdicha extraviarte. Escribe, del fuego escribe Gafís.

lunes, 3 de octubre de 2011

Una palabra cultivada.

¿Cómo volverse un palabrista? De palabrero todos tenemos un poco, nos gusta cómo suenan los fonemas en los labios de algunas personas, pero malas pronunciaciones nos revientan el día. Seguro que los buenos parlanchines se consiguen un saquito relleno de magnífico vocabulario, extraído de las mejores bibliotecas.

Los discursos no se venden armados, pero al menos vienen con un manual. Quizá las palabras largas ayuden al proceso de creatividad. Palabras como: ferrocarril, laberinto, algarabía, biblioteca… todas tienen cuatro sílabas. Los poetas las ponen donde se les ocurre y las adornan. Los lingüistas las encierran en contenedores de vidrio y les dan psicoterapia. Los literatos las enmarcan en cuadros y las clonan.

No tiene nado de malo utilizar palabras corrientes de esas que fluyen por el aire todos los días, pero tampoco es malo desempolvar grandes diccionarios para sacar una nueva y presumirla en una obra de arte. Si uno se sale con su red podrá capturar gran diversidad de vocablos en el transporte público. Luego podremos cultivar algunas y quizá hasta hacer lo contrario de romancearlas. Así, habrá macetas con tráfico, velocidad, fumar, cigarros, comer, avenida… Ah, y esas macetas no se marchitarán, porque las palabras se reproducen casi por sí solas. Se ven los tallos largos y letrísticos, que si dan lugar a alguna flor, será una joya palabresca.

Sin embargo, buscando entre los árboles y cultivos de diccionario, el español nos tiene algunas maravillas y rarezas. Así me topé con cenobita, que hace referencia a “vida comunitaria”. Un cenobita que habita en un monasterio, en una comunidad religiosa. Un cenobita con una túnica blanca, repleto de serenidad, una persona que profesa la vida monástica. Hasta lo hemos de imaginar con el rostro oculto, misterioso, muy en lo suyo. Se describe hermosamente a un cenobita en Las ruinas de mi convento, del historiador español Fernando Patxot y Ferrer (1812 – 1859):

“…Los consejos incluso en el capítulo IV de I regla hablan de la completa abnegación del cenobita, de todas las virtudes que vienen comprendidas bajo la de caridad, de la dulzura y cordialidad, de la verdad del corazón y de la palabra, y de la precisión de no anteponer ningún afecto al amor del Eterno. Dice que un cenobita debe volver bien por mal, ser sufridor de injurias y de persecuciones, desterrar de su pecho las soberbias y de su boca las murmuraciones…”

Palabras tales como la anterior germinarán sólo si los lectores las admiran y las cultivan alguna vez en algún texto. Quizá se transforme el escritor en cultivador de palabras, en arqueólogo de hermosos y antiguos vocablos olvidados del español.