Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

lunes, 3 de octubre de 2011

Una palabra cultivada.

¿Cómo volverse un palabrista? De palabrero todos tenemos un poco, nos gusta cómo suenan los fonemas en los labios de algunas personas, pero malas pronunciaciones nos revientan el día. Seguro que los buenos parlanchines se consiguen un saquito relleno de magnífico vocabulario, extraído de las mejores bibliotecas.

Los discursos no se venden armados, pero al menos vienen con un manual. Quizá las palabras largas ayuden al proceso de creatividad. Palabras como: ferrocarril, laberinto, algarabía, biblioteca… todas tienen cuatro sílabas. Los poetas las ponen donde se les ocurre y las adornan. Los lingüistas las encierran en contenedores de vidrio y les dan psicoterapia. Los literatos las enmarcan en cuadros y las clonan.

No tiene nado de malo utilizar palabras corrientes de esas que fluyen por el aire todos los días, pero tampoco es malo desempolvar grandes diccionarios para sacar una nueva y presumirla en una obra de arte. Si uno se sale con su red podrá capturar gran diversidad de vocablos en el transporte público. Luego podremos cultivar algunas y quizá hasta hacer lo contrario de romancearlas. Así, habrá macetas con tráfico, velocidad, fumar, cigarros, comer, avenida… Ah, y esas macetas no se marchitarán, porque las palabras se reproducen casi por sí solas. Se ven los tallos largos y letrísticos, que si dan lugar a alguna flor, será una joya palabresca.

Sin embargo, buscando entre los árboles y cultivos de diccionario, el español nos tiene algunas maravillas y rarezas. Así me topé con cenobita, que hace referencia a “vida comunitaria”. Un cenobita que habita en un monasterio, en una comunidad religiosa. Un cenobita con una túnica blanca, repleto de serenidad, una persona que profesa la vida monástica. Hasta lo hemos de imaginar con el rostro oculto, misterioso, muy en lo suyo. Se describe hermosamente a un cenobita en Las ruinas de mi convento, del historiador español Fernando Patxot y Ferrer (1812 – 1859):

“…Los consejos incluso en el capítulo IV de I regla hablan de la completa abnegación del cenobita, de todas las virtudes que vienen comprendidas bajo la de caridad, de la dulzura y cordialidad, de la verdad del corazón y de la palabra, y de la precisión de no anteponer ningún afecto al amor del Eterno. Dice que un cenobita debe volver bien por mal, ser sufridor de injurias y de persecuciones, desterrar de su pecho las soberbias y de su boca las murmuraciones…”

Palabras tales como la anterior germinarán sólo si los lectores las admiran y las cultivan alguna vez en algún texto. Quizá se transforme el escritor en cultivador de palabras, en arqueólogo de hermosos y antiguos vocablos olvidados del español.

No hay comentarios:

Publicar un comentario