Tanto y tanto hacen las composiciones de verso libre por los temas, que se desfiguran las figuras retóricas, se dispara el poema en un proyectil hacia una composición casi onírica, sin sentido, sin que se pueda comprender pensándola. Se debe sentir y soñar, más bien. Así, despierto:
Sea una piedra preciosa, un jade maravilloso, crepúsculo de las anomalías tangibles, pieza de diatribas para las fealdades, construcción semifonética de paralelismos existenciales, paradigma de una realidad convergente, contracción del planeta, conjuro efímero de largas secuencias y ocupación temporal diáfana.
Eso es un trastorno, un desfiguro, allá arriba en ese párrafo no se dice grande cosa, pero ¡qué bonito suena! ¿O no? Y todas las palabras empleadas existen. O más bien se dice poca cosa con grandes ademanes y rimbombantes expresiones que lo hacen sentir a uno bien, importante.
Sea una gemita que brilla mucho y deslumbra.
Tan poca cosa y con tanto sentido. Tan pocas palabras. Tantas retóricas que hacer. Qué lenguaje tan de juguete, tan lúdico y prepotente.
Fina esmeralda.
Y me pongo a soñar en verde.
Cristalino zafiro.
Y viajo a un azul profundo.
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