¿Cuáles zafiros? Ni gemas ni resplandecientes talladas esferas. Tampoco núcleos de luz. Mucho menos espejos del atardecer, ni por equivocación reflejos de su alma. No se le ocurra que también lunas ni soles, y para acabar pronto de ninguna manera estrellas del cielo.
Lo suyo, mi lejano y animalesco amigo, son canicas de testarudo vidrio, metidas allí en un par de huecos peludos.
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