Hace falta un titán para contrarrestar el mal uso de la invención del plomo, las explosiones, el fuego dinámico de los largos tubos.
Un gigante de rocas que aplaste la maquinaria entre sus puños metamórficos. La bioinvención de un buen ingeniero. Un golem bien articulado, hecho de la materia de los ideales, que venga a vengar las muertes rápidas de almas inocentes.
Uno que, con núcleo justiciero, aplaste entre sus gigantescas manos los cráneos de los que dispararon por placer, sin remordimiento, escurriendo el jugo dulce y rojo que redimirá tanta sed de los nobles.
Uno creado por noble alma, pues sólo obedecerá a las leyes naturales de la verdad, la bondad y la belleza. Y una vez terminada su tarea, perderá la vida, pues no habrá otro juicio que resolver ni otro destino para el que haya sido creado.
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