Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Máquina de escribir.

A veces olvidamos que la culpa de que la hoja esté en blanco no es, de ninguna manera, del escritor. Es esa máquina infernal que se niega rotundamente a estampar letras vacías. Ah, y de ser posible, te hará sangrar un poco.


viernes, 25 de septiembre de 2015

Radio.

Hay momentos en la vida que todo sucede tan de repente y con tanta carga que no hay explicación posible más que admirar el espectáculo del significado en todo su esplendor, como el caso del niño y el radio. Ya le tocará a usted decidir con qué se queda.

Descripción: niño de pie con un radio en la mano. Parado sobre el radio de un círculo pintado en el suelo. Uno de sus brazos tiene el radio tibio. Me refiero al brazo del niño, no del círculo, pues todo mundo sabe que los círculos pocas veces tienen brazos. El niño tiene un radio de acción de tres metros. Dentro y después de esos tres metros, afuera está el radio radioactivo. El radio de la mano emite frecuencias sospechosas para algunos soldados que se han pegado justamente en el radio mientras sostenían su radio. Pecho tierra.

Hay que rescatar al niño del radio, así que llamémosle por el radio sin llegar al espacio que delimita el radio del piso. El radio de acción es pequeño. La señal llega. Niño, ¿está bien tu radio? Poco a poco el otro radio comienza a disiparse y al niño ya no le duele el radio. El niño es salvado gracias al radio.


jueves, 24 de septiembre de 2015

Ni con grúas.

Dos al radio. Vestidos con traje negro de motociclista. Las motos estacionadas en la cercanía. Los trajes dicen: Academia.

— Reporte.
— Una enorme pila de basura de este lado. Acá se desgaja un poco de material de años.
— Así se las gasta este mal.
— Acá hay más pilas de algo echado a perder. No huele mal, pero se ve de los mil ascos.
— Sí vamos a necesitar la grúa.

Una vez reunidos de nuevo, los agentes secretos de la Academia llaman las grúas correctoras. Pronto llegan los monstruos mecánicos. Al notar el ruido, muchos libros rotos echan a volar por ahí, espantados.

La grúa comienza a arrancar todo el montón de basura, que no son más que vestigios de letras mal escritas. De repente le cuesta trabajo desgajar algunas partes.

Mientras tanto, en el interior de la celda número 76, un hombre con uniforme blanco gime de dolor cada vez que la grúa arranca un poco de la mala ortografía. Se pega las manos a la cara y conforme la grúa, en otro lado, va retirando los escombros, el hombre va olvidando un poco. Cuando todo acaba, el hombre mira al vacío.

Una vez limpio el terreno, llegan algunos correctores de a pie y limpian todo con una aspiradora portátil. Los motociclistas acordonan toda el área y parten a su destino. Ya no hay más literatura descompuesta. El lugar queda abandonado como la mente del hombre número 76.

Una semilla de vocales queda flotando disimuladamente y a poco comienza a caer nuevamente en el terreno. La tierra se la traga y a los pocos días nace una planta. Después, el fruto se desprende y flota lejos, hasta llegar por la ventila a la celda número 76.

El hombre sale de su trance al ver que algo se ha estacionado en sus palmas. Presiona el fruto fuertemente contra su pecho y traza con sus dedos algo bajo la cama, limpiando el polvo y dejando ver el siguiente poema:

"Rozaz de otoño zaladaz que mueren para rebibir".

Lúcido, una vez más.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Cambio.

El escritor no sabía por qué la máquina se empeñaba en escupirle las páginas después de haber girado el rodillo. Él había tomado cursos de redacción, de gramática, de creación literaria y de composición. La máquina hacía un sonido agudo y arrojaba las hojas casi al bote de basura. Después de varios intentos, el aparato alcanzó a escribir por sí solo unas líneas que decían así:

"No eres tú, soy yo".

Luego rompieron y él anda ahora con una portátil de 2005. No es tan escandalosa pero si la deja mucho tiempo abandonada se duerme.

martes, 22 de septiembre de 2015

Estructura de este cuento.

En este cuento hablaremos de la estructura misma de este cuento. Primero vamos a hacer una introducción, después algunos conflictos rápidos y nos vamos a dar cuenta que en el último párrafo hay una vuelta de tuerca y un giro en la historia.

En esta introducción vemos al científico Escobar desarrollando nueva tecnología para las plantas. Ha diseñado un sistema de monitoreo para que una pantalla conectada a unos electrodos manden mensajes traducidos de los estímulos de los vegetales. Por ejemplo, si la planta tiene sed, la pantalla mostrará: "Tengo sed, dame agua". Si hace mucho frío, la pantalla dirá: "Necesito sol directo".

Vamos al primer conflicto. El invento de Escobar es tan bueno que una empresa privada quiere comprar la patente, aunque él ya había dicho que cedería los derechos a la universidad donde desarrolla el prototipo. El científico está algo indeciso y decide consultar con algunos colegas cuál puede ser la mejor opción.

En el segundo conflicto, el científico decide vender la patente por una considerable suma de dinero a una empresa privada para que produzca los inventos en serie, pero algunos colegas no están de acuerdo y quieren adelantarse a hacer trámites borrosos. Quieren usar los engaños para convencer a Escobar de que firme unos documentos.

Afortunadamente, el científico descubre todo y decide manipular su propio invento para hacerlo fallar, así que comienza a destornillar piezas, a hacer modificaciones en el programa y a codificar algunos circuitos. Cuando está liberando algunos componentes y modificando los electrónicos, una tuerca se cae de la mesa de trabajo y da una vuelta por el piso, gira durante algunos segundos y después se para.

Final de la estructura.



lunes, 21 de septiembre de 2015

Piando se entiende la gente.

Tres años. Lo más duro fue el principio, porque no nos entendíamos. Alicia era terca como una tormenta que no se va hasta que por sí sola se mueve. Yo muy rencoroso. Dejaba pasar dos o tres días sin hablarle hasta que los buenos días volvieran.

Su mejor amigo era un pequeño pollo que nunca crecía: cuando maduraba para volverse gallo, lo regalaba a alguna granja e iba en busca de otro amarillo y tierno. Lo acariciaba todo el tiempo mientras usaba la mecedora. El pollo hablaba mucho más que ella. Piaba por necesidad, por capricho, por terquedad y por bobada. Por las noches me despertaba peor que el llanto del recién nacido de la vecina. No obstante, Alicia a mi lado dormía como si no ocurriera nada.

En una ocasión estuve a punto de pisarlo. Me levanté adormilado buscando cereal y leche. En la cocina se me atravesó sin piedad, sin piar. Tan sólo tropezó con mi pie y patinó un poco, piando después.

Yo solía molestarla. Le decía que lo iba a cocinar tan pronto estuviera más gordo. Entonces ella lo intercambiaba por otro más rápido. Llegamos al acuerdo en que ella no mantendría cerca más de uno, porque entonces la casa se volvería un infierno acústico. Cuando me tomaba de buenas, me prestaba al pollo para que lo acariciara. Noble animalito, capaz de confiar toda su endeble compostura a unas manos gigantescas.

Un día nos sorprendió. El pollo estaba madurando más rápido que los otros. Intentó volar torpemente y se restregó contra las esculturas de la colección del mundo, nuestros viajes. Quebró cinco. Ese día le grité iracundo que el pollo debía irse para siempre. Ese. Todos. Todos los pollos del mundo estaban mejor en un caldo que en sus tiernas e ingenuas manos. Ella también se rompió de algún modo. Lloró en silencio mientras se despedía de su animal favorito.

Cuando me lo llevaba en una caja a la granja, ella me hizo saltar el corazón. Comenzó a piar de dolor. Su garganta se estaba abriendo. El pollo le hizo segunda y comenzaron a comunicarse como dos niños que no quieren despedirse. Regresé inmediatamente.

Una semana después, con ayuda de cuatro o cinco pollos más, ella ya pronunciaba dos que tres palabras, con lágrimas en sus ojos. Entonces, amé los pollos.

Alicia, la sordomuda, me había dicho: te amo.


viernes, 18 de septiembre de 2015

Cereza.

Ella ha sido muy reservada. No es religiosa, pero se tapa mucho. Le gustan las cerezas y ha construido una relación fuerte con ellas. Las cerezas maduran muy rápido. Una vez llegado el punto máximo de madurez no se echan a perder, sino que se endulzan y llegan al punto del almíbar. Después hay que desprenderlas con cuidado y ella se las come con un delicioso postre o las va guardando en reservas que tiene en la bodega.

Las cerezas tardan unos pocos días en crecer y durante ese tiempo ella se cuida de no ir a la playa. Durante las primeras horas aparecen unos puntos negros que se van volviendo rojizos. Si en ese tiempo ella siente algún deseo sexual y frota las cerezas, éstas crecerán un poco más hasta convertirse en ciruelas. Lucen bien con vestidos largos.

Tener cerezas en vez de pezones tiene sus ventajas: no hay pastel en su hogar que no tenga una.


jueves, 17 de septiembre de 2015

Comodidad.

La comodidad usa trajes de gala. Es regla de oro estar cómodo mientras se compone algo. Así el pianista le toca los dientes a su gran monstruo armónico mientras la escritora se pone un vestido amplio y se sienta sobre cojines inmensos para perderse en su propia cabeza sin que la interrumpan.

También el piano está cómodo. Descansa sobre unas tablas de madera y ha recibido suficiente aceite. Además, no están los verdaderos monstruos que lo acechan: los sobrinos del señor Nowts, quienes hacen añicos lo clásico y han logrado que el piano vaya al psicólogo por lo menos una vez al mes. No obstante, por ahora están de vacaciones y la comodidad es dejar ver los dientes sin temor a despedazar a Mozart.

Los cojines se sienten cómodos soportando la hermosa tela del vestido recién perfumado. No aceptan que nadie más se siente en ellos. Cuando llegan visitas, la señorita Wright los esconde para que nadie los infecte con sus garrapatas imaginarias. Los cojines disfrutan mucho el silencio de la casa y el peso maravilloso del cuerpo de la escritora.

El frac está muy cómodo. Como el señor Nowts se baña todos los días no se genera ni mugre ni sudor ni grasa. Se ajusta a la perfección a la espalda musculosa. Si a este frac lo vieran otros, lo envidiarían por el cuerpo que tiene. Ese cuerpo limpio al que se trepa cada vez que hay un delicioso concierto.

El vestido está cómodo. El perfume natural de la señorita Wright es como llevarlo al cielo. El rosado trasero de ella es como un contracojín. Así, el vestido queda aplastado entre cojines y nalgas, y además no se arruga. El delgado cuerpo de ella es tibio y así el vestido no pasa frío por las noches mientras ella teclea en la máquina.

Sí, también la máquina está cómoda. Ella sólo usa hojas de la mejor calidad. Hace mucho tiempo se había enfermado de una rara pigmentación que unas hojas dejaron en los mecanismos. Ya no. Después de todo, ¿cómo se puede producir literatura si no está impecable el espacio donde se vierten las ideas hechas átomos de inteligible tinta? La máquina tiene abajo de sí un terciopelo rojo que cubre una mesa.

Tras todos los días de comodidades, sólo se sabe que a cierta hora de la madrugada las hojas con escritos descansan sobre el piano, algunas partituras van a parar a la garganta de la máquina de escribir, el frac y el vestido terminan enredados en un extraño acto de sexología textil, tan cómodos y tibios aún, mezclándose perfumes... y todo es tan cómodo que se congela en un cuadro sobre una pared cómoda y acolchonada.


miércoles, 16 de septiembre de 2015

Festival.

A ellos les gusta que les regalen trozos de textos para leer y que en algún punto de la propia experiencia lo escrito adquiera una fuerte relación entre lector y palabras. Con tal idea y muchas personas dispuestas a colaborar, se armó el Primer Festival Internacional de los Fragmentos Literarios. Es una galería que consiste, principalmente, en obsequiar fragmentos selectos de libros de todo el mundo para que los lectores motivados compren el libro y lean el resto de la maravilla que han recibido.

Mientras ella va caminando por el festival, admira los largos pasillos de más de un ciento de expositores. Es una feria del libro pero con muchos bonos extras. Hay personas disfrazadas de libros y de letras, contadores de cuentos, muestrarios con frases sorpresa y actividades. Entre estas últimas, una parecida al "cadáver exquisito" pero con prosa. En una pizarra gigante, las personas van pegando algunas frases para construir un cuento sin sentido pero que los críticos van a amar.

Pronto llega un mimo y entrega el primer fragmento literario a la chica. Ella sonríe y lo lee allí mismo, como un vaticinio de su destino.

"En la soberbia de su reinado se desploma el cielo, se quejan los habitantes y se hiere la autoestima".

Para cuando ella pide una explicación y el origen de la frase, el mimo ya ha bailado a otra parte. Va tras él y le pregunta, pero el mimo no habla y en voz baja le dice que no puede decirle a qué libro pertenece, por muy estúpido comportamiento antimercadotecnia que eso parezca. Además, ella decide que eso no puede ni tiene nada que ver con su personalidad. Ella no es soberbia de ninguna manera.

Apenas está pensando en qué libro puede ser, cuando llega por atrás un personaje con un sombrero largo y entrega otro fragmento literario. Sonríe complacido mientras ella lo lee.

"Porque así es un corazón inquietante, lleno de fuego y de avaricia, siempre desea más porque el infierno de los cuerpos no se llena nunca".

— ¿A qué libro pertenece? —pregunta ella inmediatamente.
— A ninguno —contesta él y luego se ríe sarcásticamente.
— ¿Cómo que a ninguno?
— Boba. Están escritos para el festival. ¿Por qué no usas el fragmento para escribir un libro?

Dicho eso él se aleja, dejándola con una perplejidad magnífica. Cuando reacciona, unos niños van corriendo y regalando más fragmentos. Ella le pide otro a una niña de trenzas.

"El cielo se veía tan azul como una ballena. Desde el barco los tripulantes deseaban ver una sirena, pero no aparecía por ningún lado".

— ¡Niña! ¡Espera! ¿De qué libro es?

La niña va con tanta energía que sólo se voltea y se encoge de hombros. Después grita algo a sus amigos y continúa corriendo. Algo indispuesta, la chica se acerca a varios puestos de libros, pero ninguno se vende. No hay explicaciones posibles. En la distancia se alcanza a ver a un hombre barbón con una camiseta que dice "STAFF". Allí va ella.

— Oiga, no entiendo la dinámica de esto. Me dieron ya varios fragmentos de libros pero no sé qué hacer con ellos...
— ¿Nombre? —responde rutinariamente.
— Alicia.
— ¿Del país de las maravillas? —dice sarcástico.
— Ya lo he leído. Y sí, me pusieron así por el libro. ¿Me puede ayudar?
— Es sencillo. Tú debes ir puesto por puesto buscando los libros a los que pertenecen los fragmentos. Si lo encuentras, te lo llevas gratis.
— O sea, ¿voy y pregunto a los expositores?
— No, si así fuera todo el mundo se llevaría libros gratis. Debes esculcar los libros y sus páginas.
— Así que aquí está el engaño.
— ¿Cuál engaño? Por eso es un festival.
— Es que un tipo de sombrero me dio unos que ni siquiera provienen de un libro existente.
— Pues ahí está lo divertido. Por eso el festival dura toda una semana.
— Ah, conque sí. Está bien. Muchas gracias —contesta ella algo desganada.

Ese día Alicia se dedicó a recaudar tantos fragmentos como pudiera. Al llegar a su casa abrió Google y comenzó a poner todos los fragmentos para ver si salían los libros correspondientes. Milagrosamente ningún texto correspondía a ningún libro. No había referencias.

Al día siguiente Alicia decide buscar a los organizadores y tras varios nombres da con las personas adecuadas. Después de las presentaciones y todo eso que hacen las personas con diplomacia, Alicia expone sus dudas.

— Es que honestamente no le veo el fin. Si no corresponden a ningún libro ¿para qué engañar a la gente? Se la van a pasar todo el día en el festival hojeando libros sin dar con ellos nunca.
— Usted lo ha dicho, señorita. No debería molestarse. Tome, le regalo este libro por sus molestias. La invito a que no haga más grande este asunto.

Alicia recibe Alicia en el país de las maravillas en edición especial. Después de un silencio incómodo, ella sigue curiosa.

— Bueno, gracias, creo. Sólo que sigo teniendo la duda... ¿se motiva así a todos a leer? ¿A escribir? ¿Cuál es el truco?

Los ojos del hombre se levantan. Atrás de Alicia hay un joven de lentes, esperando hablar.

— Dígame, ¿puedo ayudarle en algo? —invita el hombre organizador del evento.
— Sí.

Alicia cede paso al joven de lentes.

— Es que descubrí que ningún texto del festival está en los libros.
— ¿Cómo te llamas?
— Arturo.

El hombre se levanta de la silla y después de unos minutos regresa con Arturo y los caballeros de la mesa redonda edición especial y lo entrega al joven de lentes.

— Oh. ¡Súper! Gracias.

Arturo se va muy emocionado con su nuevo libro. Alicia, más perpleja que de costumbre, parpadea un par de veces y está entre irse o quedarse, a lo que el hombre la saca de su trance.

— Resuelta su duda. ¿Puedo ayudarla en algo más?

Alicia abraza su libro y se olvida del festival.

martes, 15 de septiembre de 2015

Amor y odio.

Tan querida y tan odiada, depende ella de lo que sientan los que la usan para entregar regalo de palabras a la amada.

¿Qué acaso no es una perla gigante que quieren las damas en el anillo de compromiso?

¿No es además, un trozo de meteoro insípido una vez que llega el divorcio?

Tan flotante la luna, mientras que los astrónomos tienen tantas y tantas de donde elegir...


sábado, 12 de septiembre de 2015

Se fabrican textos a domicilio.

— ¿Allí es donde me pueden fabricar un texto?
— Sí, madame. ¿Ya ha usado antes nuestros servicios?
— No, nunca. Es la primera vez.
— Cuénteme, ¿qué le gustaría?
— Disculpe, qué pena, es que no sé ni por dónde empezar.
— No hay por qué sentirse mal. Nuestros tejedores saben hacer de todo. Depende la ocasión, por supuesto. Lo que más nos piden son discursos. También ofrecemos poemas, cuentos, diatribas, gramáticas en su jugo, morfologías de ayer y hoy...
— Ah, pero... es que...
— No diga más. Si nunca ha usado nuestros servicios antes, podríamos sorprenderla con un texto de la caja del misterio.
— Oh. ¡Maravilloso! ¡Eso sí que me gustaría! ¿Qué hay que hacer?
— Primero que nada necesito que me proporcione unos tres sustantivos. Sencillitos. ¿Los tiene a la mano?
— Ay joven, qué pena con usted. Me va a decir que qué mal. ¿Qué es un sustantivo?
— No se sienta mal, ya le dije. Para eso estamos. Es una palabra que designa o identifica seres animados o inanimados. En su casa debe haber muchos. Ejemplos: casa, teléfono, puerta, gato. ¿Tiene alguno de esos?
— Ya. Claro que sí. Oiga, ¿puedo darle de esos que no se ven tan fácil?
— Sí, seguro. A sus órdenes.
— Deje pienso... mmm... ya. Amor, valor y protección. ¿Le sirven?
— Magnífico. Ya los registramos. Ahora, ¿en qué estado de ánimo diría que se encuentra?
— Feliz, entusiasmada, ilusionada, enamorada.
— Ya veo por dónde va el asunto. ¿Prefiere pergamino, mente, corazón o cuerpo?
— Ay, qué complicado. Todas son buenas opciones. ¿No lo podemos dejar también a la caja del misterio?
— Seguro que sí, madame. Casi terminamos. Ahora sólo necesito su dirección y horas disponibles.
— Con gusto.

Al día siguiente, los vecinos sólo escucharon cómo un fabricante de textos tatuaba amor, valor y protección en el cuerpo de la cliente. Agregó poesía como bono extra sin costo adicional. Sobra decir que quedó por más muy satisfecha. El sustantivo orgasmo iba incluido.


viernes, 11 de septiembre de 2015

No los lea.

Pronto todo el mundo se le vino abajo. Ya le había dicho que sus novelas dramáticas no le dejarían más que desolación y lágrimas amargas. Sólo que esta vez no era ninguna obrilla típica ni pan con lo mismo. Nadie dejó a nadie ni chocaron fronteras de distintas posiciones económicas.

Más bien era un libro contra un lector.

Era un libro de autodestrucción.


miércoles, 9 de septiembre de 2015

Prohibido suicidarse.

Es la cuarta vez que aquel joven se arroja de tal manera. La muerte, más que presenciar tan audaz acto de valentía y cobardía simultáneos, se pone abajo con un trampolín que aparece al instante tras un chasquido misterioso de sus dedos.

— ¿Otra vez tú? —pregunta indignado, sosteniéndose el pelo con ambas manos.
— Está prohibido suicidarse hoy. ¿Por qué no esperar a mañana? —responde una voz hueca desde el interior de la capucha oscura.
— Porque mañana ya no tendrá sentido. No me hables.

Tras incorporarse, el muchacho corre con brío, el tonto. Va a las avenidas a intentar que lo atropellen. Con otro chasquido misterioso de los dedos enguantados, un cóndor enorme lo pesca de la camisa sucia y se lo lleva. La muerte sólo lo vigila. Durante el vuelo, el ingrato intenta soltarse, se agita y berrea, hasta que se queda sin energías. El cóndor vuela pacíficamente, planeando sobre algunos edificios hasta regresar donde la figura macabra y alta del cobrador de almas lo espera.

— Eres necio. Espera a mañana— susurra la voz hueca, mientras apunta con una filosa guadaña a la cabeza.
— ¿Por qué no me matas tú? ¡Ya no soporto!
— Mi trabajo no es ese. Sólo mantenerte vivo.
— ¡Semejante estupidez!

Al no contar con ninguna otra opción, el muchacho se desploma tras sostener un poco el aire y quedarse sin oxígeno. Basta apuntar con la guadaña sobre el pecho para que comience a respirar de nuevo, ahora dormido.

Después de varias horas, abre los ojos lentamente y ahí está la muerte esperándolo.

— Ahora sí. Ya es otro día. Vamos, suicídate.
— ¿Qué?

En un estado de confusión, el muchacho tiembla y piensa todo una vez más. Tras haber sido reconfortado por el sueño ha cambiado de opinión. Sólo se mantiene con la mirada fija en la capucha inmóvil y en la guadaña que parece respirar con el movimiento de las manos. Intenta huir. Antes de que pueda lograrlo, la muerte le bloquea el paso con el arma y la clava en su corazón. Tras retorcerse un poco y jalar aire, en un estado de confusión, se hiperventila mientras algunos enfermeros gritan que ha despertado del coma producido por exceso de pastillas del sueño.


martes, 8 de septiembre de 2015

Flores.

Yo no suelo enviar flores, pero esta vez hice una excepción.

Sí, antes las envié y a cambio recibía la displicencia de las susodichas. Todas serias y con garbo, esa gracia divina hecha fémina en una boquita muy bien cerrada que ni las gracias daba. Media hora después encontraba el ramo intacto en el bote de basura más cercano, con la nota aún en su sobre. Ni siquiera estaba arrugado.

Entonces opté por reciclar. Extraía con agilidad las mismas flores rechazadas y las sacudía un poco, siempre y cuando no estuvieran llenas de alguna grasa. Con la misma atención elegía a otra susodicha y volvía a enviar el ramo, mismo que era robado de la banqueta por algún otro reciclador de regalos de amores.

En fin, por eso hoy hice una excepción, porque sé que las flores no me serán devueltas. Te las quedarás contigo, susodicha infame, en la bellísima tumba en la que estás guardada.


lunes, 7 de septiembre de 2015

El baile.

Es todo un reto escribir algo donde ninguna palabra se repita. Verá usted, aquí en este texto eso no sucede, porque las piezas faltantes dejarían la composición en un estado algo inerte, surrealista. Hoy no. Hoy tenemos ganas de formar en equipos a las letras para que ejecuten una danza que nos tienen preparada. Hay que mirarlas de tal modo que les descubramos el ritmo: los del fuego, esos que le dan vueltas a la hoguera mística mientras sus mentes inquietas viajan a parajes insospechados. Fonemas, fonemas, rimas y versos que hacen eco en la oreja; oralmente ya están todos embadurnados de alguna sabiduría ancestral que se pega en el cuerpo.

Al poeta lo que es del poeta. Sí, veremos entonces palabras que se repiten una y otra vez para zarandear la mente. A fin de cuentas creemos (el poeta y yo, sin incluirlo a usted) que todo es un baile. No sabemos qué piense usted, pero a nosotros nos complace oír algunos decretos orales sobre la montaña, el viaje, el conocimiento íntimo entre una musa y su cuerpo. Si no nos alcanza el español, qué más da que usemos las contracciones dulces de otros lenguajes. Si no se halla rima con el rojo carmesí, es momento de robarle el ritmo a otra habla. Awasí, awasí. Significa lo que usted quiera, pues nosotros desconocemos el origen, pero nos encanta usarlo.

Verá usted que dichas palabras no deben entenderse con la mente racional, sino con el baile que se vuelve incontrolable dentro de su fuego interno, el que simula una pequeña hoguera de los remanentes guardados por la humanidad de muchos siglos atrás. ¿Nos concede una pieza literaria?


viernes, 4 de septiembre de 2015

La verdad.

En estos tiempos todos son dueños de la verdad. Y la verdad es que no están diciendo mentiras, porque la "verdad" primigenia, esa que ningún corazón de hombre puede atrapar en su totalidad, está fragmentada en múltiples personalidades, amores, desamores, besos de niños, tareas, destinos, crecimientos, melodías, risas, noviazgos, muertes, vidas, ríos, planetas, plumas, visiones, túneles, familias, países, caminos, viajes y literaturas. Pensar en una verdad absoluta e indiscutible es como creer que todas las cabezas poetas van a elaborar la misma composición.

De esta suerte, veremos que no existe una luna tal cual la conocemos, sino muchos y diversos astros que andan jugando con todo aquél que se les acerca. Sobran los ejemplos: la despedazada, la odiada, la de los lobos, la tuya, la del soñador, la del devorador de lunas, esa otra que cuelga de tu cuello, la que rodó bajo la cama asustando al felino, la otra que sostenía un niño entre sus manos. Con tanta luna verdadera, no podríamos decir que ninguna es mentira, porque todas existen. Lo que sí podemos asegurar es que a base de mentiras, también las lunas juegan con los pensadores. Ellos irán luego a extraer la verdad oculta.

A decir verdad me voy a corregir: no está la verdad para socorrer tantas mentiras. ¿Qué tiene la mentira que la verdad mía de este momento no contenga? Si además Lope de Vega pretendía engañar a todos con la verdad misma. Con la suya, no con la de nosotros. Si volvemos la verdad tan grande, con tal ahínco, algunos pensarán que es mentira. Así tendremos una verdad algo mentirosa, que vale mucho más que una mentira verdadera. Entre cínicos funciona. Qué más da, entonces, una verdad a raíz que para todos es mentira si a nuestro juicio y buen valor es la máxima representación de la sinceridad en tal momento presente.

No hay quien no haya dicho nunca una mentira. A medias, pellizcando las esquinas o los bordes de la verdad, pero la ha dicho. Así todos los presentes la han considerado verdadera, yéndose contentos porque aunque saben el engaño lo disfrutan. Ese el acto mágico de la transmutación: que nos dejemos engañar un poco, porque todos somos dueños de la verdad aunque queremos que no se nos regale así nada más, sin chiste ni maniobras; más bien queremos artimaña de ilusiones para que se multiplique entre nuestros conocidos. Es la verdad un talismán multiplicado.


jueves, 3 de septiembre de 2015

¿Para qué?

Para echar por la borda las telarañas que se le empiezan a formar a uno en la cabeza, sin tener que recurrir a ese desastroso río de información que sinuosamente corre entre los hablantes de manera agravante. Lo nuevo: para tejerlas inofensivamente alrededor de las pupilas y los iris y atrapar ese destello del que está mirando, para quedarse con un poco del alma del de allá afuera, el que sonríe, la que llora. Para que al fin y al cabo, aunque quede atrapado entre los hilos, tenga deseos de regresar porque hay algo bondadoso para los habitantes de la mente, los que día con día fabrican el ingenio.

Además, para complacer a los duendes disfrazados de niños que habitan el mundo. Para regalarles algo dulce con un toque amargo y una pieza gigante de misterio. Lo nuevo: llevarlos de la mano hasta el lugar que va a ser explorado y obtener un detalle que se nos había pasado por alto, porque los ojos suelen cubrirse de una neblina algo extraña que se esfuma cuando vamos acompañados de los duendes de pocos años. Para que con razón verdadera y absoluta descubramos que esas criaturas lo único que quieren es llevarse nuestra alma y pintarrajearla con sus ideales.

También para no morir de hambre, porque una cosa es el pan con carne de las mañanas y otra muy diferente el largo bocado de letras con sentido, que debemos llevar no por la boca, sino introducirlo por los ojos muy despacio para que se digiera en el cerebro y después colme la mente curiosa y deseosa de conocimiento. Lo nuevo: muchas veces inteligible, otras no tanto, el paquete completo transfigurará el espíritu, haciéndolo enojar o aliviándolo un poco, para que definitivamente nos queden ganas de seguir probando esta cosa tan novedosa que nos abofetea el sentido común y nos deja con sabor de imaginería y astucia.

Entre otras, para esas cosas nos sirve la literatura.


miércoles, 2 de septiembre de 2015

Fragmentos.

Dormir es un acto tan placentero que nadie sabe que en secreto todas las células y átomos que constituyen el cuerpo comienzan a rejuvenecer. Allí donde no había brazos comienzan a emular al dios externo, extendiendo el plasma para dejar ver unas manecitas gelatinosas que todo pretenden alcanzar. Ya van más allá de la fagocitosis, ahora estiran los brazos de plasma y alcanzan las partículas. Se adaptan. Renacen. Todo mientras el acto de dormir transcurre por entre los minutos de la noche.

En días anteriores perdiste fragmentos del alma, se rompieron por entre las nubes que miraste. Otros salieron con el agua de los ojos. Algún fuego cenizo quemó los nervios del espíritu, dejándote agotado, como si hubieras viajado millones de kilómetros por el espacio. Ah, basta el remedio siguiente para recuperar el alma perdida: dosis completa de ensoñación, a ojos cerrados y en fase de sueño profundo, una plataforma horizontal sobre la cual reposar el cuerpo y un ritual de no interrupción bajo ninguna circunstancia.

Cuando todo esté listo, los átomos que te constituyen estirarán los brazos más allá de la membrana corpórea y recuperarán, sin vacilar, los cristales del alma que dejaste ir en alguna que otra batalla amorosa. Por eso es que al despertar no cabe un cielo de felicidad en los pulmones.


martes, 1 de septiembre de 2015

Más allá del día y la noche.

Más allá de los horizontes en altamar se encuentra la incandescencia que hace hervir los océanos. La burbuja luminosa que va a dormirse pero que en realidad engaña a los navegantes, porque se despierta trastornada en el otro horizonte, en la línea curva interminable que la persigue cada instante de tu vida.

Has visto el cielo y sus personalidades: la clara, la oscura, la perforada nocturna capa de soñadores y astrónomos, la que sangra cuando no se decide entre uno y otro color, la que hace aullar a los lobos y la que es como una pintura que se derrite cuando las auroras salen de paseo. Has visto todo eso. Has visto cómo es que el cielo rompe a llorar repentinamente si segundos antes estaba pletórico de alegría.

Lo que no has visto es más allá del día y la noche, en el espacio que sólo consigues cuando no te decides entre el sueño y la vigilia. Allí el cielo es el que te vigila constantemente, es él quien escribe poesías sobre tus constantes y rápidos cambios de humor. Un cielo verde, verde como un mar luminoso que nunca se cae por gravedad.