Tren Literario

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No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

viernes, 4 de septiembre de 2015

La verdad.

En estos tiempos todos son dueños de la verdad. Y la verdad es que no están diciendo mentiras, porque la "verdad" primigenia, esa que ningún corazón de hombre puede atrapar en su totalidad, está fragmentada en múltiples personalidades, amores, desamores, besos de niños, tareas, destinos, crecimientos, melodías, risas, noviazgos, muertes, vidas, ríos, planetas, plumas, visiones, túneles, familias, países, caminos, viajes y literaturas. Pensar en una verdad absoluta e indiscutible es como creer que todas las cabezas poetas van a elaborar la misma composición.

De esta suerte, veremos que no existe una luna tal cual la conocemos, sino muchos y diversos astros que andan jugando con todo aquél que se les acerca. Sobran los ejemplos: la despedazada, la odiada, la de los lobos, la tuya, la del soñador, la del devorador de lunas, esa otra que cuelga de tu cuello, la que rodó bajo la cama asustando al felino, la otra que sostenía un niño entre sus manos. Con tanta luna verdadera, no podríamos decir que ninguna es mentira, porque todas existen. Lo que sí podemos asegurar es que a base de mentiras, también las lunas juegan con los pensadores. Ellos irán luego a extraer la verdad oculta.

A decir verdad me voy a corregir: no está la verdad para socorrer tantas mentiras. ¿Qué tiene la mentira que la verdad mía de este momento no contenga? Si además Lope de Vega pretendía engañar a todos con la verdad misma. Con la suya, no con la de nosotros. Si volvemos la verdad tan grande, con tal ahínco, algunos pensarán que es mentira. Así tendremos una verdad algo mentirosa, que vale mucho más que una mentira verdadera. Entre cínicos funciona. Qué más da, entonces, una verdad a raíz que para todos es mentira si a nuestro juicio y buen valor es la máxima representación de la sinceridad en tal momento presente.

No hay quien no haya dicho nunca una mentira. A medias, pellizcando las esquinas o los bordes de la verdad, pero la ha dicho. Así todos los presentes la han considerado verdadera, yéndose contentos porque aunque saben el engaño lo disfrutan. Ese el acto mágico de la transmutación: que nos dejemos engañar un poco, porque todos somos dueños de la verdad aunque queremos que no se nos regale así nada más, sin chiste ni maniobras; más bien queremos artimaña de ilusiones para que se multiplique entre nuestros conocidos. Es la verdad un talismán multiplicado.


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