Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Prohibido suicidarse.

Es la cuarta vez que aquel joven se arroja de tal manera. La muerte, más que presenciar tan audaz acto de valentía y cobardía simultáneos, se pone abajo con un trampolín que aparece al instante tras un chasquido misterioso de sus dedos.

— ¿Otra vez tú? —pregunta indignado, sosteniéndose el pelo con ambas manos.
— Está prohibido suicidarse hoy. ¿Por qué no esperar a mañana? —responde una voz hueca desde el interior de la capucha oscura.
— Porque mañana ya no tendrá sentido. No me hables.

Tras incorporarse, el muchacho corre con brío, el tonto. Va a las avenidas a intentar que lo atropellen. Con otro chasquido misterioso de los dedos enguantados, un cóndor enorme lo pesca de la camisa sucia y se lo lleva. La muerte sólo lo vigila. Durante el vuelo, el ingrato intenta soltarse, se agita y berrea, hasta que se queda sin energías. El cóndor vuela pacíficamente, planeando sobre algunos edificios hasta regresar donde la figura macabra y alta del cobrador de almas lo espera.

— Eres necio. Espera a mañana— susurra la voz hueca, mientras apunta con una filosa guadaña a la cabeza.
— ¿Por qué no me matas tú? ¡Ya no soporto!
— Mi trabajo no es ese. Sólo mantenerte vivo.
— ¡Semejante estupidez!

Al no contar con ninguna otra opción, el muchacho se desploma tras sostener un poco el aire y quedarse sin oxígeno. Basta apuntar con la guadaña sobre el pecho para que comience a respirar de nuevo, ahora dormido.

Después de varias horas, abre los ojos lentamente y ahí está la muerte esperándolo.

— Ahora sí. Ya es otro día. Vamos, suicídate.
— ¿Qué?

En un estado de confusión, el muchacho tiembla y piensa todo una vez más. Tras haber sido reconfortado por el sueño ha cambiado de opinión. Sólo se mantiene con la mirada fija en la capucha inmóvil y en la guadaña que parece respirar con el movimiento de las manos. Intenta huir. Antes de que pueda lograrlo, la muerte le bloquea el paso con el arma y la clava en su corazón. Tras retorcerse un poco y jalar aire, en un estado de confusión, se hiperventila mientras algunos enfermeros gritan que ha despertado del coma producido por exceso de pastillas del sueño.


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