Tren Literario

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No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

viernes, 23 de septiembre de 2011

Pulcritud.

Lo que realmente delata las vidas de los humanos es una muerte violenta, escandalosa y llena de partículas desagradables que quedan expuestas. Todo el proceso de recoger lo que queda del cuerpo y reconstituir la integridad de la imagen es la parte incómoda. Limpiar el líquido rojo, necio, que se funde con los asfaltos y cualquier otra cosa que toque, es la parte amarga. Ver la tragedia, el impacto, un morbo en forma de muchedumbre y alaridos desgarradores; es desconcertante. Y ver que la sangre sale y sale y sigue saliendo y no se acaba aunque el cuerpo sea diminuto, ¿cómo cabe tanta? Parece que se multiplica al salir. Debería ser de otro color: transparente para impresionar menos. No digo que te equivocas, naturaleza evolutiva, quizá no pensaste que el hombre y la mujer pudieran transformarse en bestias horrendas.

Pulcritud sería un paro cardíaco y desvanecerse en destellos de luz después de quince minutos de ausencia de latidos. No existirían las negras escoltas ni los servicios funerarios. Los campos de batallas entre dos territorios enemigos estarían verdes y frescos. Rápido. En la moderna civilización las leyes estarían desfasadas por mucho, pues al cometer un delito no habría evidencia. Los lamentos durarían menos porque no ocurrirían las noches de velorios. Ni hablar de los cementerios, inútiles porque no habría nada que enterrar. No digo que te equivocas, naturaleza evolutiva, pero nos haces el tiempo de muerte un gran momento de decadencia.

Pulcritud habría en un accidente de vehículos, pues habría que llamar tan sólo a las grúas para remover las piezas mecánicas hechas un desastre. Si acaso sobreviviera alguien, no sangraría ni tendría raspones o la linfática mezcla sería parecida al agua. No pensemos en lo que tendríamos que quitar de la actualidad: poemas de sangre, metáforas con el carmín, hospitales, la historia modificada. Pensemos mejor en lo que sucedería: una espontánea y etérea transformación de lo tangible en un caleidoscopio de colores que se despiden antes de esfumarse.

Esta pulcritud sería, sin lugar a dudas, una evolución de la muerte, porque ni para ella se tiene tiempo en las apretadas agendas del urbanita.

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