Una vez estuve muerto. Una vez permanecí flotando en el vacío. Desde allí, desde diversos puntos del mundo pude observar todo lo que había construido, como representante divino de la fuerza total creadora, de la cual queda aquí la chispa.
No vale morirse y quedar como voluta inanimada sin voluntad. Es imperante renacer, aunque sea con otra forma física, con una conciencia renovada y con una flama que promete convertirse en fuego voluntarioso: ése que da vida y que llega hasta el núcleo de las estrellas.
Y no todos los días se renace, pero cuando ocurre, vale mucho marcar ese día en el calendario y no olvidarlo nunca. Con letras de oro.
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