Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

jueves, 21 de enero de 2021

¿Un café, un libro?

 Tiene el café algo que comparte muy bien con las letras, con un libro abierto al filo de la noche, como si al beberlo nos bebiéramos las estrellas un poco y de allí tomáramos la curiosidad para las páginas.

Y si no es el café, el chocolate caliente. Se lleva bien con los libros, en tiempos de frío. Menos mal que las páginas no están heladas ni se congelan. Lentamente el sorbo pasa por la garganta y se puede aprovechar un gran punto y aparte o un final de capítulo para dejarse llevar por el sabor.

Y si no es el chocolate, una infusión. Aunque esta tiene contraindicaciones, porque puede dormir al lector. Las letras se bambolean, el libro se cae, la historia no sigue. Quizá por las mañanas, si es que hemos dormido bien. Si fueran las plantas el motivo de la novela tal vez podríamos entender de inmediato la atmósfera.

Y si no es eso, pues a secas no conviene leer un libro. Se puede, pero se recomienda tener algo: algunas galletas, para exprimir los activadores de la imaginación. Aunque hubo alguien que decidió lo contrario, porque en sus tonteras sujetó mal la taza e inundó aquel mundo literario en el que se adentraba, la acción era amarga, los personajes se frustraron. El momento se esfumó. Y no es culpa de la bebida, ni de las galletas. Es que más bien no se le está dando la debida atención a la trama. Y también funciona con los cuentos, aunque suelen ser más cortos y entre uno y otro hay que estarse levantando continuamente para resurtir lo que nos vamos a llevar a la boca.

Entonces, ¿vamos a comer, a beber o a leer? Esto lo preguntaría cualquier analista de la situación y nos diría que en realidad sólo usamos los ojos, las manos y el cuerpo en una situación cómoda, porque no nos podemos separar de él. El cuerpo se deja en reposo sobre un sofá lo suficientemente cómodo para no aburrirse y lo suficientemente incómodo para no quedarse dormido. Las manos dan la vuelta a las páginas por orden de los ojos... pero ¿y la boca? ¿Es necesaria en este proceso? ¿Y qué tal si se prepara uno con lo mismo que va a comer el protagonista? Quizá así lo entenderíamos más durante un desayuno.

Es simple: quien ha bebido café mientras lee un libro, encuentra un paraíso de satisfacción. Y quien ha leído un libro mientras bebe café, también.

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