Aquella frustración conocida: se pierden las hojas, se vuelca la tinta. Se atasca la hoja de papel en el rodillo de la máquina de escribir y se rompe. Hay un corte en el suministro de energía eléctrica y la pantalla no dura mucho. Llegan las interrupciones. Quizá un perro se ha desayunado las notas de la novela en proceso de escritura. La libreta se extravía. ¿A dónde van todas esas palabras? Será pues un agujero negro temporal que devora todo para dejarlo en otra dimensión sobre la que no tenemos control.
No estoy muy pendiente de las supersticiones. ¿Se habrán inventado algún amuleto para el escritor? No, eso es ridículo. Pero por si acaso colgaré en la pared el dibujo de un pergamino con una pluma. Algún salvador de las novelas, algún Don Quijote de pisa papeles, para que las hojas no se vayan a ningún otro lado. Por si acaso...
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