Gregorio odiaba tanto a los perros, que un día amaneció convertido en uno. Al principio creyó que era un falso despertar, que seguía soñando en su cama, estaba consciente de que todo podía ser un sueño lúcido. Incluso recordó a Kafka, con su metamorfosis. Lo había leído recientemente y atribuyó aquella sensación de ser perro a la sugestión. Quiso despertar, pero no lo lograba. Estaba allí, sobre su cama, todo seguía igual: la cabecera, el buró con la caja de cigarrillos, el libro de Kafka, el encendedor, algunas monedas y un vaso con agua. No quiso moverse, porque insistía en que estaba dormido y despertaría pronto. Al principio consideró divertido el hecho de que su padre le hubiera puesto el mismo nombre que el del protagonista de la metamorfosis. Ahora lo odiaba. ¿Y si era verdad? ¿Qué tal si esta maldición caía sobre él?
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