Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

viernes, 23 de abril de 2021

La eterna historia.

"No hay escapatoria, Hugo. Lo traes en los genes", dijo su tío, cuando intentaba explicarle por qué lo había sacado de la casa. Hugo sentía, sin embargo, una terrible ansiedad. Su corazón parecía una ridícula bomba arrítmica que hacía, según él, sonidos como la vieja lavadora. Habían salido para que su padre pudiera golpear a gusto a su madre. Se lo merecía, había que educarla.

—Venga, vamos, te invito una cerveza —le dijo el tío Hugo, hipócrita.

Habían ido a algún jardín donde se escuchaban los pájaros del atardecer. Allí, en una banca con hojarasca, el tío Efraín extrajo de su mochila unas latas frías de cerveza clara.

—Tu papá no es malo —comenzó su discurso—. Mi hermano siempre fue cabrón pero nunca malo. Y tú, qué bueno que saliste hombre, algún día tendrás que enderezar las imprudencias de la mujer.

Hugo, a sus 19 años, sonreía falsamente mientras escuchaba las estupideces que su tío decía. Todo eso era un infierno opuesto a lo que estaba aprendiendo en el catecismo, donde había conocido a una chica que le gustaba.

—Acá entre nos, ¿nunca has golpeado a tu hermana? —preguntó Efraín.

Hugo sólo negó con la cabeza. Cuando tenía que responder algo así mejor acercaba la fría lata a sus labios para silenciarse. Luego le dijo que tarde o temprano las mujeres sacan de quicio a los hombres, que siempre ha sido así. Uno como hombre tiene siempre que poner el muro, la rienda, para no volverse ningún mandilón. Dijo que pocos eran los matrimonios donde no había golpes, como si fuera algo utópico. Mencionó un artículo que había leído de Japón.

—¡Figúrate! Ellas caminan atrás, como debe ser, calladitas. Pero lo que no me gusta es que lleven las cuentas. Tú crees Huguín, luego resulta que el marido tiene que entregar las cuentas de lo que se gasta.

Hugo gritaba cosas en su cabeza: "Estás orate tío. El verdadero reto de ser hombre consiste en resolver las diferencias, en comprender, la historia no tiene por qué repetirse. Cuando das el primer golpe ya regresaste a ser chango". Y así, mientras Efraín hablaba, a Hugo se le figuraba en la cara de su tío un chango hablando, como sacado de la película de El Planeta de los simios, sólo que más incivilizado.

Trataba de reírse para tener ese antídoto listo, porque al regresar sabía que podía ver a su madre con algún ojo morado o hematoma en el brazo. Tal vez todavía llorando. Parecía que Efraín le adivinaba los pensamientos.

—Ay, Huguín. De seguro, ahorita que lleguemos, tu ma' va a ponerse sensible. Pero ya verás que luego se le pasa. Tú abrázala y ya, no le preguntes nada. No vale la pena enterarse de los pleitos de los papás. Es más, acá entre nos, para que no te sientas tan mal, hace como una semana yo tuve que castigar a tu tía. ¿Tú crees que me andaba fisgoneando la cartera? Jija ching... —y bebía la cerveza para ahogar las groserías.

"Pues algo habrás hecho Efraín", pensaba Hugo, contestándole. "No será por confianza. ¿A poco tú no le revisas nada?"

—¿Nos tomamos la segunda? —ofrecía el tío, con cara de que si Hugo le decía que no lo tomaría quizá por maricón.

Hugo asintió. La cerveza se le iba como agua en la garganta.

—Mira —continuaba el tío—, no es más que la pura verdad: las viejas, sea como sea, siempre van a buscar una forma de joderte. Podían estar tan bien, tranquilitas, mansitas. Pero no, tienen que buscarle los cinco pies al pinche gato y luego lo vuelven arisco. Todo quieren. ¿Cómo va uno a ponerse romántico si ya creen que somos de su propiedad?

Hugo se encogía de hombros. Cuando lo hacía, el tío le propinaba un codazo, acompañado de un "no te hagas, no te hagas, seguro alguna chamaca te ha chingado un poco". Y sí, era verdad, alguna chamaca se había burlado de él por haber comprado dos boletos de cine sin preguntar si ella quería ir. Ya tenía compromiso. Pero todo eso pasaba por el análisis crítico de Hugo: su licenciatura de psicología lo ponía en guardia, lo llevaba a sopesar las cosas, a tener un juicio y usar la balanza de razón-sentimiento.

SIGUE

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