No creo que haya existido algún hombre que amara a la muerte. Podía desearla para evitar algún sufrimiento en vida, pero a la muerte no se le puede amar. Al menos, no desde la vida. Por ello es que metida en algún disfraz abstracto, mental o espiritual, la muerte ha podido tener romances con alguno, en alguna indefinición de los paradigmas de la verdad.
Si la vida crea y la muerte destruye, ¿cómo es posible conciliar ambos términos? En el sentido inverso, se ha visto que vida puede destruir vida, y la muerte, como un proceso de consecuencia, crear algo, pero usualmente no funciona de ese modo.
Y el espíritu es el que flota. No está vivo, ni muerto. Por eso no puede vérsele de ningún modo, a menos que se acerque uno por vía onírica, porque allí algunas vibraciones son flexibles.
Puede ser que la vida no sepa que está allí, porque la conciencia es distinta: una flor que se enreda con otra puede ser un romance absoluto, ¿pero acaso hay conocimiento de ello para las flores mismas?
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