Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Erotismos (AA)

Te espero en nuestra cama King size de tres semanas. La amo, es cómoda y podría quedarme hasta las dos de la tarde allí mientras algunos rayitos solares se atreven a espiarme. Es sábado, mi día ideal: lo suficientemente alejado del lunes y no tan distante del viernes. Que pase lo que tenga que pasar afuera, que aquí entre mis cobijas me acurruco. Es mi silencio magistral, mi habitación querida, mi refugio antiurbano. Afortunadamente coincidiste conmigo y no hemos tenido que poner una televisión de ruidos horrendos.

Cambio de posición y me siento en un reino pequeño. Son mis dominios, puedo tirar lo que sea al suelo y recogerlo cuando se me venga en gana. El despertador vuelve a avisarme pero lo freno. Hoy esta habitación está separada de todo lo demás y quiero mantenerla así hasta que regreses. Desde adentro las cobijas me provocan unas cosquillas en todo el cuerpo y siento cada nervio. En otro movimiento quedo inevitablemente desnuda, todo cae al suelo y no me importa. Hoy me gusto más que otros días, mi piel me habla con humedad. Entre varios limbos y fragmentos de tiempo, sueño que entras y me exploras, pero no has llegado.

Abro los ojos y veo nuestra fotografía. Y en ese momento te deseo. Cinco minutos más y estoy a punto. Llegas con una sonrisa contagiosa. Me hago la dormida, esperando tan sólo el roce de tus manos y pescarte efusivamente para no soltarte. ¿Ves cómo mi cuerpo te llama? Hoy haz lo que quieras conmigo en esta habitación, afuera es otro planeta aparte. Te tardas, ya ven, actívame con tu tacto.

—Tengo algo que te va a gustar mucho —, susurras con encanto.

Ya presiento de nuevo la unión, la fricción, la trayectoria de tus nervios en los míos.

“Es delirio y placer entre tus brazos nacer…”, dices. Y luego te sigues con una poesía larga, larga, interminable. Y hoy, querida escritora mía, le has volcado encima a esta fotógrafa un balde de agua helada encima, porque lo menos que quería era un trozo de poesía.

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