Tren Literario

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No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

martes, 7 de septiembre de 2010

Consejo para delectar gourmet.

Esas fauces que has usado para triturar amorosas recetas y rancios bocados ya ansían la revelación de sabores soñados y añoran el funcionamiento en reinauguración completa y dinámica de todo el conjunto de ligamentos que intervienen en la devoración. Los sentidos se unen, la mirada se interrumpe, ese sabor ya lo habías olido, ese aroma ya lo habías degustado. Esas mismas fauces que han aplastado temas moleculares de festines y rudimentarios fragmentos de sazón terciada ya desean recuperar forma de elegantes y discretas herramientas palpadoras. Esas fauces que ingurgitaron uvas aplastadas en fermento del futuro y que destazaron a colmillo las delicias de otros tiempos ya anhelan la reforma de su maquinaria para el admirable confite donde los misterios adoptan forma física de sabores universales en un tiempo y espacio relativamente diminutos. Fauces que pones en guardia al día, preparándolas para la destrucción masiva de las culinarias redes y tejidos condimentados, mismas fauces que cometen la idea descabellada de destruir en tres movimientos un sueño hecho arte y un arte vuelto sensación.

Delectación es proceso de pérdida de realidades, de ganancia de concentración, sentidos volverán a extasiarse, vuelca el tiempo, rompe el espacio, la selección del campo es pertinencia aparente, la ofuscación de las circunstancias es aniquiladora, busca paz benigna. Es además conjunción de palpitaciones, sinergia, reconstruye la recepción y elonga el segundo hasta volverlo minuto. Es también vida de muertes pequeñas, delirio sutil y grandioso del estallido que dispersa las sustancias desde los labios. Placer de sentir, dolor de destruir y sublime reencarnación en el equilibrio de la fusión de máquina que tritura y artefacto que se cae a pedazos. Es saber que se crea con fuego y en fuego arde, agujero la boca de posibilidades, derretimiento del gozo en conjugación, percepción fantástica y conmoción del dios diminuto que matas y saboreas en cada instante.

Ahora aleja tu alma de los grises humos de otras mesas. Cúbrete. Exalta tus extensiones. Allí viene. Diseño que recordarás, fotografía, ojos de memoria y recuerdo visual. Por allí empieza el amor, cómetelo con las pupilas, llora por él sin ridiculizarte, arquitectura perfecta para ser devastada en largas contemplaciones. Mueve. Gira en los ejes que puedas, abandona las primeras dimensiones, nada estará oculto. Platillo que lo realza, decoración majestuosa y suntuosa presencia antes del sacrificio. No te muevas. Intimídalo. Déjate intimidar. Eleva la textura y ponte en su horizonte. Si algo efervesce allí engúllelo a miradas. Abre y cierra esos párpados, humandroide, ya has tomado fotografías miles de algo que no volverás a ver. Encierra su imagen en la mente, latidos de la resistencia de la pausa, explóralo, ornamento que está para complacer, deliciosa pintura del semidios de la cocina. Ya te han traído tus armas, asesino, repasa la silueta que estás por matar, hinca justo allí, donde más te guste, la pupila. El iris se te subleva, crueldad, lleno estarás de codicia, que nadie lo toque, es tuyo, cúbrelo a servilletas, casa, míralo a discreción y voluntad.

Segundo amor se siente por sentir su compostura. Sólo dos tactos, dos son permitidos. Los demás también pero denigran. Sólo el par de las yemas de tus primeros dígitos. Ignora las armas, porque has de torturar con placer y extender el fin. Entre índice y pulgar. Monstruo elegante, sé despiadadamente lento, haz imaginaria charla entre tú y alguien, incrementa la altura, ya lo tienes, has de asustar a la materia inerte, que tiemble te digo, si no lo ha hecho aún prolonga su sufrimiento y el tuyo. Fusiónate con la textura, te comerás por igual y trémulo el brazo verás con dignidad. Tentación difícil. Resiste ingrato. No destruyas a mano lo que debe suceder a modo invisible. Ya casi, prometes, autopromesa de valor para hacer elástico ese reloj.

Tercer elogio que abrupto llega: aroma paradisíaco. Inutiliza la vista, ella ya está saciada, golosa. Estás invadido hasta el cerebro. Haz viaje sensacional. Te lleva a la cosecha, a la hechura, a su pasado. Estás viendo cómo ha sido creado el prodigio. Revélate más. Otra aspiración que da vida, no te envenenes por el olfato, aleja sabiamente la dosis y regresa. Abre una línea delgada de aire entre los labios, aspira con dureza, dobla la cantidad, suave después, no desates aún la lengua. Roza perfectamente la dimensión inexistente entre el filo de tus sentidos y su primer átomo. No ofendas la nariz. Tributo es regalar aroma con paciencia, con incontable serenidad. Es olor sin regreso, de perdición, de lamentación futura por que has de extrañarlo. Hipnosis que está por volverte loco, no te mueras todavía, tolera, quedará hundido por siempre en los recuerdos de tu olfato.

Cuarta perdición, la más mortal, la más divina. Labios con textura, apertura perfecta de los mismos, ni más ni menos. Has de retener como puedas a esa criatura que de hambre se perturba. Sírvete de esa lengua, controlada al recibir. Envuelve lo que está en el interior como serpiente, eleva al paladar, aspira otra vez, mira en tus retrospecciones. Allí está, casi llega la aniquilación, cierra presto. Orgasmo de sentidos, amor que te mata, placer que te encorva. Se consume, todo se reparte. Obra que al ser destruida revela los rincones ocultos, envía ya los placeres reservados, la quinta demencia también se adelanta: escucha tu crimen. En la lengua tienes miles más, batalla de fragmentos, sabor de muertes deliciosas que no escapan de su realidad. Crujido de ensueño, textura fatal. Tu máquina se deforma, monstruo voraz, suelta realmente a la bestia de papilas para que difumine las trazas. No hay nada, termina bien, no dejes pistas. Sacrificio perfecto por sabor a degustadas.

Reconoce, volverás a matar más rápido ahora. Allí van, los lleva en la charola. Ya los has mirado. Satanás míralas: son almas que por egocentrismo querrás devorar.

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